Miguel Barbachano Ponce
Lenin: vida y cine

Estrujante fotografía que muestra el rostro inerte de Vladimir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin, aparecida el sábado 7 de junio en un espacio destacado de La Jornada para ilustrar dramáticamente la propuesta del presidente ruso, ex dirigente comunista durante la época soviética, Boris Yeltsin, de convocar a una consulta para decidir si el cuerpo embalsamado del líder que encabezó la revolución bolchevique a partir del 16 de abril de 1917 debe seguir en su mausoleo o recibir ``cristiana sepultura'', me provocó un estremecimiento colmado por las impactantes imágenes de las 68 películas que articularon en las pantallas del mundo la vida y la obra de aquel que la mayoría de los estudiosos coinciden en que fue el líder revolucionario más importante de la Europa del siglo XX.

Recuerdo ahora, que una inicial pulsión memorística me retrotrajo a los noticiarios y documentales de la época, entre otros, los Kino-Pravda manufacturados por Dziga Vertov. Inmediatamente al filme realizado en 1925 por Protazanov, titulado Su llamamiento, que incluía secuencias de sus funerales, pues no debemos olvidar, que Vladimir Ilich falleció el 21 de enero de 1924 a causa de las heridas (cabeza y mandíbula) que le ocasionaron dos disparos que realizó sobre su cuerpo inerme Dora Kaplan.

Un segundo sacudimiento iluminó aquel sábado la pantalla de mi memoria con los fotogramas de Octubre (1927) de S.M. Eisenstein, en cuyo épico contexto el obrero Nikandrov otorga carne y hueso en el celuloide al máximo dirigente. Porque, ¿quién que vio la cinta, ahora considerada clásica, podrá jamás olvidar la toma durante la cual el jefe se levanta por encima de un mar humano reunido en la estación de Finlandia?

De pronto --tercera vibración-- se agolparon en mi mente, más allá del extraordinario parecido de Nikandrov con Uliánov, las películas que en los años treinta creó la cinematografía soviética para mostrar al mundo la actividad del estratega, del táctico, del filósofo, del organizador. En una primera instancia, recordé Tres cantos sobre Lenin del infatigable Dziga Vertov, que recoge en blanco y negro, y con indudable vocación documental, durante 68 minutos, tres canciones populares inspiradas por la personalidad del dirigente. Enseguida suplantaron aquellas imágenes rítmicas un par de películas realizadas por Mikhail Romm, Lenin en octubre, estrenada en el teatro Bolshoi el 6 de noviembre de 1937, y Lenin en 1918, ambas con Boris Chtchoukine encarnando al famoso guía durante el periodo más crítico de la revolución, el de las jornadas de hambre, de la intervención extranjera y la ofensiva contrarrevolucionaria.

Tranquilizó esta agitada rememoración, las fraternales secuencias de El hombre del fusil, de Sergei Youtkenitch, que muestran la amistad que unía al fundador, esta vez encarnado por Máximo Chtrauhk, con un modesto militante. Segundos más tarde, durante el siguiente estremecimiento, volví a recrear al sensible Chtrauk, pero en otra versión de Cantos sobre Lenin (1958), en cuyo contexto Youtkenitch revive los momentos culminantes del viejo filme vertiano.

Otros títulos de la cuarta y quinta décadas también se hicieron presentes en ese sacudimiento, por ejemplo, El carrillón del Kremlin, finalmente prohibida por la censura estaliniana; La familia Uliánov, con Korovine en el papel de Vladimir Ilich. La remembranza de esta cinta de tonos intimistas y familiares me condujo a otro trabajo de Youtkenitch, Lenin en Polonia (1966), cuya temática desarrolla la personal dialéctica pacifista del genial revolucionario durante su reclusión en una cárcel polaca (agosto, 1916), y también El corazón de una madre, de Marc Donskoi, que se adentra en los laberintos individuales de Lenin cuando narra los problemas que lo estremecen a partir del ahorcamiento de su hermano mayor, Alexandre.

Hasta aquí la breve y particular rememoración de algunas de las 68 películas que articularon en la pantalla la vida y la obra de Vladimir Ilich Uliánov, cuya real presencia en la tierra está en riesgo de desaparecer a causa de una malhadada idea: ``darle a sus venerables restos cristiana sepultura''. En caso de que esto ocurriera nadie debe olvidar que la recreación cinematográfica de un personaje es esencialmente una resurrección.