Paulina Fernández
Marcha europea

Nunca antes nos habíamos parecido tanto a los europeos, y no es que estemos ascendiendo al primer mundo sino que la globalización de la economía y sus premisas neoliberales, están haciendo descender a las mayorías de todos los países a niveles inferiores de bienestar, profundizando las desigualdades económicas y sociales de los pueblos, en todo el mundo.

Las semejanzas entre países secularmente diferentes también se presentan en los discursos oficiales de los encargados de aplicar y defender en cada país las políticas decididas en el exterior. Así la solución al desempleo, problema que por diversas razones se está considerando el más importante en toda sociedad, se mantiene como una promesa permanentemente incumplida, al mismo tiempo que constituye un problema cada vez más grave. A partir de análisis comparativos, de años recientes y de los países que conforman la Unión Europea, se ha concluido que ``el paro'' --como le dicen en castellano-- no tiene solución dentro del actual modelo de sociedad y de desarrollo en Europa, porque la nueva tecnología, la competitividad y el aumento del beneficio empresarial no conlleva creación de empleo.

Según la Oficina europea de estadísticas sobre el desempleo, el 10.8 por ciento de la población económicamente activa de la Unión Europea se encuentra sin empleo (Le Monde, 16/04/97), lo cual significa que cerca de 20 millones de personas no tienen trabajo y que 50 millones de seres humanos viven por debajo del umbral de la pobreza en Europa (A Amsterdam, boletín de información, No. 4, Madrid, abril de 1997).

Las cifras del desempleo europeo revelan su verdadera magnitud cuando se les ubica en perspectiva y se recuerda que antes de entrar en crisis, los países de la Unión Europea en conjunto estaban muy cerca del pleno empleo, con tasas de desocupación de 2 al 3 por ciento. De acuerdo con Michel Husson, la primera recesión generalizada de 1974-75 hizo subir el desempleo un primer escalón al 6 por ciento; le siguió muy pronto un segundo escalón con la recesión de principios de los años 80 y la tasa del desempleo rebasó el 10 por ciento. En la segunda mitad de los años 80, el crecimiento permitió la creación de empleos e hizo retroceder la tasa de desempleo al 8 por ciento. Pero las esperanzas que despertó este aumento fueron rápidamente apagadas por la recesión de principios de los años 90, que elevó por encima del 10 por ciento la tasa de desempleo. El periodo de crecimiento récord del empleo entre 1985 y 1990 fue seguido de un periodo de baja récord: seis millones de empleos --uno de cada 25-- fueron destruidos entre 1991 y 1994.

Los datos anteriores muestran que la apertura comercial no puede por sí misma crear constantemente empleos, y esta comprobación es más evidente en dos países que recientemente se integraron a la Unión Europea: en Suecia la tasa de desempleo pasó de 1.8 por ciento en 1990, a 9.8 por ciento en 1994, y en Finlandia de 3.4 por ciento la tasa de desempleo se elevó a 18.4 por ciento, en el mismo lapso (M. Husson, ``Ch“mage et précarité en Europe'').

Entre los trabajadores, con y sin empleo en Europa, hay conocimiento de esta situación, no hay resignación ante lo que los gobiernos quisieran que se aceptara como una fatalidad pasajera, y han traducido su rechazo a esa Europa neoliberal en una serie de actividades encaminadas a construir una Europa social. A partir del 14 de junio de este 1997 llegarán a Amsterdam los jefes de gobierno y de Estado de los 15 países que conforman la Unión Europea, para celebrar una reunión cumbre sobre las reformas al Tratado de Maastricht. Se teme que esta Conferencia Intergubernamental se limite a cuestiones institucionales y que además, los discursos sobre la prioridad del empleo contengan medidas que deterioren todavía más la ya precaria situación de los asalariados.

Por este motivo, el 14 de junio se dieron cita en Amsterdam miles de personas que salieron el 12 de abril de este año, desde diversas y lejanas ciudades, integrándose a una ``Marcha europea contra el paro, la precariedad y la exclusión social''. El interés que mueve y une esa marcha de trabajadores, solidaria, internacional, es una Europa social, al servicio de los ciudadanos, que garantice a todos el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la seguridad social.

Hasta donde se sabe, esta es la primera vez que una manifestación de tal magnitud tiene lugar en toda en Europa. El ejemplo de los obreros europeos puede ser también el principio del fin de los excesos del neoliberalismo, que en todo el mundo sacrifica a las mayorías de los pueblos en favor del capital.