ASTILLERO Ť Julio Hernández López
En 1987, el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIS-UNAM) incluyó en una lista de sacadólares a la familia de Antonio del Valle Ruiz, el presidente de la Asociación de Banqueros de México, quien ahora alerta contra el riesgo de ``salidas masivas de capital'' si se aplicara el programa económico del PRD.
La información no proviene de la rotura de ningún secreto bancario bital (no es alusión bancaria, sino simple error ortográfico), sino de la edición de La Jornada del 15 de diciembre de 1987, en donde se publicó un extenso reportaje sobre las 114 familias que acaparaban entonces las ganancias bursátiles de México y sobre los ``destacados sacadólares'' de aquella época.
En el trabajo del IIS-UNAM se menciona a la familia Valle Talavera como depositaria de un millón de dólares en Madrid y a la de Del Valle Ruiz como acaparadora de la actividad bursátil. Antonio del Valle Talavera fue el padre de Antonio del Valle Ruiz. La investigación hemerográfica hecha ayer por Astillero no encontró ningún desmentido o aclaración posterior a la publicación del caso. En la Asociación de Banqueros de México se habló con una secretaria, quien se identificó como Maribel, para pedir comunicación con Del Valle Ruiz y confirmar o desmentir la acusación de que su familia sacó dólares casi 10 años atrás, pero no hubo respuesta.
De acuerdo con el instituto universitario citado, los llamados empresarios financieros fueron, a la vez, los principales sacadólares y los beneficiarios del subsidio cambiario otorgado por el gobierno mediante el Fideicomiso para la Cobertura de Riesgo conocido como Ficorca.
En aquel tiempo, la familia Del Valle (Talavera y Ruiz) era accionista destacada de Prolar, Hulera El Centenario, Nalcomex, Química Penwalt, Porcelanite, París Londres, Synkro, Cannon Mills, Grupo El Asturiano, La Interamericana Compañía de Seguros, La Latinoamericana de Seguros, Seguros Independencia, Fianzas de México, Delta, Fodelta y Casa de Bolsa Prime. También los Del Valle fueron accionistas mayoritarios en el Banco de Crédito y Servicio (Bancreser, que ahora se llama Bancrecer) antes de la expropiación del sistema bancario que realizó José López Portillo el 1o. de septiembre de 1982 y llegaron a tener intereses en otras instituciones financieras, como es el caso de Banamex.
El ya para entonces llamado Grupo Prime buscó quedarse en 1991 con algún banco y participó fallidamente en las licitaciones de Comermex, Somex y Atlántico.
Finalmente, Prime y el Banco Internacional se fusionaron para crear el Grupo Financiero Bital.
Saldos del neoliberalismo
El llamado de alerta de Del Valle Ruiz en vísperas electorales recuerda el anteriormente hecho por Roberto Hernández, de Banamex, en 1994, advirtiendo que en caso de que el triunfador presidencial no fuera Ernesto Zedillo habría un caos económico. Ganó Zedillo y vino el caos de diciembre de 1994.
Por otra parte, resulta altamente esclarecedor el hecho de que, según datos históricos del Instituto Nacional de Estadísticas, Geografía e Informática (INEGI), en los años del neoliberalismo mexicano, de diciembre de 1982 a diciembre de 1996 (o dicho de otra manera, durante los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas), han salido del país aproximadamente 25 mil millones de dólares, con todo y la aplicación de los programas económicos del PRI y la entusiasta aprobación del sector empresarial, destacadamente el bancario-bursátil luego de la reprivatización anunciada el 2 de mayo de 1990 por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.
Otro dato importante es que, según la Reserva Federal de Estados Unidos, al cierre de 1996 los depósitos de mexicanos en bancos de aquel país alcanzaron los 31 mil 250 millones de dólares, cifra que en términos muy gruesos equivaldría a la tercera parte de los depósitos hechos en el mismo año en la banca mexicana. Mención aparte merecerían los depósitos en otros países como Suiza y, desde luego, en los paraísos fiscales isleños.
Bajo estas consideraciones, resalta con más nitidez el sentido esencialmente político-electorero del llamado hecho por Del Valle Ruiz en nombre de los banqueros mexicanos. No se trata de una alarma popular, sino de un chantaje político y un buen abono a la cuenta del miedo con la que se pretende frenar el voto en favor de Cuauhtémoc Cárdenas y los candidatos perredistas en general.
Demostrado está que los instrumentos reales para saquear a México en cuestión de horas no han sido otros que los bancarios y que los beneficiados verdaderos de todas esas operaciones han sido justamente quienes hoy, enlazados con los intereses amenazados por las variables de una eventual alteración de las reglas tradicionales del control político, lanzan la piedra sin recordar que antes, y ahora, han sido los ganadores netos del saqueo de dólares con el que hoy pretenden espantar al electorado.
Votar o no votar
¿Vendrá Carlos Salinas de Gortari a votar?
¿Tal será el motivo que le llevó a mencionar a Julio Scherer que pronto estaría en México?
¿O se abstendrá de sufragar, aceptando así su condición de virtual exilio y proscripción?
Y, en caso de venir, ¿diría que votó en favor de su partido, el Revolucionario Institucional, o lo secreto del voto le serviría para eludir su definición partidista?
Votar o no votar, tal sería el dilema del jefe de las instituciones mexicanas durante el sexenio pasado.
Venir a México a cumplir con el ritual cívico para demostrar que se está en ejercicio pleno de derechos y que la residencia en Dublín es un mero detalle transitorio.
O eludir el posible acoso, las provocaciones, acaso la agresión física.
En esa línea, la avanzada exploratoria ha sido José Córdoba y el reporte a la superioridad es el de que se puede avanzar ondeando la banderita de ``No hay pruebas'', que el ex jefe de la oficina presidencial pretende haber tomado como ganancia del careo del pasado lunes.
Sin embargo, la eventual presencia de Salinas de Gortari el 6 de julio podría tener consecuencias desestabilizantes para el zedillismo. Parecería una provocación. Exaltaría a los sectores duros del sistema que alientan las acciones sucias para frenar al cardenismo y generaría una irritación social de tal magnitud que los candidatos priístas tendrían un buen pretexto para explicar sus derrotas.
Pero, por otra parte, Salinas de Gortari no puede eludir el cumplimiento del acto fundamental de la vida política: el ejercicio del voto. No atreverse a venir a México sería aceptar que el rechazo a su figura es tan fuerte que le impide presentarse en público, que su estancia en el exterior sí es el exilio que él pretende negar y disfrazar y estaría colocándose en una situación de falta ciudadana que políticamente le llevaría a una condición de inhabilitado por propia decisión.
Dos últimas preguntas sobre el tema:
¿Habrá ido el ciudadano Carlos Salinas de Gortari a dar su nuevo domicilio ante las autoridades electorales y se habrá presentado a recoger su nueva credencial de elector, o mantendrá como domicilio el anterior, es decir, Los Pinos?
Y, ¿se atrevería el ciudadano Carlos Salinas de Gortari a venir a votar al Distrito Federal o daría alguna excusa para hacerlo de pasada en alguna casilla de provincia, tal vez de la frontera norte, para sufragar por la lista nacional de senadores?
Y la irónica circunstancia de que habiendo impedido como Presidente de la República que se aprobara la posibilidad del voto en embajadas y consulados mexicanos en el extranjero, ahora el ex presidente no podrá ir tranquilamente, caminando, tal vez solitario, a depositar su voto en favor del PRI en la misión diplomática de México en Irlanda.