La Jornada Semanal, 8 de junio de 1997


EL SEPTIEMBRE ALQUIMICO DE PROUST

Roland Barthes

Roland Barthes, al igual que Montaigne, hizo del ensayo otra forma de la autobiografía. Enemigo de los sistemas dogmáticos o academizantes, la obra de Barthes es una de las cúspides de la crítica literaria de este siglo que termina. En este ensayo, el autor de Mitología y El grado cero de la escritura analiza la obra de Marcel Proust a la luz de un descubrimiento fundamental en su biografía: el mes de septiembre de 1909. Durante esos días, de forma casi milagrosa el genial escritor pasó del tono ensayístico y fragmentario de su Contra Sainte-Beuve a la forma novelística y aglutinadora de En busca del tiempo perdido, obra a la que consagra el resto de su vida y por la que obtiene la inmortalidad literaria.


Todo parece indicar que la historia de la literatura posee pocos enigmas. He aquí uno que tiene a Proust por protagonista. Me intriga y me interesa tanto más puesto que se trata de un enigma creativo. (Los únicos pertinentes y que motivan a escribir.)

Nos gusta insistir en que Proust no escribió más que una obra, En busca del tiempo perdido, y que, aun siendo ésta nominalmente tardía, todas las publicaciones menores que la preceden no hacen sino prefigurarla. Está bien. Lo que no impide que la vida creativa de Marcel Proust tenga dos vertientes muy bien delimitadas. Hasta 1909, Proust lleva una vida mundana, escribe aquí y allá, busca, ensaya; no obstante, es evidente que la gran obra no llega. La muerte de su madre, en 1905, lo perturba demasiado, y lo retira un poco del mundo; sin embargo, las ganas de escribir las recobra pronto, sin que él pueda, parece, salir de una especie de agitación estéril. No obstante, el desasosiego se circunscribe y toma poco a poco la forma de una indecisión: ¿va a escribir (o quiere escribir) una novela o un ensayo? Prueba el ensayo, tomando parte de las ideas de Sainte-Beuve, pero de una manera novelesca, pues mezcla fragmentos de estética literaria, de escenas, diálogos, personajes que se hallarán más tarde en la Recherche. Este ensayo (palabra limitada) llamado Contra Sainte-Beuve, constituye un manuscrito que entrega al Fígaro en julio de 1909, y es rechazado en agosto. Aquí ocurre un episodio enigmático del cual no sabemos nada, un silencio que constituye esa pausa a la cual hacía alusión: ¿qué pasa durante ese mes de septiembre de 1909 en la vida o en la cabeza de Proust? Siempre reaparece biográficamente en octubre de ese mismo año. Ya lanzado a fondo a la escritura de la gran obra por la cual, desde entonces, sacrificará todo, llega con precisión la muerte a arrancarlo de ella. Hay pues dos lados, dos vertientes, en ese mes de septiembre de 1909: antes, lo mundano, la incertidumbre creativa; luego, el retiro, la rectitud (evidentemente, simplifico).

La apuesta de esta tranformación es a mis ojos la siguiente: todos los textos de Proust que preceden a la Recherche poseen un aspecto fragmentario, corto: pequeñas noveletas, algunos artículos y textos. Uno tiene la impresión de que los ingredientes están ahí (como se dice en cocina), pero que la operación que los transformará en guiso aún no ha tenido lugar: no es ``verdaderamente eso''. Y luego, de golpe, (septiembre de 1909), ``eso prende'': la mayonesa se incorpora y, desde entonces, no hay más que ir aumentando poco a poco. De ahí en adelante, Proust practica cada vez más la técnica de los ``agregamientos''. Restablece sin cesar el alimento a este organismo que se expande porque ya está bien formado. La misma grafía cambia: Proust, cierto, escribió ``a galope'', como él dice (y no deja de estar este ritmo manual en relación con el movimiento de su frase); sin embargo, en el momento en que la Recherche zarpa, la escritura cambia: ``se circunscribe'', ``se complica'', se sobrecarga de correcciones alternadas. En suma, durante ese mes de septiembre se produce en Proust una suerte de operación alquímica que transmuta el ensayo en novela, y la forma breve, discontinua, se convierte en forma larga, hilada, recubierta.

¿Qué ha pasado? ¿Cuál es la causa de que de repente aquello haya prendido, durante un mes estival en París? Y para siempre hasta la muerte de Proust, en 1922, y aún más allá, puesto que nuestra lectura presente, activa, no deja de aumentar la Recherche, de sobrealimentarla.

No creo en una determinación proveniente de la biografía; cierto, los eventos privados pueden tener una influencia decisiva sobre una obra, pero esta influencia es compleja, se ejerce con demora; no hay ninguna duda de que la muerte de la Madre haya de alguna forma ``fundado'' la Recherche; pero el libro no fue lanzado sino cuatro años después de esa muerte. Creo más bien en un descubrimiento de orden creador: Proust encontró un medio, quizá llanamente técnico, de hacer, de ``poseer'' la obra, de ``facilitar'' su escritura (en el sentido operativo de ``facilidad'').

Diría, intuitivamente, que eso que ha sido encontrado sin duda pertenece a una de las siguientes ``técnicas'' (o simultáneamente a varias): 1) una cierta manera de decir ``yo'', un modo de enunciación original que envuelve de una manera ambigua al autor, al narrador y al protagonista; 2) una ``verdad'' (poética) de nombres propios, a la postre retenidos para los sujetos importantes de la Recherche, ante lo cual Proust dudó mucho; la Recherche parece partir cuando los nombres ``correctos'' son hallados, y se sabe que hay en la novela misma una teoría del nombre propio; 3) un cambio de proporciones; en efecto, se puede hacer (química misteriosa) que un proyecto largamente bloqueado se decida, y como por inspiración, aumente su talla, pues en el orden estético la dimensión de una cosa determina el sentido; 4) en fin, una estructura novelesca, de la cual Proust tiene la revelación en la Comedia Humana; cito a Proust: ``la admirable invención de Balzac consiste en haber conservado los mismos personajes en todas sus novelas'' -procedimiento que Sainte-Beuve condenó, pero que para Proust es un rasgo genial. Es la importancia de conocer los retornos, coincidencias y trastornos a lo largo de la Recherche, y de cuánto Proust estaba orgulloso de esta composición por encabalgamiento, lo que produce que tal detalle insignificante dado al comienzo de la novela se vuelva a encontrar al final, como empujado, germinado, expandido. Se puede estimar que aquello que Proust ha descubierto es la eficacia novelesca de eso que podríamos llamar el ``injerto'' de figuras: plantadas aquí, seguidas discretamente (digamos al azar, la dama en rosa), que hace que una figura se vuelva a encontrar mucho después, por encabalgamiento, sobre una infinidad de relaciones, fundando una nueva descendencia (Odette).

Todo esto debería ser el objeto de una búsqueda a un tiempo biográfica y estructural. Y, por una vez, la erudición estaría quizá justificada e iluminaría a ``aquellos que quieren escribir''.