Domingo 22 de junio de 1997

Ocho años de rumores de muerte



ƑSerá inmortal?, se preguntaron a vecesen tono irónico, amigos y enemigos.

Y el Fidel longevo, de la salud a toda prueba, debió finalmente librar una batalla contra un enemigo más poderoso que todos a los que se enfrentó: el tiempo, que inexorablemente fue haciendo estragos en su organismo, sobre todo después de los noventa años.

``A nosotros ya se nos pasó el tiempo de morir, compañero'', le dijo a Blas Chumacero a principios de 1990, cuando éste no podía recuperarse de una larga enfermedad y temía fallecer.

El dirigente de la principal organización obrera se enfrentó muy joven a la muerte, en 1916, cuando él y su padre, Gregorio Velázquez, fueron heridos durante una batalla entre carrancistas y obregonistas en una hacienda maderera de Puebla.

``Mi padre murió instantáneamente y yo estuve tirado dos días, herido en el brazo derecho, hasta que me recogieron y me llevaron al hospital'', comentaría en entrevista 80 años después, pero nítido el recuerdo.

Velázquez siempre hizo alarde de la longevidad de su familia, constituida por 17 hermanos, de los que diez pudieron sobrevivir y alcanzaron edades superiores a los 90 años.

Sin embargo, el paso de casi una centuria surtió efecto, comenzó a decaer y bregar ante la disminución paulatina de sus facultades físicas. El mismo se vio obligado a desmentir en ocasiones que estuviera muerto.

Hubo un primer susto el 6 de julio de 1989 cuando el dirigente fue internado de emergencia en el Hospital Central Militar, para ser operado de apendicitis.

Luego, a partir del primero de mayo de 1990 ya no pudo encabezar los desfiles conmemorativos del Día del Trabajo. En esa ocasión, le ``falló'' la pierna derecha, como él mismo relataría, ya que se le acalambró, no pudo caminar y casi cargando lo metieron a Palacio Nacional.

A partir de ese momento, vería el desfile a través de una pantalla, comódamente sentado en el Salón Embajadores de Palacio Nacional. Quizá por ello suspendió la ``parada obrera'', con diversos argumentos, a partir de 1994.

También su organismo lo puso en problemas políticos el 29 de julio de 1995, en pleno cierre de la campaña electoral de Ernesto Zedillo. El candidato asistiría a la CTM y Velázquez, quien había amanecido enfermo del estómago, con fuertes dolores en la pierna derecha, llegó a la central con el pelo alborotado -en el trayecto de su casa a la central pidió que bajaran los cristales del auto para poder respirar- y un rictus de dolor en el antes impasible rostro.

Apenas podía caminar, arrastraba los pies, recargaba sus más de 100 kilos en su ayudante, Alfredo García.

Finalmente llegó al presidium, se sentó y no se levantó sino hasta que Zedillo se hubo retirado. Entonces lo sacaron en vilo, casi en brazos hasta el elevador. Los siguientes días la prensa se ocupó de su salud, hubo especulaciones fuertes, hasta que el primer lunes de agosto reapareció con un brazo lastimado.

Su sobrino, Luis Velázquez, relató que estuvo a punto de caer de la escalera de su residencia y para evitarlo se recargó en el brazo. ``Mi tío es muy necio, no quiere que nadie le ayude y eso originó la fisura en el brazo''.

La lesión en la pierna databa de por lo menos cincuenta años atrás, durante un accidente automovilístico. Aun así, él aparecía en sus oficinas para declarar que su presión era la de un joven de 20 años y su corazón el de un hombre maduro.

Las especulaciones siguieron y un día antes de las elecciones federales de 1994, el 20 de agosto, corrió el rumor de que había fallecido. A tal grado corrió la noticia en redacciones y oficinas de prensa de partidos políticos, que Salinas mismo le pidió responder el teléfono y desmentir la noticia.

``Seguramente están hablando con un fantasma, porque dicen que ya me morí'', respondió a través del interfon de su casa, pasadas las 20:00 horas, cuando varios reporteros acudieron a Las Lomas, a tratar de constatar que seguía vivo.

Al otro día, entre un tumulto de periodistas, fotógrafos y camarógrafos y ayudado por su sobrino Raúl Quintana Llerena, el líder cetemista acudió a votar.

Se veía muy mal, pero aún así reprochó a la prensa publicar rumores y sacó a relucir otras de sus frases sarcásticas: ``El que murió políticamente fue Muñoz Ledo'', dijo, en clara referencia a la versión, que el perredista filtró sobre su deceso.

Un mes después volvió a ser internado, para operarlo de la próstata en el Hospital Inglés. El 24 de septiembre llegó en silla de ruedas para asistir a nueva firma de la Alianza para el Desarrollo, y aunque se puso de pie y sonrió a los fotógrafos por unos minutos, no podía firmar el documento, por la fisura en el brazo. La escena se repetiría en adelante.

Fidel debió hacer a un lado su fobia a los médicos, y ser sometido a verificaciones constantes de nueve especialistas, coordinados por Salomón Jasqui, toda vez que su deterioro físico continuó. En 1996 estuvo internado cuatro ocasiones, dos a causa de bronquitis y otras dos por operaciones en los ojos.

Su familia comenzó a presionar para que en febrero de 1996 se retirara de la actividad sindical, pero Velázquez, que apenas podía ver y estaba sordo de un oído, se opuso, dejó en claro que en vida no lo haría.

Sin embargo, las visitas al hospital se incrementaron, al igual que los rumores sobre su muerte. En los primeros meses de 1997 volvió a ser internado por padecimientos respiratorios y una infección en las vías urinarias, primero en el Hospital ABC y luego en el Hospital de Guardias Presidenciales.

Por primera vez desde que fundó la CTM en 1936 estuvo alejado más de un mes de su oficina, en Vallarta 8, y de las cámaras de prensa y televisión. El fin se acercaba.