con amor
Para dar relieve, tono y tacto a la uniformidad blanca que los rodea, los esquimales califican más de veinte tipos de nieve. El habla popular rumana atesora un sinfín de nombres para denotar los diferentes tipos de vampiros, espíritus malignos y muertos-vivientes vengativos que pueblan la oscuridad, se comen la luna, dejan exhaustos a los hombres después de noches orgiásticas, bailan sus danzas endemoniadas en las orillas del pueblo y, generalmente, no dejan de atormentar a comunidades enteras. Antes de dejar rondar a los espíritus de este diccionario de pesadillas, cabe notar que Drácula, príncipe rumano de la mitad del siglo XV, llegado a la fama en el Occidente con la novela de Bram Stoker, no es el padre espiritual, ni siquiera el pariente lejano, de los vampiros en el folclor rumano. Al contrario, a pesar de su infame sed de sangre -no más insaciable que la de otros déspotas renacentistas o contemporáneos- y de cierta aura de lo macabro que lo rodea, Drácula, conocido más bien como Vlad Tepes por sus coterráneos, representa una figura heróica para el pueblo rumano. Por lo tanto, estos habitantes de la noche son independientes de cualquier personaje histórico y en algunos casos tienen su origen remoto en tiempos pre-cristianos. Strigoi (femenino strigoaica): espíritu que puede tomar la forma de varios animales (lobos, perros, cuervos o gallinas). Como la mayoría de los vampiros, el strigoi duerme de día; de noche, se junta con otros espíritus malignos. Las especies femeninas, las más crueles, succionan la sangre de los niños, estropean matrimonios, destruyen y dañan cosechas. De hecho, casi siempre se sospecha la presencia de un strigoi cuando una comunidad experimenta una gran destrucción. Moroi (femenino, moroaica): procreación de los no muertos, el espíritu de un niño no bautizado que atormenta a su madre. Vircolac: espíritu no bautizado, que se convierte en hombre-lobo después de la muerte. El vircolac dispone de poderes, particularmente sobre la luna, y causa los eclipses. ``L-a mincat-o vircolacii'', quiere decir: se la comieron los vircolaci. Pricolici: el muerto viviente que se levanta de la tumba para succionar la sangre de los vivientes. Puede ser un pariente malicioso, a menudo la sempiterna suegra, como en la siguiente anécdota recogida por el gran folclorista rumano, Ion Creanga: ``En Vaguilesti, Mehedinti, había un campesino, Dimitriu Vaideanu, originario de Transilvania. Sus niños murieron uno tras otro a los cuatro meses de recién nacidos, y alguno más grande se murió también. La gente empezó a sospechar cuál podría ser la causa. Luego de discutir, resolvieron llevar un caballo blanco al cementerio una noche, y ver si pasaba sobre todas las tumbas de los parientes de la esposa. Así lo hicieron, y el caballo saltó sobre todas las tumbas hasta que llegaron a la de la suegra, Joana Marta, que había sido bruja de gran nombradía. Entonces el caballo se detuvo, golpeó la tierra con sus patas, relinchó y bufó como sólo puede hacerlo un corcel ante una tumba adversa. En la noche, Dimitriu y su hijo llevaron velas y abrieron la tumba. Quedaron horrorizados ante lo que vieron. Ahí estaba Joana, sentada como un turco, el pelo largo le caía sobre la cara, su piel estaba enrojecida, las uñas le habían crecido mucho. La limpiaron y la santiguaron, le pusieron vino, colocaron paja y prendieron fuego a todo. Entonces, cubrieron la tierra y regresaron a casa.'' Iele (solamente plural y femenino): conjunto de vampiros femeninos que viajan en grupos de tres en tres o de siete en siete. Atacan a los hombres dormidos, provocando parálisis y locura. Los campesinos se alarman al ver áreas de pasto quemado porque suponen que hubo una fiesta de iele la noche anterior. Sburator (literalmente ``el que vuela''): hombre muy guapo, que de noche entra por la ventana y besa a las mujeres durante el sueño. Por lo tanto, ellas se encuentran muy adoloridas y cansadas al día siguiente. Hay muchos otros términos en rumano, como la joimarita (espíritu femenino maligno), la lighioana (espíritu impuro). Sin embargo, lo más sorprendente de este rico léxico es que, a pesar de la gran variedad de ``vampiros'' que pueblan la imaginación popular rumana, no existe el término genérico ``vampiro''.
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para Antonio Marimón
En el museo de Orsay, que guarda las grandes hazañas de la pintura francesa en el siglo XIX, se conserva un grupo de grandes cuadros académicos. Lo menos que puede decirse de ellos es que son perfectos. Qué habilidad en el dibujo, qué bien sacadas están las telas, el brillo de los metales, las ramas de los árboles, qué bien estudiados están la anatomía y los gestos de los personajes, que dulce la luz que baña las figuras. Estos cuadros, encumbrados en el favor oficial y del público, fueron el enemigo a vencer de Courbet, Delacroix y los impresionistas. Porque los grandes cuadros académicos, como que son perfectos, pero no nos dicen nada: todo está hecho como debe ser y, por lo tanto, son puntualmente previsibles, están en el grado cero de la invención y la sorpresa (que son gemelas monocigóticas) y son muy fríos, bien pensados, sin vaho ni palpitar humanos. No hay aventura en ellos, todo está calculado y previsto, no hay arriesgue. Ahora, también hubo un teatro, una música y una poesía que podríamos llamar académicos. El teatro que podríamos llamar ``académico'' se llamó justamente ``teatro bien hecho'' y su representante más conspicuo fue Victorien Sardou, rey indiscutible del dramón burgués. En sus obras todo estaba perfectamente calculado. La emoción estaba prevista y la línea argumental, en general complicada, se desarrollaba sin la menor contradicción, y al final, con lógica impecable, se revelaba quién era la hija de quién, o quién la heredera cuyo secreto había mantenido en vilo al espectador durante dos horas. Estaríamos equivocados si pensáramos que Sardou ya pasó y su teatro está difunto y enterrado. Nada de eso, el fantasma de Sardou acecha, porque su teatro no es sólo hecho histórico, sino tendencia del espíritu humano. Aparece cuando: 1) Calculamos en frío los efectos sobreordenando cerebralmente la peripecia. La vida no es así: su esencia es ser casi por completo impredecible, azarosa, semicaótica. 2) Aparece en los finales rotundos. En la vida real nada se acaba, toda herida por honda que sea se restaña y todo sigue adelante. Esto lo descubrió para el teatro Chéjov, el gran maestro del teatro contemporáneo. Hay que desconfiar de las obras en las que el protagonista muere al final, sobre todo si se suicida. 3) Aparece cuando el autor no ama con toda su alma la trivialidad, lo que no va a ninguna parte, pero cuya textura es disfrutable. Trivialidad y más trivialidad: Wittgenstein definía la tragedia como ``trivialidad organizada''. 4) En general, ¿cómo se escriben las bien hechas obras sardoulianas? Sí, pensando. ¿Y cómo se escriben las conmovedoras obras chejovianas? Sí, imaginando. Sólo esta alocada facultad nos permite dar el salto a lo imprevisible, a lo real, inexpicable y verdaderamente intenso. No organices, imagina, el orden le viene solo a lo imaginado. Haz como hacía Bacon, pinta un retrato perfecto y luego destrúyelo a pinceladas, y en un momento de la destrucción, detente. En el caos de pinceladas va a aparecer el verdadero rostro del retratado. No el rostro calculado y fotográfico, sino el auténtico y expresivo, es decir, la obra de arte. El arte, como el sentimiento, necesita la penumbra, la duda, la vacilación. Por último, es un error creer que lo académico es propio sólo del siglo pasado. Cada época genera su propio academicismo. La esencia del academicismo es que reduce el arte a reglas (en general implícitas, no escritas) y en su peor expresión a meras fórmulas. El academicismo es inevitable. La tarea del artista es alcanzar singularidad, individualidad frente a ese transfondo ya masivo y predecible. No hay ni puede haber teatro ni pintura bien hechas, quítate eso de la cabeza, porque ésa es la tentación vana del academicismo. El propósito del autor de teatro, como el del pintor, no es ni puede ser hacer bien su trabajo, sino hacerlo de manera muy personal. Por eso pedía Rilke: ``escribe un poema que sólo tú puedas escribir''. Si ese poema es bueno o no, interesante o no, ya no es cosa tuya. No está en tu mano que tu obra de teatro sea buena o interesante, lo único que está a tu alcance es que sea genuina y profundamente tuya. La aventura del artista es encontrar su individualidad en el trabajo de arte. Lo personal y único que hay dentro de él puesto en términos de arte. Eso es todo y no hay de otra sopa. El arriesgue es la ley de este asunto, por eso es fascinante y vale tanto la pena.
Ovnis y paranoia
¿Cuáles podrían ser las razones para que una civilización extraterrestre nos visite de manera clandestina y deliberadamente oculte su presencia? En la revista The Excluded Middle, Martin Kottmeyer opina que hay tres respuestas posibles: 1) lo hacen por nuestro propio bien, son seres paternalistas que no nos quieren traumatizar; 2) nos están estudiando y cualquier interacción arruinaría la investigación; 3) son seres malignos que en realidad nos quieren utilizar. Independientemente de sus razones, es un hecho fácilmente comprobable que millones de personas en el mundo creen en la existencia de los ovnis. Algunos de estos creyentes militan activamente para concientizar a la gente y prepararnos para el aterrizaje definitivo; varios, incluso conducen programas de televisión en horarios privilegiados. Las ideas que circulan entre estos convencidos son una mezcla heterogénea de filosofías New Age, seudociencias, dogmas propagados por autodenominados expertos del fenómeno ovni y, sobre todo, grandes dosis de teorías conspiratorias y su principal combustible: paranoia. Prácticamente no se puede creer en los ovnis sin creer también en conspiraciones, ya que buena parte de las evidencias consisten en supuestos encubrimientos y complots gubernamentales. Creer en inteligencias extraterrestres superiores es una forma de consolación de quienes se sienten víctimas de las injusticias de los poderosos. Creer es una manera de integrarse a una comunidad. Como todo buen dogma de fe, la ovniología se construye a partir de la amenaza externa, de los enemigos de la verdad y de la mistificación de un relato pintoresco.
Educación dudosa
Uno de los principales problemas de los ovniólogos es que son profundamente reaccionarios. Estas autoridades han obtenido su educación/adoctrinamiento en toda clase de panfletos, tabloides, filosofías chatarra y programas de televisión amarillistas. Sus teorías suelen ser incoherentes y endebles. A falta de evidencias duras, requieren que la realidad sea muy flexible para que se adapte a sus afirmaciones. Estos investigadores y expertos se han contentado con documentar dudosos avistamientos y especular acerca de conspiraciones, entrevistar a testigos, contactados, secuestrados e implantados. Los creyentes han acumulado una gran colección de pruebas de las visitas y existencia de civilizaciones extraterrestres: aunque es cierto que algunas presentan serios problemas para ser descifradas, se ha demostrado que la mayoría son falsificaciones o fenómenos explicables. Fuera de eso no se han preocupado por seguir una metodología rigurosa. A estas alturas, deberían haber entendido que no será una imagen lo que finalmente probará de manera irrefutable sus alegatos. Además, a medida que se perfeccionan y abaratan las tecnologías digitales de procesamiento de imágenes la calidad de las falsificaciones aumenta de manera vertiginosa y nos acercamos a una era en que toda fotografía será sospechosa. Algo semejante ocurre respecto de los testimonios de secuestros o abducciones. La mayoría de los secuestrados por extraterrestres ha descubierto mediante hipnosis que el origen de sus problemas físicos y mentales se debe a uno o varios secuestros extraterrestres. Hoy sabemos que por medio de la hipnosis es mucho más fácil implantar memorias falsas y distorsionar recuerdos que desenterrar recuerdos o vivencias reprimidas. Las publicaciones dedicadas al fenómeno ovni son mero entretenimiento escrito en tono solemne por una serie de amateurs que en general no sabe nada de ciencia, y en muchos casos tampoco de gramática, pero que finalmente no requieren de rigor ya que están enfocadas a predicar entre conversos. No obstante, no todos los ovniólogos pueden ser puestos en el mismo costal de mediocridad; hay algunos que han hecho trabajo de campo serio, como aquellos que han corrido riesgos reales al dedicarse a registrar clandestinamente lo que sucede en ciertas bases militares, como la celebrada çrea 51, o bien a espiar las siniestras actividades de las agencias de inteligencia.
El mito de Roswell
Entre los iniciados hay una palabra que resume la principal revelación de su credo: Roswell. Ningún encuentro cercano de cualquier tipo es más relevante que el supuesto choque de un platillo volador en las cercanías de la población de Roswell, en Nuevo México. De acuerdo con la mayoría de las versiones, en junio de 1947 un ovni cayó a la tierra dejando a varios extraterrestres muertos y a otros mal heridos. Tras el precipitado anuncio de que un platillo volador había sido recuperado, el ejército desmintió el hecho y ridiculizó al oficial de inteligencia que dio la noticia a los medios. La versión oficial fue que se trataba de un simple globo meteorológico. Los creyentes aseguran que los restos del accidente y los cuerpos fueron transportados a diferentes bases militares para ser estudiados y almacenados como máximo secreto. Quien esto escribe no tiene la menor evidencia de que tal choque no haya tenido lugar, así como no la tiene de lo contrario. Los escépticos afirman que ninguna de estas pruebas soporta un cuestionamiento serio. El problema es que para la mayoría de los creyentes hace mucho que este asunto dejó de ser un debate racional para convertirse en una apasionada confrontación cuasi religiosa.
Naief Yehya
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