La Jornada 9 de junio de 1997

Iván Restrepo
ECO y las prioridades gubernamentales

Parecería una determinación correcta convertir en una institución netamente mexicana al actual Centro Panamericano de Ecología y Salud, luego de demostrar la bondad de su labor durante 20 años. Podría pensarse que es un paso más en el camino por reforzar el amplio y aún no cubierto campo de estudios sobre toxicología, ingeniería y epidemiología ambientales, y la evaluación de riesgos. Mas todo indica que se trata de cerrar de la peor manera una institución que la comunidad científica de nuestro país y del resto de América Latina tiene en alto aprecio.

Alegando, en parte, limitaciones financieras, el Centro, mejor conocido como ECO, será absorbido por la Secretaría de Salud (Ssa). Se espera que sus responsabilidades internacionales, expresadas en diversos proyectos de investigación y en los recursos humanos que posee, se reubiquen en alguna otra nación del continente.

Conscientes de los graves problemas de salud pública, fruto de la desordenada industrialización de sus países, los gobiernos de América Latina y El Caribe acordaron crear en 1975 un centro especializado para estudiar, prevenir y remediar esos problemas. Contaron para ello con la amplia colaboración de la Organización Panamericana de la Salud y de la Organización Mundial de la Salud. Cinco años después la joven institución se instaló en un funcional edificio construido ex profeso en el municipio de Metepec, estado de México.

El mandato conferido originalmente a ECO se amplió en 1983 a fin de apoyar en los daños que causan al hombre los contaminantes químicos de origen industrial y agrícola; así como en la creación de otros centros que sirvieran de contraparte en diversos lugares de Latinoamérica y El Caribe a fin de fomentar el adiestramiento e intercambio de información y programas en las áreas de su incumbencia. También se amplió para diseñar programas de seguridad vinculados con sustancias químicas. El ejemplo más inquietante, no siempre el menos grave, es el de los plaguicidas, que inciden en amplios sectores de la población expuesta.

Aunque siempre con carencias presupuestales, ECO ha cumplido con creces su tarea en la investigación, docencia y asesoría formando y capacitando a cientos de profesionales, además de coordinar unos 400 cursos de especialización en beneficio de 11 mil especialistas. Con su contribución se establececieron cinco maestrías en salud ambiental que funcionan en la región. No menos efectivo es su aporte en el campo científico internacional a través de sus expertos en epidemiología e ingeniería ambiental, en toxicología y evaluación de riesgos, áreas en las que los recursos humanos son muy escasos, en contraste con los problemas que se arrastran por la exposición humana a sustancias contaminantes. Luego de dos décadas de presencia internacional, ECO logró acumular el más considerable y rico acervo de información bibilográfica sobre temas prioritarios. Destaca la biblioteca sobre salud ambiental, la más completa de América Latina y El Caribe, y que sirve como guía lo mismo a dependencias oficiales, que a universidades, institutos de investigación, especialistas en la materia y público en general.

No hay duda que arrumbar a ECO en alguna parte de la Ssa no dejará ningún bien al país. De ser un centro neutral, con peso en las negociaciones y en las discusiones sobre salud y ambiente a nivel regional, se convertirá en una dependencia más sujeta a los vaivenes siempre inciertos y cambiantes de la burocracia, que muchas veces responde a intereses personales y de capilla y no a los de la sociedad. Por otro lado, se pierde la capacidad de convocatoria que ahora tiene como centro internacional para obtener recursos diversos que faciliten abordar los problemas de salud y ambiente, hoy tan actuales por el TLC. Todo lo anterior enmarcado en el papel de avanzada que México ha jugado ante la comunidad latinoamericana en el área de salud ambiental, tarea en la cual ECO ha participado destacadamente.

El argumento de que el carácter internacional de ECO finaliza por cuestiones financieras (la contribución de nuestro país disminuyó considerablemente en los dos últimos años), convence menos pues, nos dicen, ya estamos en plena recuperación. Por lo tanto debería haber recursos suficientes para la investigación vinculada con la salud y el ambiente; para garantizar el bienestar de las familias, especialmente las expuestas a sustancias químicas. Por eso, desaparecer una institución como la descrita en este espacio, demuestra en dónde están realmente las prioridades gubernamentales