En mayo de 1969, Jimi Hendrix fue detenido en el aeropuerto de Toronto por llevar heroína oculta en el estuche de una guitarra. La aprehensión fue grabada en video: al fondo de la típica sala de aeropuerto, puede verse la figura del guitarrista aproximándose a la lente de la cámara que está situada en la zona donde se revisa el equipaje. Viene acompañado de una mujer rubia teñida, que trabajaba en un bar de la ciudad de México y que, a propósito de casi nada y con varias botellas entre pecho, espalda y guitarra, había sido invitada por el guitarrista a su siguiente concierto en Toronto.
Jimi, según puede apreciarse en ese video tan oportuno, lleva sombrero, lentes oscuros, chamarra de flecos a lo cherokee, pantalones de mezclilla y botas a lo vaquero exterminador de cherokees. Carga dos guitarras en sus estuches y viene seguido por la rubia que arrastra dos maletas. Cuando llegan a la mesa de revisión, que está justamente abajo de la cámara, ya hemos visto que el revisor ha pedido refuerzos de manera disimulada, seguramente porque en la facha nada disimulada del guitarrista cabía un cargamento de cualquier cosa. De manera que cuando depositan el equipaje, un trío de aduaneros se entrega a la revisión escrupulosa de prendas arrugadas, botes de crema y champú, cuadernos y demás intimidades; hasta que un perro tan entrenado como feroz, brinca ladrando sobre uno de los estuches de guitarra. El aduanero más gordo quita a la fiera, abre el estuche, levanta la guitarra y en lo que pretende acomodarla en la mesa de revisión, la fiera se lanza en pos de una bolsa llena de polvo que se le revienta en las mandíbulas, provocando una nube que obstruye parcialmente la visibilidad. Hendrix y su rubia son esposados y trasladados a un sitio fuera del alcance de la cámara.
El guistarrista tuvo que pagar 10 mil dólares de fianza por el cargo de posesión de heroína. Los aduaneros no analizaron el polvo que había dispersado el perro, les bastó, como prueba de la posesión, los sellos de su pasaporte que indicaban claramente que Jimi acababa de estar en Afganistán, Pakistán e Irán, ese territorio de donde sale 80 por ciento de la heroína que se consume en Europa y que es mejor conocido, gracias a la forma que tienen los tres países juntos y a la visión gastronómica de los franceses, como Le corissant d'or (el croissant --o cuernito-- de oro).
El resto de la historia fue reconstruido por un videoasta mexicano, que adquirió el video en una subasta de Sotheby's y que, gracias a su exploración minuciosa, descubrió que la rubia de Hendrix llevaba uniforme de mesera y un gafete con el nombre de bar del Barón Rojo. A partir de este dato revelador, el videoasta amarró los cabos de una larga lista que empezaba con los testimonios de los meseros, se detenía en la reciente necropsia aplicada al perro aduanero de Canadá, y terminaba en los apuntes biográficos del mismo Hendrix.
En mayo de 1969, Jimi aterrizó en la ciudad de México procedente de, efectivamente, el croissant d'or. Cómo su avión traía siete horas de retraso y eso era el equivalente a toda la noche, Jimi salió del aeropuerto cargando sus maletas y se acomodó en una mesa del bar que estaba enfrente, Pidió bourbon straight en numerosas ocasiones, mientras contemplaba al guitarrista de bar que amenizaba el ambiente de ese sitio vacío. Cuando las ocasiones de bourbon eran ya escandalosamente numerosas, Hendrix empezó a intimar con la mesera rubia teñida que al final se iría con él. La teñida, que hablaba buen inglés turístico, le preguntó por las guitarras que constituían la mitad de su equipaje y al rato, como eran natural (porque se trataba del único cliente), el guitarrista de bar ya lo estaba invitando a que subiera al tarimón con una de sus guitarras. Jimi desenfundó a Becky, su guitarra azul platinado, conectó el plug, liquidó el bourbon de un solo trago vaquero (o quizá cherokee) y se puso a tocar y cantar una canción para la teñida, que según las conclusiones del videoasta era Foxy lady. El guitarrista de bar acabó cediendo su lugar al guitarrista guitarrista, que llevaba un ritmo que no terminaría hasta cerca de las 5 de la mañana, cuando anunció que debía irse. El cocinero, que entonces tenía 60 años, cuenta que en determinado momento, el guitarrista le pidió sus instrumentos para flamear plátanos al coñac y los aplicó en su guitarra platinada: ``la roció de alcohol, le arrimó un cerillo y siguió tocando con los dedos entre las llamas''.
Jimi abordó el avión con destino a Toronto, acompañado por la mesera. Ninguno de los asistentes a ese concierto accidental se enteró de que habían visto a un guitarrista de talla planetaria. La necropsia aplicada al perro aduanero de Canadá, reveló que la bolsa que se le reventó en las fauces, contenía un polvo especial para absorber la humedad en el interior del estuche de la guitarra.