Luis González Souza
Periodismo y transición

La ya famosa transición de México a la democracia está resultando demasiado confusa. Día a día emerge la misma y cada vez más preocupante pregunta: ¿estamos transitando a la democracia, o más bien al peor de los autoritarismos?

A las numerosas fracturas del México ``moderno'' estamos a punto de sumar otra más: un México electorero, donde nada parece importar sino las elecciones, frente a un México ninguneado (casi el mismo que el ``México profundo'' de Guillermo Bonfil), donde toda suerte de conflictos se acentúa al grado de casi convertirlo en un México de plano ingobernable; tanto más, cuanto más se le inyectan fórmulas del todo autoritarias, militaristas.

Extraña y frágil democracia aquella que resulte de una transición montada en llamas y bayonetas. Y ambas cosas --llamas y bayonetas-- ahora mismo podrían verse en guerras silenciosas como las de Chiapas y Guerrero, lo mismo que en el creciente hostigamiento a las organizaciones civiles (ONG), en particular las dedicadas a defender los derechos humanos. El problema es que el México ninguneado difícilmente se ve, porque son muy pocos los medios de comunicación que dejan verlo.

Tal vez allí radica, entonces, el eslabón perdido de nuestra transición: el eslabón idealmente constituido por un periodismo (escrito, radiofónico, televisivo) que no sólo informara bien, sino que en verdad ayudase a comunicar, de manera urgente, el México ninguneado con el México electorero. De ese modo, los medios cumplirían un papel central para una transición firme hacia la democracia. Enseguida podrían y deberían transformarse en medios ya no sólo de información veraz y de comunicación constructiva. También, en medios de oxigenación permanente de la democracia así alcanzada.

Para ello tendrían que ser medios... desde y para la democracia. Es decir, medios abiertos a toda la sociedad, para que todas sus franjas puedan expresar sus problemas, anhelos y demandas. Medios para facilitar la construcción de consensos, lo mismo que una fluída interlocución de la sociedad con las esferas del poder. En fin, medios que operan como voceros de la sociedad y no de quienes ya cuenta con múltiples recursos para expresarse (e imponerse).

Más que un Cuarto Poder o un anexo del único poder actual (el de la élite cobijada en el presidencialismo), los medios podrían y deberían servir para la forja de un nuevo poder: el de una ciudadanía entonces sí capaz de verificar que sus gobernantes cumplan con los mandatos para los cuales fueron elegidos, y siempre bajo el reencuentro --por demás urgente-- del poder con la ética.

Con excepciones tan honrosas como escasas, el periodismo mexicano se encuentra lejos de esos ideales. Todavía lo asfixian lastres como la autocensura, el mercantilismo y el servilismo hacia los poderosos. En general, los medios de comunicación todavía no asumen, y tal vez ni lo admitan, su responsabilidad social (e histórica, en momentos como éste).

Más bien oscilan entre el uso del periodismo como negocio y como coto de poder propio. Por eso no se interesan en el México ninguneado. Y, en casos todavía peores, se dedican a cultivar su olvido al tiempo que sacralizan al México electorero. Ello sin importar que, como lo ha registrado una y mil veces nuestra historia, las fuerzas decisivas para los cambios importantes habitan en el México ninguneado.

Sin embargo, las facetas brillantes de nuestra transición, también aquí producen noticias buenas. Más y más periodistas buscan cumplir con su responsabilidad democratizante. Así lo ilustra el coloquio ``Periodismo y transición democrática'' (donde ensayamos estas reflexiones) organizado hace unos días por la Fraternidad de Reporteros de México, junto con el Movimiento Ciudadano por la Democracia. De paso ahí se corroboró que también en el mundo electoral hay al menos una excepción honrosa. A diferencia de los candidatos del PAN y del PRI, Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) sí asistió a la mesa correspondiente (``Los candidatos ante los medios de comunicación'') y sin duda importante para quienes no hacen de las elecciones una fuga electorera.

Este 6 de junio volvió a conmemorarse El Día de la Libertad de Prensa. Ninguna libertad mejor que la ejercida. Ninguna prensa mejor que la coadyuvante a una firme transición democrática. Valga como nuestro epílogo conmemorativo.