La Jornada sábado 14 de junio de 1997

León Bendesky
Democracia sin amenazas

A escasos 20 días de las elecciones para el Congreso y para elegir gobernador del Distrito Federal se mueven cada vez más las distintas fuerzas políticas y económicas. Las aguas se revuelven mientras arrecian los ataques de lo que aparece como el sector oficial ampliado en contra de la oposición. Al mismo tiempo que el gobierno da a conocer su programa de financiamiento del desarrollo, critica abiertamente los programas económicos del PAN y el PRD y, ante la insuficiencia de la integridad de su partido recluta para el ataque a líderes de los banqueros y empresarios.

Hasta ahí las disputas podrían situarse en el campo de las batallas electorales, pero rebasan rápidamente ese terreno cuando se convierten en advertencias acerca de la inestabilidad económica que puede generarse si el PRI no gana las elecciones. Las amenazas de Antonio del Valle, director de Bital y presidente de la Asociación Mexicana de Bancos, recuerdan las que en 1994 hiciera Roberto Hernández, de Banamex, a quien le salió el tiro por la culata cuando la crisis más profunda de esta economía estalló apenas a 19 días de iniciarse la nueva administración. Estos son los riesgos de los compromisos políticos y económicos que se han creado desde 1982 y que hasta hoy han favorecido permanentemente a los hombres del sector financiero, no así a las instituciones bancarias, que acabaron al borde de la quiebra y se están chupando buena parte de los recursos públicos. Son tan grandes los compromisos existentes que los banqueros parecen forzados a tener que seguir tomando los riesgos y jugársela con el gobierno, en un ejemplo poco digno de la vida republicana. Ya sabemos que la historia siempre se repite, sea como tragedia o como farsa. Si es una farsa, menos mal: el exhibicionismo es una cuestión que compete a la psicología, pero si es una tragedia sabemos igualmente que no hay quién nos proteja.

A la revoltura preelectoral se contribuye también desde fuera del país. El diario The Wall Street Journal publicó en su edición del 13 de junio una nota titulada ``La política mexicana causa fugas de capitales'' y cuyo carácter es, para decirlo elegantemente, engañoso y superficial. No hay evidencias en el mercado de que se estén demandado grandes cantidades de dólares para sacarlos del país; es más, el dólar ha estado relativamente estable y a un precio de 7.95 y ocho pesos se le ve barato. Existen siempre en épocas como esta opciones de coberturas cambiarias por parte de grandes empresas y, también, decisiones de protección que toman algunos individuos. Esta demanda de dólares se ha compensado en demasía con entradas de capitales que sacan ventaja de los movimientos de las tasas de interés. Lo que se aprecia en el mercado de dinero es que las tasas a seis meses y un año han bajado en los últimos meses y, ciertamente, podrían ser más bajas si no hubiera elecciones. Lo que parece pretender el influyente periódico financiero es crear un entorno de especulación que, en las condiciones actuales puede generar grandes ganancias con variaciones muy pequeñas en la cotización del tipo de cambio. Para ello ya se preparan los que hacen esas transacciones, quienes mueven grandes volúmenes de divisas, y para ello tenemos que prepararnos también todos los demás, pues es claro que nos va a costar. No puede descartarse que haya otros motivos por parte del periódico neoyorquino para provocar la inestabilidad, puesto que ya hubo una corrida contra el peso originada desde la compañía Dow Jones, dueña de ese diario y a la cual pertenecía entonces Carlos Salinas.

La revoltura política que se está provocando dentro y fuera es bastante irresponsable y puede revertirse, dañando fuertemente al mismo gobierno. El compromiso que ha adoptado Ernesto Zedillo por medio del Pronafide es reducir la inestabilidad financiera y evitar que estalle una nueva crisis hacia el año 2000. Este no es, por cierto, un compromiso menor, a pesar de la estrechez de las metas fijadas para el crecimiento, y no puede estar condicionado al resultado de las elecciones, puesto que ello significaría que la precariedad política y económica es de veras muy grande. El curso de la economía está fijado por las cuestiones estructurales que limitan las posibilidades de su expansión y establecen las condiciones de su financiamiento sin que se incurra en nuevos desequilibrios que provoquen la recurrente escasez de divisas. Ese es el verdadero cuestionamiento de la política económica y no puede ponerse en el marco de los resultados de las elecciones.

La transición a la democracia es uno de los temas favoritos de esta etapa de la vida del país. Los esfuerzos hechos por las fuerzas políticas y las organizaciones ciudadanas no pueden caer en una modalidad light de la democracia. Las provocaciones y las amenazas no son compatibles con las promesas de reforma que ha hecho el gobierno y que no son una dádiva sino resultado de las legítimas demandas de la sociedad. No se sabe qué pasará el 6 de julio, pero nada de lo que ocurra debe estar condicionado, y menos con advertencias sobre una posible inestabilidad. No se vale crear un entorno de desconfianza respecto al posible triunfo opositor en las elecciones cuando no existe realmente el temor de que el cambio político en México vaya a provocar el caos.