A casi un mes de las elecciones, lo previsible es que el clima político se siga enrareciendo. El encono entre partidos, el ánimo de diferenciar sus propuestas, puede llevar a nuevos escándalos y revelaciones, y a acentuar las acusaciones. Para algunos esta escalada es normal en época electoral, consustancial a la confrontación política; para otros ha rebasado ya los límites de lo deseable y atenta contra la convivencia. Sea como fuere, lo importante es intentar saber qué pasará el día después.
Hasta ahora los discursos de los partidos han sido especialmente ásperos con sus contrincantes, pero una vez pasada la elección todos ellos inevitablemente tendrán que cohabitar. Esos discursos deberán ser modificados para dar paso a un ánimo de reconciliación. La misma figura presidencial, que ha optado por sumarse a la contienda, tendrá que rehacer sus alegatos y proponer los nuevos términos de la convivencia. Las campañas, pues, han enturbiado el horizonte de lo que será la nueva circunstancia política del país.
En este sentido, un gesto que podría contribuir a sanear desde ahora el clima del día después es que todos los actores hicieran un compromiso explícito con la legalidad. Ello le quitaría a los comicios una parte de la incertidumbre. Saber que más allá de la defensa legítima de los derechos que sientan conculcados los partidos se conducirán por los cauces institucionales puede ser de gran ayuda para el proceso. Incluso, en el caso del Distrito Federal, sería muy reconfortante introducir en nuestra liturgia política el generoso gesto mediante el cual los candidatos perdedores acudieran a la sede del candidato ganador a expresarle sus felicitaciones.
Reconocer resultados generales, sin detrimento de interponer los recursos que se consideren pertinentes para corregir cifras, puede ser un gesto de civilidad que mucho honraría a los partidos y ayudaría a aclarar el horizonte poselectoral.
Las inéditas situaciones que generarán los próximos comicios afectarán sin duda el ritmo y el formato en que se conducirá el cambio político, será necesario arribar a nuevas reglas y arreglos. Allanar ese camino desde ahora significa adoptar actitudes constructivas que sobre todo le den certidumbre al futuro del país. Las campañas nos han nublado la vista, hoy resulta difícil imaginar cómo será la convivencia entre los partidos después del 6 de julio.
A todos conviene poner la mira en el día después, y desde ahora tender puentes de colaboración. Ojalá la confrontación electoral no sea una escalada de ataques tal que impida cualquier labor de reconstrucción