Jordi Soler
Voltaire por Internet

El 10 de febrero de 1778 Voltaire regresó a París luego de varios años de exilio. Un día después, el 11, recibió a un contingente, en rigurosa fila india, de más de 300 personas que deseaban visitarlo. Por ahí de la mitad, apareció un niño bien peinado, con moño en el cuello y saco de terciopelo; iba conducido por su abuelo que traía la necedad de obtener, para su nieto con moño, la bendición del gran Voltaire. Como el viejo necio era Benjamín Franklin, Voltaire accedió y entonces dicen que dijo: ``My Child, God and Liberty: remember these two words'' (Mijito, Dios y Libertad: recuerda estas dos palabras). En el lugar estelar del contingente apareció, a presentar sus saludos, la escalofriante marquesa Du Deffand, regenta de la farándula y musa vieja de las celebridades parisinas.

Voltaire estrenó su más reciente tragedia y pasó los siguientes tres meses recibiendo homenajes. Procuró no perderse ninguna fiesta; también hizo el esfuerzo de manosear cuanto trasero femenino notable se encontró. Para lograr un mejor rendimiento en su quehacer intelectual (que incluía, desde luego, los manoseos), bebía más de 20 tazas de café diario.

Este récord, parecido a los vasos de bourbon que segaron la vida de Dylan Thomas, sacudió la salud de sus 84 años. Un remedio que le envió su amigo Richelieu puso en jaque la maquinaria del filósofo: El frasco de láudano que debía dosificarse durante varios días, fue bebido de hidalgo por el maestro, que era muy desesperado.

Días después, hace 219 años, con sus 84 convertidos en una revuelta biológica, murió Voltaire, que fue, según su admirador Fernando Savater, ``el último gran señor de las letras y el primer intelectual''.

Hoy, a 219 años de aquel hidalgo funesto, se puede vivir, a manera de homenaje, la experiencia incomparable de buscar el rastro de Voltaire en Internet. Basta con escribir su nombre en el buscador de Yahoo para descubrir, con cierta sorpresa, que hay más de 50 páginas dedicadas al gran señor de las letras, ¿y quién decía que Internet se ocupa de puras frivolidades?

El paso siguiente en este homenaje es la exploración de los sitios en donde aparece. Un rápido vistazo convierte aquella ``cierta sorpresa'' inicial en verdadero desconcierto: la inmensa mayoría de las páginas husmean alrededor de la vida y obra del Cabaret Voltaire; no de aquel antro en Zurich donde se originó el movimiento Dadá con un desfile de modas fastuoso que incluía el célebre disfraz de Sardina Lesbiana; sino el Cabaret Voltaire que es banda de rock. Descontada esa inmensa mayoría, podemos visitar las otras tres páginas que restan. Todavía entusiasmados con el homenaje, nos internamos en la primera que se titula, simple y esperanzadoramente: Voltaire. Aparece una página en negro en donde poco a poco va configurándose una leyenda en letras estilo gótico que dice: ``Bienvenidos Humanos''. Aunque la bienvenida es demasiado amplia, hacemos click sobre la leyenda para seguir con la exploración. Lo siguiente que aparece es la fotografía del rostro de un individuo, de barba y greña alborotada, con una frente enorme donde aparece el nombre de Voltaire. Debajo de la foto dice: ``Voltaire, animador y performer''. Montados en la curiosidad de averiguar quién es ese mamarracho, le damos otro click para que aparezca su biografía que empieza, sin ningún pudor, con la primera obra que confeccionó en película Super 8 a los 10 años de edad. Suficiente.

Pasamos, desanimados, de la página del animador a la siguiente que tiene el ya de por sí resbaloso título de Café Voltaire. Luego del click aparece esta leyenda: Kitten with a Whip (Gatito con látigo); y abajo, para ilustrar la leyenda, un gatito en kimono restallando un látigo. En el texto que inicia a los pies del gato-sado, nos enteramos de que se trata de una comedia en un solo acto, escrita por Jack Heibing y presentada en un multiforo de nombre Café Voltaire, ubicado en Oak Park, Illinois.

La última opción le regresa a esta pesquisa bizarra, el grado de homenaje a Voltaire: se trata de una página dedicada al filósofo francés, diseñada por la universidad de Oxford. Aquí se puede murmurar este consuelo: una de 50 no está mal.

El destino de Voltaire en Internet se parece un poco al de sus huesos, que son prácticamente ilocalizables. Pasaron de la abadía de Scelliers al Panteón. De ahí fueron exhumados y desperdigamos, junto con los de su rival Rousseau, por una banda de fanáticos.

Pero la historia triste de sus huesos queda compensada por otra historia: En París, en la Biblioteca Nacional Francesa, prisionero en el pedestal de una de sus estatuas, sobrevive el único resto del gran Voltaire: su corazón.