En su balance de las actividades de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la doctora Mireille Roccatti V., presidente de la misma, declaró muy atinadamente que, ``ante un mundo en proceso de globalización, en el cual algunos pregonan el fin de las ideologías, tal parece que uno de los últimos reductos de la moral social... es la asunción y universalización de la filosofía de los derechos humanos''. En esas palabras se destaca justamente que, en un mundo en el que, en nombre de la supuesta igualdad de todos ante el mercado y de la destrucción de las entidades comunitarias, más que nunca hay que preservar los individuos, las identidades y los derechos humanos y sociales. Por lo tanto, si en noviembre próximo nuestro país ha de ser la sede del IV Taller Internacional de Instituciones Nacionales de Protección y Promoción de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, habrá que redoblar los esfuerzos para ser consecuentes con los pronunciamientos oficiales y con las aspiraciones de los ciudadanos y permitir así que, como dijo el presidente Zedillo en la ceremonia en que la doctora Roccatti presentó su Primer Informe Anual de Actividades, nuestro país sea un lugar ``donde todo atropello a los ciudadanos sea debidamente sancionado''.
A este respecto es necesario hacer notar que el mismo informe de la doctora Roccatti muestra la existencia de alarmantes rezagos en la vida cotidiana, como la presentación nada menos que de 46 quejas por tortura o el hecho de que ninguna de las recomendaciones enviadas a la dirección general de Pemex, al gobierno del estado de Tabasco y a la Secretaría de la Reforma Agraria fueron aceptadas por las autoridades respectivas. Además, gran cantidad de violaciones de los derechos humanos, sobre todo en los medios indígenas de Guerrero y Chiapas pero no sólo en esas regiones, casi siempre son denunciadas pero muy pocas veces se convierten en quejas formales ante la Comisión Nacional. Es necesario, por lo tanto, comparar la realidad sobre la cual informa diariamente la prensa con el eco forzosamente débil de la misma en el número de expedientes y recomendaciones. Si se considera, por último, que en Tabasco el blanco de las protestas populares fueron, simultáneamente, Pemex, la SRA y el gobierno local, pues quienes veían violados sus derechos eran al mismo tiempo campesinos y ciudadanos, se puede comprobar fácilmente que la magnitud del problema planteado por la violación masiva y cotidiana de los derechos humanos mediante golpizas, allanamientos ilegales, desapariciones, torturas, destrucción de bienes y cultivos o negación de derechos desgraciadamente supera aún en mucho los logros, por meritorios e importantes que sean, obtenidos por la Comisión Nacional que preside la doctora Roccatti.
Efectivamente, como también aseveró el Presidente en sus palabras finales, ``la defensa de los derechos humanos fortalece la democracia, así como el ejercicio de las libertades''. Por eso, precisamente, es indispensable asegurar los derechos de las víctimas de siempre -los indígenas, los campesinos, los más pobres- para que en México impere un régimen legal y se acabe con la arbitrariedad y la prepotencia que impiden la plena vigencia de la democracia.