La Jornada sábado 31 de mayo de 1997

Elena Poniatowska
Gabriela Mistral: resplandor vivo

En enero de 1923, Gabriela Mistral, invitada a México por el secretario de Educación José Vasconcelos, presidió el Congreso del Niño. Entonces dijo que el empequeñecimiento de los hombres empieza con la corrupción femenina. Gabriela se manifestó en contra de la quietud y el conformismo. Al contrario, alabó a la mujer que se atreve, a la que discute, a la que toma la palabra, a la que exige para sus hijos una escuela con sol en la que se les enseñe a decir ``no'', no a todo lo que violente su alma y su cuerpo. En un país de madres solteras como el nuestro, pidió que se aboliera el término de hijo ilegítimo y también denunció la miseria que hace que los niños sean obligados a ganarse la vida. Hoy, en la ciudad de México, son millones las mujeres que --a mucha honra-- trabajan, miles las que mantienen solas a sus hijos y 13 mil niños sobreviven en la calle. Por lo tanto, los propósitos de Gabriela Mistral en contra de la inercia tienen la misma actualidad que en 1923.

Gabriela Mistral --primer premio Nobel latinoamericano después de la Segunda Guerra Mundial--, en 1945, no sólo fue una gran poeta sino también una maestra creadora y una defensora de las mujeres. Pidió para ellas libertad y cultura y dijo que sin ellas no habría transformación de los pueblos. El reconocimiento, el cariño, el apoyo, la admiración que México le brindó cuando llegó por primera vez en 1922 llamándola: ``resplandor vivo que descubre a las almas sus secretos y a los pueblos sus destinos'' fue la plataforma de despegue que la hizo extender las alas y creer en sí misma. De aquí arrancó, desde aquí desbordó fronteras geográficas y el Popo y el Iztaccíhuatl la hicieron llegar a la cima: ``La montaña me da todo. Me eleva el alma intensamente, me aplaca y me vivifica'', escribió.

Volodia Teitelboim dijo que Gabriela se sentía la cordillera de los Andes. Tenía razón. Todas las mujeres son un poco montañas, algunas son volcanes, otras dulces colinas que buscan --como lo dijo otro chile nonotable--: ``el suave pecho, los labios del planeta''.

Octavio Paz, con quien me emociona compartir el premio, es un árbol que camina y cubre de verde la montaña, un árbol de noble copa cuyas ramas han enfrentado tormentas y relámpagos, un árbol de poesía de aquí a la eternidad.

Gabriela Mistral es para nosotras, las mujeres de América Latina, una maestra de singular estatura, de frente despejada que con su honradez de campesina y de mestiza, su talento de campesina y de mestiza, su poesía de campesina y de mestiza nos enseña el camino y por ello mismo se lo agradecemos profundamente, así como yo les agradezco, hoy en la noche, la presea que en su nombre me entregan. Muchas gracias.

* Texto leído el jueves pasado al recibir la condecoración Gabriela * Mistral en la embajada de Chile.