La Jornada 23 de junio de 1997

Acción Nacional nunca se pensó como un partido bajo un caudillo, señala

Víctor Ballinas Ť El aspirante panista al gobierno de la ciudad, Carlos Castillo Peraza, destacó ayer que a más pluralidad y más complejidad en el grupo humano que hay que conducir, se tienen más dificultades para hacerlo, porque hay que integrar más variedad, más dificultad; sin embargo, ``la complejidad, no debe alarmar'', señaló el aspirante blanquiazul al gobierno del DF.

Al participar ayer en el encuentro Nuestros gobiernos municipales, organizados por el PAN en el World Trade Center, Castillo Peraza señaló que Acción Nacional nunca se pensó a él mismo colectivamente como un partido bajo un caudillo; como un partido bajo un ducs, o como decían de aquel tirano de Rumania, bajo un conducato. El solitario ``no conduce, sólo duce'' como Mussolini, subrayó.

Con la conferencia la Conducción Política Humanística, el candidato panista participó en el encuentro de su partido. Ahí subrayó que conducir es gobernar y ``quien gobierna conduce la tarea de una sociedad, la vida en conjunto de una sociedad, de un grupo''.

Detalló en su exposición, considerada además como único acto de campaña del aspirante a gobernar la ciudad, que se conduce a un grupo que sólo tiene o comparte un grupo de ideas o un conjunto plural en el que las ideas son múltiples y las opciones variadas.

En la pluralidad hay más dificultad para conducir, porque hay que integrar más variedad, más complejidad; sin embargo, esto no debe alarmar, al contrario ``lo complejo, en términos humanos, siempre es más perfecto que lo simple''.

Castillo dijo que se conduce en política ``cuando conducimos un partido, cuando nos toca definir junto con otros, el rumbo de este partido y después de la decisión tomada colectivamente, nos comprometemos a mantenerlo en ese rumbo, convocando para asegurar que el grupo conserve a todos los que formen parte de la institución''.

Se conduce una ciudad o un municipio cuando se obtiene una mayoría, luego se es capaz de integrar a las decisiones de gobierno a aquellos que incluso no votan por quien gobierna o incluso que ni siquiera ejercieron su derecho de votar.

Cuando se gobierna, apuntó, se conduce la autogestión de una sociedad o de la sociedad para el bien común, ``cuando conducimos hacemos una obra de coordinación de un esfuerzo mucho mayor, más complejo, más lleno de dificultades que el de la conducción unipersonal''.

Castillo aseveró que no puede haber Estado ni gobierno confesional; el gobierno, agregó, no puede tener injerencia en las decisiones íntimas de las personas, ``con un solo ser humano que en una comunidad no compartiera las convicciones religiosas de un Estado bastaría para definir a este Estado como injusto.

``El Estado no es el ámbito de la disputa, ni por la religión, ni por la misma concepción del hombre. Es el ámbito en el cual se exige respeto para todo el que tenga convicciones y convicciones distintas, y se mantiene la seguridad para todos de que su convicción no les acarreará perjuicios de tipo jurídico, de tipo laboral, riesgo de su vida o de sus bienes''.

Tampoco el Estado puede sustituir a los responsables de la decisión religiosa, sencillamente tiene que exigirles a todos respeto por la propia, por las ajenas e incluso por quienes no profesan convicción religiosa alguna. Esta es una ley de la conducción política humanística.