La Jornada jueves 12 de junio de 1997

Octavio Rodríguez Araujo
Paradojas en la UNAM

En referencia al artículo de mi amigo José Blanco sobre el bien llamado pase automático en la UNAM, quisiera hacer algunas consideraciones.

En primer lugar, los pocos o muchos ``opositores'' y ``delincuentes'' (según Blanco) a lo aprobado por el Consejo Universitario, difícilmente fueron consultados, y no porque no tengan ``nada que ver con las decisiones en ciernes'', sino porque con criterios como el suyo no había por qué consultar a los miembros de la comunidad universitaria sobre asuntos que tienen que ver no sólo con la UNAM sino con el futuro de la educación media-superior y superior en México.

Yo fui consultado; supongo que por haber sido laureado con el Premio Universidad Nacional y no porque estuviera intentando ingresar a una licenciatura o a un posgrado. ¿Por qué no habrían de ser consultados los estudiantes? El mismo error cometió el rector Ignacio Chávez allá por 1966 (por asunto semejante), en tiempos de Díaz Ordaz, es decir antes de que se hablara en México de tolerancia, flexibilidad, democracia, pluralidad, etcétera.

El llamado pase automático tenía un sentido, por lo menos de lógica y de coherencia universitaria. Si la calificación aprobatoria en la UNAM es 6, ¿por qué pedir un promedio superior para ingresar a otro ciclo dentro de la misma UNAM? Lo menos que se puede decir es que la UNAM se cuestiona a sí misma con este requerimiento. Peor aún, si otorga el mismo diploma de bachillerato a un estudiante de 6 de promedio o de 8 de promedio, pero el de 6 no puede continuar sus estudios, es la UNAM la que no está reconociendo sus diplomas, no el estudiante. Al estudiante le están diciendo que con 6 de promedio es bachiller, tan bachiller como quien obtiene 10 de promedio, pero la misma UNAM le niega al primero la posibilidad de continuar con una licenciatura, ¿entonces la UNAM le está dando un diploma de mentiras al estudiante? ¿Le está tomando el pelo?

Se argumenta que este requerimiento es una medida de equidad con quienes egresen de bachilleratos distintos a los que ofrece la UNAM. ¿Por qué tal medida de equidad? Cualquier universidad tiene derecho a hacer un examen de admisión y a exigir un cierto promedio de ingreso a quien venga de otra institución. Esto ocurre en cualquier parte del mundo.

Se argumenta, en la propuesta de la Comisión del Trabajo Académico del Consejo Universitario para el caso (en el punto 7 de su informe del 20 de mayo de 1997), que lo que preserva el carácter nacional de la UNAM es que los egresados de bachilleratos externos a la misma puedan ingresar a ella; y a esto le llaman equidad. Esto no es cierto. La UNAM es nacional porque así fue denominada desde 1910 (denominación ratificada con la Ley Orgánica de 1945, después de haber perdido su ``carácter nacional'' por un breve periodo con la Ley Orgánica de 1933). Si este argumento fuera cierto, entonces varias universidades estatales que tienen bachillerato en su sistema serían también nacionales al aceptar, como aceptan, egresados de otros bachilleratos.

¿Equidad? Veamos: a los egresados del bachillerato de la UNAM sólo se les admitirá en licenciatura si obtienen 7 de promedio y terminaron sus estudios en un máximo de 4 años. ¿Y en qué punto de los acuerdos del Consejo Universitario de su reunión del 9 de junio se dice lo mismo para los bachilleres de otras instituciones? Con base en la nota de José Gil Olmos y Alma Muñoz en este diario, se deduce que un egresado de otro bachillerato puede hacer sus estudios en, digamos, 10 años y con 7 de promedio puede optar a una licenciatura en la UNAM, pero no si es egresado de ésta. Algo no está bien.

Debe quedar claro para mis lectores que me cuento entre quienes piensan que en la UNAM, en algunas de sus escuelas y facultades, el nivel académico ha decaído mucho, y no sólo entre los alumnos sino también entre los profesores, y que no estoy de acuerdo con esto. No sé exactamente cómo corregir esta situación para mejorarla. Pero sí sé que una medida menos paradójica que la aprobada por los consejeros habría sido mejorar el nivel del bachillerato (y también el de los siguientes ciclos escolares, incluyendo los posgrados) para que la calificación de 6 equivaliera de verdad a aprobado, y los diplomas y títulos que otorga la UNAM fueran todos de igual valor, y no unos de primera y otros de segunda y rechazados por la propia UNAM.