Luis González Souza
Muertes de pena

Pena de muerte para un indefenso mexicano, muertes de pena para los gobiernos de EU y México. Acaso sea este el corolario que permite no hacer inútil la reciente ejecución, en Texas, del mexicano Irineo Tristán Montoya. Para superar los actos de gobierno que conducen a la muerte, es preciso reconocer su naturaleza vergonzante. Y por lo pronto hay que evitar la ejecución de los 36 mexicanos que esperan su turno en alguna cárcel del Paraíso USA.

Por lo que toca a EU, la primera cuestión que debiera llevarlo a morirse de pena, es la vigencia en su sistema jurídico de la pena de muerte. Si hiciera falta recordarlo, hay un repudio casi universal a ésta, por entrañar un acto de salvajismo y soberbia; ¿quién es quién para decidir quién vive y quién muere? Tanto peor, cuando el Dios hecho Estado se jacta de ser la capital mundial de la civilización moderna, así como el adalid de la democracia y los derechos humanos.

La segunda cuestión tiene que ver con el sistema de impartición de justicia, también presumido como un sistema de vanguardia. No por nada, la entrada a la Suprema Corte de Justicia, en Washington, está adornada por una frase en verdad preciosa: ``Justicia para todos'' (Justice for All). Lástima que sólo sea una frase. En los hechos, el sistema judicial de EU hoy se hunde entre las trampas del mercantilismo (abogados usufructuando lo que ya es toda una industria del litigio), del formalismo (sentencias basadas en cuestiones absurdamente técnicas), de la chapucería (fabricación de pruebas, negociación con testigos e inculpados) y, para colmo, la trampa del racismo; cárceles más bien pobladas por negros y otras minorías.

Al menos los dos últimos lastres oscurecieron aún más el asesinato judicial de Irineo. Entre otras irregularidades, al detenerlo se le obligó a firmar una declaración inculpatoria redactada en inglés; y su detención no fue informada al consulado de México, con lo que fue violado el derecho internacional (artículo 36 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares). Con lo que llegamos a una tercera cuestión para morirse de pena; la incapacidad de cumplir las normas para que el mundo viva con un mínimo de armonía y civilidad. Incapacidad ya crónica y sin duda vergonzante en el caso de EU. All Americans, son llamados los estadunidenses más exitosos. Justice for All (and Only) Americans debiera ser, bajo una visión autocrítica, la inscripción que adorna a la Suprema Corte de la Suprema Potencia.

Por lo que toca al gobierno de México, lo primero que lleva a morirse de pena es la incapacidad para dar patria a todos los mexicanos. Si Irineo hubiese tenido empleo en México, no habría caído en las garras del sistema judicial estadunidense. Lo segundo es la ineficacia, por no decir tardanza, para defender jurídicamente a Irineo. Lo tercero y lo peor desde el ángulo de nuestra mermada soberanía, es la debilidad negociadora a la que ha llegado el gobierno mexicano.

Más allá de excusas localistas (``Texas no es Washington''), lo cierto es que Irineo fue ejecutado no obstante las súplicas de las autoridades mexicanas; no obstante lo fundamentado de esas súplicas; y no obstante que el mismo presidente Clinton había prometido, durante su reciente visita a México, cumplir con la Convención de Viena (La Jornada, 19/VI/97).

Pese a todo ello, el gobierno mexicano no logró arrancar a su contraparte una concesión del todo razonable. En cambio, el gobierno de Estados Unidos no se cansa de arrancar al de México todo tipo de concesiones. Bajo esa dinámica tan dispareja, lo que está sentenciado a muerte es México en tanto nación independiente.

Y eso es lo que más da para morirse de pena. Recuperar soberanía es, entonces, lo más indispensable no sólo para evitar más muertes de mexicanos en EU. También para evitar la muerte de México.

A punto de morir, Irineo alcanzó a decir: ``No me den por muerto hasta que me vean cerrar los ojos''. De ese tamaño es la determinación de lucha que aún tenemos la mayoría de los mexicanos y mexicanas. A la élite mexicano-estadunidense que insiste en luchar por la desnacionalización de México, debemos decirle: no nos den por muertos hasta que nos vean cerrar las válvulas de la dignidad