Eduardo Montes
Semanas decisivas

A 36 días de los comicios del 6 de julio, si nos atenemos a las preferencias expresadas en la mayoría de las encuestas, la victoria electoral parece al alcance de la mano del PRD. Dichos sondeos indican, sin duda, tendencias sociales que reflejan la aspiración firme de la mayoría de la población del DF a elegir un jefe de gobierno de la oposición, que no hará milagros pero sí posibilitará los cambios políticos, económicos y sociales reclamados por las franjas más gruesas de la población. Este escenario está produciendo algunas reacciones: en el PRD y en la base social simpatizante de Cárdenas provocan un justificado entusiasmo y optimismo, que si no se instala firmemente en la realidad puede convertirse en un peligroso triunfalismo autocomplaciente, consistente sólo en esperar el 6 de julio para celebrar la victoria de Cárdenas. Por su parte, en el PRI y en el PAN generan la determinación de hacer todo cuanto esté a su alcance para evitar la victoria perredista.

Tanto para el PRD que encabeza las preferencias como para el PRI y el PAN, los próximos días, semanas, serán decisivas. Para el primero es vital afianzar su posición ventajosa entre el electorado, evitar las provocaciones y los errores --el más peligroso de ellos, el trinfalismo--; además, rechazar las calumnias y montar una maquinaria amplia y eficaz para vigilar la transparencia de los comicios.

Aunque lejos de la posición del partido del sol azteca, nerviosos y angustiados por las debilidades y tropiezos de sus campañas, ni el PRI ni el PAN van a tirar la toalla. Por el contrario, cada cual desde sus particulares posiciones, pero convergentes en la acción, van a realizar en las próximas semanas, ya la están haciendo, la más enérgica ofensiva contra Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD, con la esperanza de enlodar su imagen, poner en duda su rectitud política y personal y, sobre todo explotar el miedo al cambio de hombres y de políticas.

A estas alturas del proceso electoral ni Castillo Peraza ni Alfredo del Mazo tienen interés en convencer de las bondades de sus posiciones y propuestas para ganar el respaldo de los electores. Castillo Peraza ha perdido la cabeza y la elección, y la obsesión del candidato priísta a la jefatura del gobierno del DF es hoy atacar a Cárdenas, calumniarlo a él y a otros candidatos perredistas, sembrar en círculos empresariales y en franjas de las capas medias temor irracional por la llegada al gobierno de la ciudad de un nuevo equipo gobernante encabezado por Cárdenas. Con eso pretende ocultar las propuestas democráticas del candidato perredista, de cambios moderados, viables y necesarios en el gobierno de la ciudad que se resumen en su lema de: una ciudad y un gobierno para todos.

Del Mazo defiende además, sin explicitarlo, el continuismo de las políticas priístas que en 70 años en el poder, y sobre todo en los lustros recientes, mostraron su incapacidad de gobernar para la mayoría de los mexicanos y resolver los problemas de injusticia social, de desigualdades crecientes, de incapacidad para inducir una más justa distribución del ingreso, fortalecer el mercado interno y crear así bases sanas para una economía sin crisis periódicas y sin los dramáticos índices de desempleo y miseria de la actualidad. Los ataques a Cárdenas pretenden desviar la atención sobre la desastrosa administración priísta de la ciudad que ha generado todos los problemas habidos y por haber: corrupción administrativa, inseguridad, transporte caótico, contaminación, agua insuficiente y de mala calidad, pésimos servicios municipales y muchos más que tienen harta a la población de la capital y la llevan a buscar otras opciones el 6 de julio. Al igual que todos los salinistas, Del Mazo acusa al PRD de ser el responsable de las numeresas marchas que congestionan la capital. Pero oculta lo principal: las manifestaciones de protesta tienen causas reales y éstas son provocadas por la incompetencia de los gobiernos priístas para solucionar conflictos, conciliar intereses, encauzar inconformidades.

Las próximas semanas serán decisivas. En su desesperación por detener la marcha de Cárdenas al gobierno del DF, el priísmo puede pasar de los ataques calumniosos a alguna provocación que meta al proceso en un callejón lleno de peligros que a nadie convienen. El priísmo debe admitir que ha llegado la hora de la alternancia, sin la cual no hay democracia.