Arnoldo Kraus
¿Hay hambre en México?

Hace ya largo rato que la especie humana dejó de creer en las explicaciones que pretenden hacer comprensibles las injusticias de la vida. Primero se cuestionó la palabra y el mensaje de las religiones. No es posible que de la mano del todopoderoso surjan tanto la vida, la idea del mundo, la de la distribución de la riqueza y la del castigo inefable para el ser humno. Ni es tampoco factible que la Tierra siga viviendo muchos años más poblada por millones de desposeídos y gobernada por algunos iluminados. Son también cada vez menos los que aceptan vivir con hambre y sufrimiento como patrimonio para que las puertas del cielo se abran. De hecho, la pregunta crece y contagia: para quien siempre vivió en la miseria, ¿realmente la muerte le abrirá las puertas del Paraíso?

Después de los dioses, la ciencia y la tecnología han mostrado sus equívocos. La paradoja es dolorosa: los otrora impensables logros alcanzan para muy pocos, pero provienen de la expoliación y pobreza creciente de las mayorías. Al modificar y garantizar la cotidianeidad tan sólo de los privilegiados, la ciencia peca de amnesia y atenta contra la ética e incluso contra sus propios derroteros. Finalmente, los políticos y sobre todo aquellos avecindados y nacidos en el Tercer Mundo, han sido los encargados de dar la estocada final a las esperan-zas de las masas: justicia y equidad son bienes impensables. La distancia que media entre hambre y discursos triunfalistas es infinita. Acorde con los conocedores --obviamente hablo de los no gubernamentales--, los nuevos planes para rescatar la maltrecha economía mexicana son idénticos a los ejercidos desde 1976. Algunos de los resultados de los modelos económicos previos se leen en los párrafos siguientes.

Recientemente La Jornada (24 de mayo) publicó dos noticias que no deben pasar inadvertidas. La primera asevera que 30 por ciento de los indígenas menores de 5 años padece desnutrición severa. La segunda, de acuerdo a Isaac Díaz Sánchez, integrante del Consejo de la Nacionalidad Otomí, ``ante la miseria extrema que viven en sus comunidades... se ha comprobado que muchas madres otomíes dan a inhalar tíner a sus hijos para que resistan el hambre, porque la pobreza es tal que no hay nada para comer''. La nota agrega que en lugares como Temoaya, ``por menos de un peso puede conseguirse una estopa mojada con tíner''. ¿Cuál es la correlación entre hambre y otras variables de la cotidianidad otomí?

Estudios realizados por el doctor Adolfo Chávez, jefe de la División de Nutrición del Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán, en el poblado otomí de El Rincón (Querétaro) develan las caras del dolor y los logros de los gobiernos previos. En esa comunidad, el 100 por ciento de los hogares carece de energía eléctrica, en el 97 por ciento las excretas son al aire libre, el 94 por ciento de las mujeres no sabe leer o escribir, el 72 por ciento carece de radio, en el 64 por ciento el piso de los hogares es de tierra, y en el mismo porcentaje la mujer nunca trabaja fuera de casa.

Tampoco animan otros datos: el material con el que está construida la casa, la forma de colectar el agua, y la proporción de adultos que nunca fueron a la escuela es alarmante. Además de la desnutrición, las desventajas emanadas por haber nacido en comunidades otomíes tiene diversas traducciones: ausencia de oportunidades para vislumbrar el futuro y muertes prematuras son sino seguro. Para éste y otros grupos, llegado el Tercer Milenio, la tierra y su casa no les pertenecen, les son ajenas. Pesan tanto los descuidos y abandonos del pasado, que todo lo que se aleje de la mera supervivencia cotidiana es impensable, inasible.

El Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo 1997-2000, propone incrementar el PIB de 4.5 a 5.6 por ciento al año, y generar en el mismo tiempo un millón de empleos. La miserie de otomíes, tzotziles, de los habitantes de Ciudad Nezahualcóyotl y tantas otras comunidades, aguardan que la propuesta anterior deje la letra y se transforme en realidad. Por ahora, entre el tíner y el hambre, y entre la distancia infinita de estómagos vacíos e inexplicables PIB, quedan todos los Méxicos desvalidos en espera de justicia.