La Jornada Semanal, 8 de junio de 1997
(fragmentos)
Mi niña, quisiera traerte
los farolitos de los lirios
para que alumbren tu sueño.
Quisiera traerte
un pequeño huerto
dibujado con el polvo de las flores
sobre el ala de una mariposa
para que tu sueño azul pasee.
Quisiera traerte
una crucecita de luz del alba
y dos de mis versos como rayos cruzados
para que te conjuren el mal
y te alumbren,
no vaya a ser que te tropieces, mi niña,
descalza y tierna,
con las espinas de la sombra.
Duerme.
Crece pronto.
Tienes mucho camino que andar, niña mía,
y no tienes más que dos sandalias de cielo.
Duerme.
La cara de tu mamá se ilumina
sobre los montecillos rosados de tu sueño,
luna de primavera
entre las espigas de sus desvelos
y las rosas de mis canciones.
Duerme, mi niña.
Es largo el camino.
Has de crecer.
Es largo
[...]
Duerme, mi niña.
Entre dos destellos cual sonrisas
un apacible cervatillo te mira.
El cervatillo trae para ti en su boca
un pequeño río de estrellas, pequeñito,
y dos cerezas.
Y yo te tejo,
te tejo tejo, mi niña,
con varas -varitas de mimbre
tomadas de los rayos más dorados-
te tejo tejo
una cesta pequeña, pequeñita,
para que la cuelgues de tu bracito brazo
y salgas al camino, niña,
y lo que pongas dentro, mi niña,
una sombra o una piedrita o un soldadito de plomo,
se volverá luz blanca y lirio añil.
Duerme.
Crece pronto.
Nuestra vida es amarga -muy amarga, niña,
y hemos de arreglarla
para que tu vida sea dulce -muy dulce.
Duerme, mi niña.
En una rama de acacias -acacias sonrisas
en una ramita de estrellas
colgamos cual banderitas nuestra respiración
para airear tus cabellos,
y también colgamos una espadita de luz para que le quites
la cáscara de sombra a los duraznos del amanecer.
Duerme.
[...]
¿Dónde andabas, niña mía, antes de venir?
Donde se funde el amor de la madre
con el amor del padre,
donde se funde el amor de los hombres
es tu patria.
Pero... ¿dónde andabas tú, niña mía, antes de venir?
Traes el rocío del cielo en tu frente
y los reflejos del mar en tus ojos.
Estuviste caminando abajo -abajo entre las algas,
anduviste paseando arriba -arriba entre las nubes.
Peces y estrellas, semillas y aves
confiaron su secreto a tu silencio.
No vas a repetirlo.
Guardas el secreto entre tus ojos.
Mañana o tal vez después lo buscarás para vivir.
Atravesaste por el misterio del mundo
y llegaste aquí para encontrarlo
nombrarlo
cambiarlo.
¿Cómo vas a encontrarlo?
¿Cómo vas a cambiarlo?
Un poco en la sombra,
otro poco en la luz,
oculto siempre en el silencio-
Haz, niña, del silencio voz
y de la voz canción.
En una de tus manitas el antes
y en la otra el después
y en nuestros desvelos el ahora.
Frente al silencio profundo,
frente a la sombra profunda,
tú eres la luz no interrogada
y la duda azul.
Mira cerca, mira lejos-
eres sonrisa nueva
y hondo trozo de inmortalidad.
Contigo comienzo todo de nuevo, niña mía,
la luz, la sombra y el silencio.
Sopla en nuestros cabellos la eternidad
y en nuestro corazón se arrebolan los frutos.
Las patas de mi silla
echaron hojas,
el respaldo de mi silla
floreció-
una nueva estrella,
estrella azul-
¿Adónde nos llama?
¿Todavía está lejos nuestra casa?
¿Está en el ayer o en el mañana?
¿Está en ninguna parte nuestra casa?
Ah, niña mía, nuestra casa
no es la casa en que vivimos
sino la que construimos.
Camina, mi niña -
es largo
El camino es nuestra casa.
Camina, mi niña.
Traducción: Selma Ancira
Yannis Ritsos, nació en 1909 en una isla del Peloponeso. Es uno de los poetas griegos más importantes del siglo. De su primera etapa creativa, marcada por un tono narrativo, destacan los libros Epitafio (1936) y Sinfonía primaveral (1938). La segunda etapa, más dentro de la lírica tradicional griega, con poemas al mar Egeo y al mundo helénico, termina con la ocupación nazi, que lo vuelve un poeta combativo y épico. El libro Tortura (1943) marca esta etapa cretiva y de lucha contra la ocupación de Grecia. La cuarta etapa (1948-1952) está determinada por el exilio y la cárcel. En 1954 se reinstala en Atenas y contrae matrimonio. Sus libros más importates son Desvelo (1954) que continene su poema quizá más conocido ``Lo griego''. Otros títulos La sonata bajo la luz de la luna (1956), El árbol de la cárcel (1963) y los dos vólumes de Testimonios (1963-1964). El poema que aquí presentamos lo escribió en 1955, en ocasión del nacimiento de su hija Elefthería.