Los actos del gobierno de Ernesto Zedillo dan la impresión de que tiene el compromiso con Estados Unidos de completar en la (posible) segunda mitad de su sexenio (1997-1999) la entrega del país, y para ello sólo tiene un escollo: salir sin mayores contratiempos de la coyuntura electoral de 1997.
1. Ernesto Zedillo y el grupo salinista en el poder, al contrario de lo que dice la propaganda oficial, no están arriesgando gran cosa el próximo 6 de julio, pues sea cual fuere el resultado de las elecciones legislativas, tienen garantizado un Congreso subordinado al proyecto trasnacional, pues a) pusieron un ``candado'' en la Constitución para que no se renovara en esta ocasión la mitad del Senado, y en consecuencia no estuviesen en posibilidad de perder la mayoría en dicha Cámara, y b) tienen el compromiso de los dirigentes panistas de que el blanquiazul no hará alianza alguna con el PRD en la Cámara de Diputados para conformar una mayoría de oposición e impulsar una transición, con lo que tienen asegurada una mayoría neoliberal (PRI-PAN) en esa Cámara.
2. La campaña electoral de 1997, que será recordada como una de las más sucias de nuestra historia, no tiene más objetivos para el PRI que a) preservar su posición como primera fuerza electoral en el Congreso, de ser posible como ``mayoría absoluta'' en las dos cámaras (gracias al principio de la sobrerrepresentación consignado en el artículo 54 constitucional) y, de no ser así, como la primera minoría o, en otras palabras, como el mayor de los tres partidos minoritarios, y b) no perder más de una de las siete gubernaturas en disputa (Nuevo León o el Distrito Federal), que al parecer será esta última, aún y cuando están haciendo hasta lo imposible por evitarlo.
3. La campaña sucia en los medios contra Cuauhtémoc Cárdenas, orquestada por el régimen (es decir, por Los Pinos y por Bucareli), instrumentada por los medios salinistas (Imevisión y Televisa) y tolerada por el IFE (que también se ha hecho el distraído ante las irregularidades del padrón y el gasto descomunal del PRI), bastaría para que en cualquier régimen democrático el proceso electoral fuese anulado, pero aquí no es el caso.
4. El ``sistema'' mexicano está ahí: tambaleándose pero aún de pie, con todos sus aparatos y mecanismos de control actuando en plena impunidad, y en particular con un partido de Estado (que se resiste a ser una organización democrática), con un Ejecutivo que se niega a someterse a la legalidad y que se regodea en proteger la impunidad criminal de su predecesor y, lo que es más grave: cuyo único programa es el de proseguir la venta del país. Y todo ello en un marco de desastre institucional: sin que exista un poder Judicial autónomo, ni municipios libres ni libertades sindicales. Y nada de esto va a cambiar el 6 de julio.
5. ¿Quién puede imaginar que hay una transición cuando un gobierno sostenido desde el exterior antepone los intereses financieros trasnacionales a los derechos de los mexicanos? ¿Y cuando Carlos Salinas, asociado a capitales extranjeros, se ha apropiado de las riquezas básicas del país y sigue mandando impunemente en México?
6. ¿Quién podría pensar que hay una democracia en México, o que ésta va a venir en unas semanas, cuando la realidad lo desmiente todos los días, como en el caso de Chiapas en donde el gobierno sigue sin cumplir los Acuerdos que suscribió en San Andrés con el EZLN, y prosigue impunemente militarizando las Cañadas y la Selva Lacandona?
7. Las elecciones de 1997, salvo en el caso del Distrito Federal, no pondrán en riesgo el control de los salinistas sobre el aparato de Estado, y tanto para Zedillo como para el grupo tecnocrático no tienen más que un solo objetivo: permitirles una campaña en el exterior para convencer a los gobiernos occidentales, a los círculos financieros y a la prensa internacional de que la transición ya se produjo en México, y ésto no se oculta. En el show propagandístico que montó para anunciar el Pronafide, Zedillo pretendió nada menos que en México ya hay democracia y que es un éxito la recuperación económica (3 de junio).
8. La estrategia oficial está clara: Ernesto Zedillo sabe bien que su zalea política (y la misión que le tienen encomendada los organismos financieros internacionales) depende del hecho de que las elecciones no sean cuestionadas, y por eso mismo estaría dispuesto a hacer concesiones al PAN o al PRD para ganar perdiendo, y preparar entonces el escenario importante: el del año 2000.
9. La operación de Estado se ha montado cuidadosamente y no es de extrañar que el IFE, ante la incapacidad que tienen de cambiar a la burocracia electoral, someter a Zedillo y al PRI a la ley, y organizar elecciones democráticas, dedique sus esfuerzos a sumarse a la campaña publicitaria del gobierno, y lleguen a afirmar que la transición se consumará el 6 de julio.
10. El pueblo ciudadano tiene, sin embargo, una alternativa: no darle un solo voto al PRI y a los partidos aliados del ``sistema'', y decirles no a Salinas y a Zedillo para conferirle a las elecciones otra dimensión: la de un plebiscito para el cambio.