Los últimos quince días fueron trágicos para el PRD y su campaña en busca del triunfo en el DF y su aspiración de consolidar una densa bancada nacional de diputados (25 a 30 por ciento). De golpe y sopetón Cárdenas perdió la friolera de 13 puntos porcentuales frente a Castillo, enfrascó a su partido en una confrontación con el empresariado, al menos el cupular, y muestra claros signos de haber detenido su dinamismo de simpatías en el país. Lo cierto, medido por varias encuestas, es que Cárdenas Solórzano parece haber encontrado un firme techo en las preferencias electorales de los defeños en un mágico 40 por ciento. Sin embargo, lo preocupante es el veloz declive que muestra la penetración cardenista, sobre todo en el cierre. De continuar la tendencia, el 6 de julio bien podría ser una enorme sorpresa de recuperación panista. No se debe perder de vista que no sólo el triunfo en la jefatura de gobierno importa, sino también cuentan el empuje colateral a las 30 diputaciones y las 40 curules de la asamblea, así como el rango de legitimidad alcanzado mediante una amplia votación favorable. Desde esta perspectiva, el panorama no puede ser sino preocupante para la oposición y de un relativo optimismo priísta.
Después de haber logrado desinflar las desmesuradas pretensiones del panismo en su intento de apoderarse de la primera minoría en el Congreso, varias de las gubernaturas y el DF, el oficialismo enderezó todas sus baterías propagandísticas contra un envalentonado PRD que parecía distanciarse en la capital y asentarse en lugares donde antes no tenían presencia destacable (Sonora, Querétaro). Después de un breve intervalo donde se pensó que Cárdenas resistiría la andanada y hasta podría capitalizarla en su favor, aparecen, súbitamente, los primeros signos claros de que los golpes lanzados, en combinación con ciertos errores propios, acusaron doloroso recibo. El miedo clasemediero, las denostaciones, el activismo presidencial y los numerosos resortes laterales del sistema mostraron sus bondades. Ambas tácticas han logrado parte de su cometido. Por un lado aseguraron el predominio priísta en la pelea por las gubernaturas. La única incógnita todavía en juego es Nuevo León, pero en los demás avanzan con una cómoda delantera. Tienen además, y dentro de aceptables márgenes de confianza, la primera minoría en el Congreso y tratan de forzar su ambición para configurar la ansiada mayoría simple. Todo indica que neutralizaron ya el efecto Cárdenas en el resto del país y están haciendo todos los esfuerzos para absorber la pérdida del DF, aunque no bajarán la guardia. Todo un logro si se contempla desde la mira de un partido en el poder plagado de escándalos, desgastado con los electores por una devastadora crisis que le arrancó a los mexicanos la mitad de su nivel de bienestar, quebrado por irreparables diferencias internas y corroído por la inocultable corrupción de muchos de sus militantes.
Los postreros días de la campaña comienzan a ver, un tanto atónitos, el inicio de lo que bien puede ser un abrumador esfuerzo publicitario del gobierno y, en particular, del propio Presidente de la República. Sin recato alguno, Zedillo aparece, con regularidad que tiende a la saturación difusiva, ofreciendo ahora los millones de empleos que su Pronafide dice promover en un inasible futuro. Las denunciadas fórmulas mágicas del PRD y el PAN que recibieron su enjundiosa condena reciente, son empleadas sin el menor sonrojo y haciendo caso omiso de la carta firmada por su secretario de Gobernación para sacar del aire la publicidad del gobierno treinta días antes del 6 de julio. La suerte está casi echada. El PRD bien haría en reagruparse para el jalón al que está sometido y pensar que no sólo importa tener ahora la razón, sino despertar las expectativas de un gobierno mejor, de mayores seguridades, tranquilo (para lo cual debe abandonar, de inmediato, su pleito con los banqueros) y atractivo para todos aquellos oposicionistas de clase media que se habían desencantado del PAN. Este ultimo partido se viene realineando, cerrando brechas internas, conjuntando la fuerza de sus gobiernos con buena fama y perspectiva en su intento por dar férrea pelea por recuperar a sus antiguos simpatizantes descorazonados.