Para la casta dorada de billonarios que actualmente domina la economía mexicana, los matrimonios son un excelente instrumento para consolidar fortunas, pero también para reforzar alianzas entre plutócratas y políticos. Es más, las fiestas matrimoniales son un espacio idóneo para congregar al dinero y el poder, como lo indican las páginas sociales de la prensa.
El ejemplo más alucinante de la prepotencia de las familias más ricas del país queda claramente ilustrada en el más reciente número de la revista titulada The billionaire: un estilo de vida,que se edita en el Distrito Federal. Esta publicación nos ilustra acerca de los gustos de los nuevos y viejos ricos. Ofrece a su público lector anuncios de venta de diversos artículos y la lista incluye aviones particulares, propiedades de más de un millón de dólares en Beverly Hills, yates de lujo y automóviles Ferrari, Mercedes Benz y Rolls Royce. Se trata de un mercado que está fuera del alcance de los ingresos de 99.9 por ciento de la población de México.
Para complementar las secciones comerciales de la revista se ofrecen resúmenes apretados de matrimonios entre los billonarios. Un excelente ejemplo es la reciente boda de la hija de Carlos Hank González con el hijo de la acaudalada familia de los Bitar-Romo. A este acto asistieron numerosos políticos-empresarios, entre ellos Miguel Alemán Magnani, Gustavo Díaz Ordaz, Jacobo Zabludovsky, Alejandro Elías Calles y Roberto González Barrera, este último consuegro del anfitrión de la fiesta. Otros enlaces que han aparecido en los meses recientes en las páginas de este boletín de la sociedad billonaria incluyen son la del propio Miguel Alemán Magnani y la boda de la nieta del multimillonario Mario Vázquez Raña, dueño de una cadena de tiendas y periódicos. No es extraño que numerosas alianzas entre plutócratas se celebren en haciendas, lo cual sugiere el carácter aristocrático de estos acontecimientos.
Todo esto recuerda el fin del siglo pasado, cuando los matrimonios entre políticos y ricos empresarios y hacendados estaban a la orden del día. ¿Estaremos ante un regreso al porfiriato en lo que se refiere a la cada vez más extraordinaria concentración del ingreso en manos de unas cuantas familias vinculadas entre sí? Todo indica que así es, aunque también podría concluir de manera violenta, como sucedió en 1910. Es evidente que la situación de hoy es diferente, pero ¿quien negará que las contradicciones sociales son igualmente flagrantes en este fin de siglo?