``Y su querida Rusia, qué tal?'', me preguntan seguido. ``Mejor de lo que usted piensa'', contesto siempre, porque así lo creo. Podría, como todo el mundo, enseñarles la cara sombría de Rusia, una vez más. Ese país no puede de un día para otro borrar 80 años de historia, por más que la nueva generación, la que tenía 10, 20 años en 1985, no tenga tiempo de ocuparse del pasado, porque tiene que ocuparse del presente. Leszek Kolakowski nos decía, hace tres semanas, que la historia de Rusia es una historia que, una vez y otra, vuelve a comenzar desde el principio: borrón y cuenta nueva.
Sin embargo, Rusia se está volviendo un país normal, cada día más, hasta en sus defectos. En ese sentido se podría parecer a muchos países de América Latina, incluso a México: confusión entre política y negocios, jugosas privatizaciones, enriquecimientos ilícitos y concentración de la riqueza, violencia, corrupción, narcotráfico, violación de los derechos civiles, autoritarismo... Rusia tiene un pasado mucho más opresivo que México, Brasil o Venezuela; ¿será deveras su situación presente muy excepcional?
Experimenta un fenómeno totalmente nuevo: el nacimiento de una clase social político-empresarial. Estados Unidos adquirió la suya en el siglo pasado; México vivió la misma experiencia en su Revolución, cuando sus generales se transformaban en políticos y sus políticos en empresarios. En Rusia, esa nueva clase incorpora los elementos más jóvenes, más versátiles de la antigua nomenklatura soviética, pero es esencialmente nueva. En Francia las grandes fortunas de hoy fueron creciendo generación tras generación en los dos últimos siglos; en México a lo largo de dos o tres generaciones. En Rusia esos clanes no existen; están naciendo. Sus fundadores tienen entre 27 y 60 años; son los Almazán, Garza Sada, Azcárraga, Salinas, Slim de Rusia.
Como en nuestra revolución, la fuente de las enormes fortunas de los ``nuevos rusos'' se sitúa en la política. Los grandes banqueros, dueños de los principales negocios y de los medios de comunicación, están estrechamente ligados al ``partido del poder''. A dicho partido deben su propiedad, que era propiedad del Estado. Como en la revolución mexicana, esos hombres son jóvenes, muy jóvenes. Los que gobiernan a Rusia son un grupo de políticos y de empresarios en el cual, muchas veces el individuo es a la vez político y empresario.
Para entender esa situación creo que nuestra historia postrevolucionaria, o la de Estados Unidos a fines del siglo XIX, a principios del siglo XX, es aclaradora: pobreza, una profunda crisis económica, surgimiento de grandes fortunas a través de negocios no muy limpios que digamos, a la unión de la política y del dinero. Una de las características más peculiares de esas épocas de robber barons o de generales millonarios es la rapacidad, la concupiscencia, el deseo sin freno de ganar dinero. Ahora le toca a Rusia, y la mejor manera de entenderlo es tomar en serio el chiste según el cual en Rusia hay sólo dos partidos, el del rublo y el del dólar. Ahí está la transformación en capitalistas duros y bravos de cuantos jerarcas comunistas de la perestroika, empezando por el mismo Gorbachov, quien administra muy bien su Fundación y cotiza a precio de oro los minutos y los segundos de su valioso tiempo. Imposible entrevistarlo, necesitaría mi sueldo (SNI incluido) de un año.
Ahí está la novedad: en la historia de Rusia, el peso de un cristianismo monástico, ascético, obligó siempre a la sociedad a mantener en secreto el deseo de dinero. De cierta manera el bolchevismo, el comunismo ruso fue la última protesta moral contra ``el Mamón de iniquidad'' que triunfaba con el despegue industrial y capitalista en Rusia (a la hora de nuestro Porfiriato). Eso se acabó. Hoy mis colegas, sus estudiantes, como toda la gente de menos de 40 años, hablan de cómo ganar más, cómo comprar un departamento mejor o una casa de campo, o irse de vacaciones. Estos ven el futuro con optimismo, a diferencia de la gente mayor o de los que viven en regiones llenas de fábricas inservibles, herencia del Complejo Militar o Industrial. Son los nuevos pobres (a veces no tan nuevos) de Rusia, totalmente confundidos y desesperados. Pero Inglaterra, Estados Unidos, México ¿no conocen semejante división social, cada día agravada?