La Jornada sábado 14 de junio de 1997

Carlos Fuentes
Benítez y Pacheco en Veracruz

Obedezco al impulso de situar este gran homenaje a Fernando Benítez y José Emilio Pacheco bajo el recuerdo de Alfonso Reyes, el mejor escritor y el mayor humanista de nuestro siglo mexicano. Reyes amaba a Veracruz y solía pasar temporadas en el Hotel Imperial aquí en el puerto. Le gustaba mirar lejos, como si el Golfo se continuase a lo largo del océano hasta encontrar al Mediterráneo, ``donde espumoso el mar siciliano'', recordaba Reyes a Góngora, inicia su viaje de regreso a Veracruz.

En medio de ese viaje de ida y vuelta, cargado de los tesoros de América a Europa y de Europa a América, Reyes, desde Veracruz, evocaba a Italia y a Garcilaso, sobre todo la línea del poeta toledano que dice: ``Moró mucho en Lombardía para aprender cortesía'', y que Reyes utilizó como epígrafe de un bello libro llamado, precisamente, Cortesía.

La cortesía era alma y hábito de Alfonso Reyes, pero nosotros, que se la dábamos como algo natural a nuestro mayor, la transformábamos, entre nosotros, en amistad. Pues hoy en Veracruz, lo que celebramos es esa dimensión de la cortesía que es la amistad, mi amistad con Fernando Benítez y José Emilio Pacheco. Los tres, siendo de generaciones diferentes, fuimos amigos y admiradores de Alfonso Reyes y en ello encuentro el primer impulso de la amistad personal y literaria que nos une a los tres.

Los tres, siendo de familias distintas, tenemos en común la raíz veracruzana --Benítez es Gutiérrez Zamora, Pacheco es Berny, y yo soy, además de Fuentes, Vélez y Boettiger. Los tres reclamamos un pedacito de la prodigiosa herencia veracruzana que hoy celebramos diciéndole a Fernando: Viejo amigo, te quiero desde que nos conocimos, cuanto tú tenías 40 años y yo 22, viejo amigo inmediato, como si la amistad inicial supiera ya su destino largo e inquebrantable, y diciéndole a José Emilio: joven amigo, lo fuiste desde que nos conocimos, cuando tú tenías 18 años y yo 28. Ahora somos, también, Fernando, José Emilio y yo, viejos amigos sin dejar de ser, como ayer, los tres, jóvenes escritores, unidos por esa juventud eterna que es la creación literaria devota, entusiasta e interminable.

A los dos, Fernando y José Emilio, a la sombra de Alfonso Reyes y Veracruz, les recuerdo que el recuerdo es un acto de renovación cotidiana, que no tenemos otra manera de conocernos a nosotros mismos sino en el corazón de un amigo y que hoy cada uno de nosotros puede decir: ``Moró mucho en Veracruz para aprender amistad''.

Desde lejos, los quiere y abraza...

París, junio de 1997.