A lo largo de la historia moderna de México, la consolidación de las mayores fortunas generalmente ha dependido de una estrecha relación con las instancias del poder político. Los magnates contemporáneos no son una excepción: un buen número de ellos -entre los cuales se cuentan los billonarios Carlos Slim, Jorge Larrea, Roberto Hernández, Roberto González Barrera y Raymundo Gómez Flores, entre otros- se benefició del proceso de privatización emprendido por la administración de Carlos Salinas, y actualmente siguen estando muy cerca del poder político. En realidad la pregunta es si acaso los billonarios no son los verdaderos artífices de sectores claves del gobierno, que han diseñado una parte sustantiva de la política económica de la República.
Sin embargo, en esta época de rápida globalización debe observarse además que la influencia y las estrategias políticas de la plutocracia mexicana de nuestros días no se limita a la geografía nacional. Es más, ya comienza a tener una incidencia en otros países, llevando en ocasiones al estallido de conflictos políticos y escándalos periodísticos de envergadura, como ha ocurrido recientemente en España y Centroamérica.
Nos referimos, en el caso de España, a los debates provocados por la lucha desatada por el control del mercado de la televisión, en la cual el gigantesco consorcio Televisa aparece como un actor fundamental. El mismo presidente español, José María Aznar, ha tenido que intervenir públicamente para desmentir un supuesto financiamiento de su campaña política por la empresa multinacional mexicana.
En el caso de Centroamérica, al mismo tiempo, se observa una transparente y agresiva estrategia de intervención de un número de billonarios mexicanos. Julio Hernández ha señalado en una detallada nota publicada recientemente en este periódico que el denominado grupo de Atlacomulco, compuesto por empresarios-políticos encabezados por Carlos Hank González, se ha lanzado a un ambicioso proyecto para diseñar las grandes líneas de una creciente integración económica entre México y Centroamérica. Sus objetivos se centran en consolidar diversas inversiones en Costa Rica, en particular, aquellas protagonizadas por las ya gigantescas empresas mexicanas Tribasa, Maseca, Bimbo y Cervecería Modelo, que tienen interés en consolidar sus posiciones en las economías de los países centroamericanos, centralizando sus operaciones desde San José, donde tienen sus mejores aliados políticos en la región.
La globalización de los negocios implica, por consiguiente, que las grandes empresas mexicanas estén operando en el escenario político internacional. En otras palabras, los dueños de estas empresas, los nuevos billonrios mexicanos, no son simplemente agentes económicos poderosos, sino que también llegan a ser actores a veces influyentes en la política de otros países. ¿Hacia dónde se dirigen los billonarios y cómo influirán sus estrategias en la economía y la política de la República? La pregunta está abierta, pero las respuestas parecen inciertas.