El jueves 29 de mayo, Hugo Sánchez hizo la jugada más insólita de su carrera: en el minuto 84 del partido pidió su cambio. Las luces del estadio Santiago Bernabeu se apagaron y un reflector iluminó al más codicioso de los delanteros que, por primera vez y para siempre, había decidido salir del campo. El mejor futbolista mexicano de la historia dijo adiós en un partido de fábula. El Real Madrid derrotó 4 a 1 al París Saint-Germain, con tres goles de Hugo, uno de ellos de excepcional media tijera. Hugo nunca tuvo el simpático carisma de Enrique Borja ni la estatura mítica de Antonio Carvajal. Más que un ídolo, fue un atleta, un héroe esforzado y breve. Su historia se escribe como un triunfo de la voluntad. Destacó como jugador juvenil y olímpico y la prensa francesa lo bautizó como El Niño de Oro; sin embargo, no parecía el más prometedor de su generación (Tapia y Rangel, sus compañeros en la delantera olímpica, eran arietes más contundentes). Para colmo, Hugo pasó al profesionalismo con los Pumas, el equipo donde Evanivaldo Castro Cabinho metía goles de todos colores. Quienes compartieron aquellos años con Hugo cuentan que se quedaba sólo en la cancha después de los entrenamientos, perfeccionando jugadas por su cuenta. Hugo no superó a Cabinho pero compartió con él un título de goleo, le encajó a Lavolpe dos chilenas en la misma temporada y fue contratado por el Atlético de Madrid. Su primer paso en la cancha del Manzanares fue dado con el pie izquierdo. Hugo no rindió lo que se esperaba de él y el Manito se transformó en el Indio. Un entrenador que apenas lo conocía, lo puso a jugar en la punta izquierda (la misma que poco después ocuparía el ciclón llamado Futre) y el mexicano se atoró una y otra vez en sus intentos de desborde. Como Krankl, Rossi, Müller y tantos históricos oportunistas del área chica, Hugo Sánchez sólo existe cuando anota. No recupera balones ni planea jugadas. Es el instante, la centella letal. Pero de esto se supo poco en su primera campaña con el Atlético. Hugo enfrentó las críticas de la prensa española, que en ocasiones lesionan más que los defensas. Su carácter se endureció y el joven sonriente, con lecturas inusuales para un futbolista, empezó a protegerse con la retadora altanería que le conocemos. Hoy en día, Hugo habla de sí mismo en tercera persona, como si se refiriera a Hidalgo. El camino hacia su propia estatua empezó en su segunda temporada en España, cuando literalmente jugó contra todas las expectativas. Ganó un Pichichi de máximo goleador con el Atlético y cuatro con el Real Madrid, un Botín de Oro (máximo goleador de Europa) en una de las ligas más competidas, reinventó el arte de la tijera y, ante el Logronés, dibujó uno de los goles más hermosos de la historia. Sus regresos a México nunca fueron gran cosa. Si primero se sobrepuso a los estadios racistas de España, luego tuvo que sobreponerse a la tribu que esperaba demasiado de él. En el Mundial de 1986 anotó un gol discreto y luego falló un penalty. Quedó fuera un partido, y cuando México derrotó a Bulgaria la afición coreó: ``México ganó porque Hugo no jugó.'' Años después, el futbol mexicano recibió un castigo inusual. Por falsificar papeles en un torneo juvenil (el affaire de ``los cachirules'') se nos privó de asistir a Italia '90. Nunca se había impuesto una pena de este tipo a una selección y se rumora que la FIFA procedió así para permitir que Estados Unidos, un país sin afición, fuera al Mundial y entusiasmara a los muchos inversionistas que debían apoyar el siguiente cotejo, celebrado, precisamente, en Estados Unidos. Guillermo Cañedo, a la sazón alto funcionario de la FIFA, no hizo nada para impedir el daño, y esto privó a Hugo Sánchez de participar en un Mundial en el mejor momento de su carrera. Con las camisetas del América, el Atlante y el Celaya, Hugo vivió en México una especie de retiro anticipado; se hacía expulsar cada dos partidos y resultaba más interesante por sus declaraciones que por lo que hacía en la cancha. En una entrevista en Proceso, Tomás Boy, quien fue capitán de la selección en 1986, dijo que Hugo había tardado cinco años en retirarse. A diferencia de Futre, quien se juró a sí mismo no arrastrarse jamás por la cancha, Hugo parecía dispuesto a intentar una tijera en muletas. Pero el retiro llegó al fin, en un partido en el que Michel, Butragueño, Gordillo y Martín Vázquez lo ayudaron a recordar al Madrid de las cinco ligas. Durante 90 minutos, los veteranos refutaron el tiempo. Hugo Sánchez tuvo la despedida de lo que tantas veces fue en el área chica: un héroe repentino.
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Balzac compartía con el pensamiento oriental la creencia en que la energía sexual y la creativa son una y la misma. Por lo tanto, si se emplea en prácticas eróticas, se gasta, y se pierde poder creador. ``Ahí dejé dos novelas'', comentó el maestro después de una noche particularmente ardiente. Bien sabía el autor de la Comedia Humana que no puede tenerse todo en esta vida, y menos al mismo tiempo. Balzac sentía marcada predilección erótica por las mujeres mayores que él. Por eso escribió ``sólo el último amor de una mujer puede satisfacer el primer amor de un hombre''. Frase autoritaria que no creo que suscriban muchos de los varones que ahora andan en los gozos y tribulaciones del primer amor. Para meditación de los aficionados al diván, recordaré que Balzac detestaba a su madre. Torres Bodet en su librito sobre el gran novelista se escandaliza con los duros dicterios que Balzac le dirige. ``No se habla así de una madre'', sentencia Torres Bodet con humor involuntario. Además de mayorcita, el corazón de Balzac pedía que la mujer fuera ligeramente bizca. Esta predilección no es tan singular y rara como podía pensarse. Descartes, entre otros, la compartía. En una carta a Chanut, para ser trasmitida a la reina Cristina, donde explica su principio de asociación (que dice que vinculamos dentro de nosotros hechos sin relación unos con otros) narra: ``Yo quería a una muchacha de mi edad que era un poco bizca. La impresión que se hacía por la vista en mi cerebro cuando miraba sus ojos perdidos, se unía de tal manera a la que se hacía para suscitar en mí la pasión del amor, que mucho después, cuando veía algún bizco, me sentía más inclinado a querer a esas personas que otras, sólo porque tenían ese defecto y yo no sabía que fuera por eso. Pero, desde que he reflexionado sobre el origen de mi asociación, ya no me conmueven.'' He aquí una página de estética erótica, disciplina poco cultivada que estudia las relaciones entre impulso erótico y apreciación estética. Ciertamente las relaciones existen, dado que nosotros hablamos en términos estéticos de los objetos de nuestros anhelos eróticos. De una mujer que nos atrae eróticamente decimos ``es hermosísima''. Pero hay otros términos en los que el carácter peculiar y la ambigüedad de la zona donde nos movemos se aprecía con mayor claridad. Pondré un solo ejemplo: la expresión ``está buenísima''. Obsérvese de esta última que va, no con el verbo ``ser'', sino con ``estar'', lo que le da un tono frutal, pues se refiere a un estado, no a un modo de ser, como decimos de un mango (también palabra de erótica estética) que está maduro o en sazón, es decir, en oportunidad de ser comido. También decimos del mango que ``está buenísimo''. Así pues, estamos ante un término estético que implica también oportunidad y hambre. Por eso, porque se señalan en ella el hambre y la oportunidad de saciarla, la expresión recoge no sé qué de urgencia, de ``no la dejes pasar, hay que hacer algo ahora mismo''. ``Está buenísima'' parece una expresión inventada por Schopenhauer, el más consistente y magistral expositor de la estética erótica. Para Schopenhauer habita dentro de nosotros una voluntad de la especie que nos hace actuar de esta u otra manera. Nosotros creemos que deseamos o actuamos libremente, pero no, la naturaleza nos usa como títeres o meros agentes de lo que ella necesita, es decir, reproducirse y durar sobre la tierra. Cada especie tiene esa urgencia primordial, desde el virus que se introduce en la célula para hacer réplicas de sí mismo hasta el hombre y la mujer que contraen matrimonio, todo lo vivo entona el mismo canto cuya letra es ``permanecer, permanecer''. Así, pues, la expresión ``está buenísima'' hace obvia referencia a los caracteres sexuales primarios y secundarios de la hembra, singular y descaradamente a su volumen, se aprecía en quien la usa con fruición anticipatoria un total sometimiento a la ciega voluntad de la especie en particular y de la naturaleza en general. ¿Es ese hombre, como se ha pretendido, un esclavo que ha renunciado a sus facultades racionales? Schopenhauer diría que por más que se refine la actitud, por más refinada que pueda llegar a ser la selectividad sexual de una persona, por ejemplo, cierta predilección por las mujeres estrábicas, como vimos al principio, la esencia es la misma: cumplir la voluntad de la especie. Quizá lo primero es el impulso erótico, y quizá la estética entera, incluidos Klee y Debussy, no son más que refinamientos de la original voluntad de permanecer. Ese misterioso, tal vez inexplicable, principio que expresó Spinoza diciendo ``todas las cosas quieren permanecer en su ser''.
Una nueva Belén polvosa
La palabra Roswell es ahora sinónimo de una serie de eventos, mitos, mártires y encubrimientos gubernamentales. El supuesto choque de una nave extraterrestre en Nuevo México es la piedra Rosetta de todo un sistema de creencias, el sacramento de un culto que bien podría ser una religión del futuro que tendría su Belén en la polvosa y desolada ciudad de Roswell. Así como el cristianismo, el roswellianismo nació a partir de una serie de hechos extraordinarios (difícilmente comprobables) que tuvieron lugar a mitad del desierto, tras haber sido anunciados por un objeto volador. Además, ambos credos tienen en común que fueron documentados por gente que no estuvo presente. No se sabe de ningún testigo vivo del Incidente de Roswell y ningún testimonio se ha salvado de pasar por el filtro de distorsión de los expertos. En Roswell ya existen dos museos del choque, aparte de que anualmente hay peregrinaciones de fieles y visitas guiadas.
El cruel calvario extraterrestre
La historia del Incidente de Roswell resulta sin duda fantástica. Es el relato trágico de unos viajeros espaciales que terminaron (muertos o malheridos) en manos de militares despiadados; una historia de ambición, mentiras, corrupción y autoritarismo que pone en duda la esencia misma de la democracia y la modernidad de Estados Unidos. Aparte, es un cuento en el que está presente una de las mayores amenazas que ha generado la tecnología: las armas nucleares. Roswell no se encuentra demasiado lejos de la zona del desierto de Nuevo México donde se experimentaba con tecnología de punta y armas de destrucción masiva, y en particular de çlamo Gordo, cuna de la bomba atómica. Los protagonistas de la historia son: los marcianos caídos, los siniestros oficiales que ocultaron la verdad (especialmente, la supermisteriosa brigada Majestic 12, que se encargó de recoger el tiradero), los trabajadores y soldados de menor nivel que tuvieron que guardar silencio a riesgo de ser asesinados, y los rancheros sobornados para que no dijeran nada o se retractaran de sus declaraciones. Para los creyentes no hay duda de que un ovni cayó a la Tierra, el problema radica en los detalles: si se estrelló en la planicie de San Agustín, como afirma Stanton Friedman, o al noroeste de Roswell, como dicen Don Schmitt y Kevin Randle.
Masificación del Incidente
El evento más importante para la ovniología durante el año pasado fue la transmisión de la supuesta autopsia de un extraterrestre. El video, que se ha vuelto el equivalente ovni del Santo Sudario, no tardó mucho en ser ridiculizado y expuesto como un fraude por verdaderos expertos tanto en autopsias como en documentación militar, efectos especiales y materiales fotográficos. No obstante, este trabajo sí convenció a muchos y dio dimensión de fenómeno de masas al Incidente de Roswell. Por débiles y contradictorios que parezcan los argumentos de los expertos ovniólogos, no hay duda de que deben buena parte de su fuerza a las inconsistencias, evidencias de falsificación y destrucción de bitácoras, reportes e informes por parte de diferentes dependencias gubernamentales. Uno de los pilares de la mitología ovni es el famoso Proyecto Blue Book, una iniciativa del ejército estadunidense para determinar la validez de las pruebas de la presencia extraterrestre en nuestro planeta. Blue Book concluyó que no había pruebas para afirmar que la Tierra había sido visitada por seres de otros mundos, con lo que sólo estimularon la desconfianza. Para alimentar más el fuego, el ejército declaró recientemente que sí había mentido en 1947 respecto de los restos encontrados en Roswell; el objeto recuperado no era un globo meteorológico sino parte de un sistema de monitoreo militar supersecreto llamado Proyecto Mogul.
La red del país donde viven los ovnis
La épica de los platillos voladores ha encontrado su medio natural de difusión en Internet. Como afirma Richard Thieme, en su artículo ``How to Build an UFO... Story'', Internet es un gigantesco supermercado de imágenes y palabras sobre la subcultura de los ovnis. Páginas del web, grupos de Usenet, Gopher y tableros electrónicos por docena, constituyen los verdaderos seminarios de esa nueva fe. En el ciberespacio los ovnis son, más que una realidad, el sustento y cohesión de muchas comunidades virtuales. Ahí se discuten 24 horas al día todos los aspectos concernientes a las visitas amistosas, los secuestros, los intercambios y las agresiones de los alienígenas. Ahí circulan las noticias más viejas y más frescas acerca de todo lo relacionado con el fenómeno. Ahí se validan y se desacreditan teorías y testimonios, se confrontan opiniones de expertos y las pruebas que éstos aplican a las evidencias. Ahí se ha creado un verdadero mercado de reliquias, videos, fotos, souvenirs y curiosidades que está enriqueciendo a mucha gente. Ahí se están escribiendo los evangelios virtuales de este culto finisecular a los seres que vienen de los cielos a bordo de máquinas metálicas.
Naief Yehya
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