De caballos y tigras
El emperador Calígula hizo senador de Roma a su caballo; pero ni
siquiera el presidente Díaz Ordaz, de negra memoria, se atrevió a
humillar a México otorgando a su Tigresa tan alto honor como el de
hacerla senadora de la República. Se limitó a enriquecerla. Para
cumplir el capricho de la cantante admiradora de Hitler faltaban
Aguilar Talamantes, que lo intentó sin éxito, y Cuauhtémoc Cárdenas,
que lo consiguió. Un mundo sin principios, repulsivo. Váyanse todos al
carajo. Y así van luego por el mundo buscando salpicaduras de
salinismo en éste y en aquélla.
El que calla otorga
En Estados Unidos, por mucho menos que las públicas declaraciones
prohitlerianas y antisemitas de la senadora, un partido y las campañas
de todos sus candidatos se hunden en la más pavorosa ignominia. En
México, la dirección del PRD las dejó pasar hasta que, urdida por la
campaña y sólo por ese motivo, hizo un tibio deslindamiento sin
mencionar nombres. Parecía como si respondiera a una mentira de Del
Mazo. Pero las declaraciones de la cantante no son invención y fueron
publicadas en unos medios y repetidas por otros... sin efecto
alguno. Una pregunta que deberían hacerse la sociología, la psicología
de masas y otras ciencias de la conducta humana, es la que se refiere
a esta falta de respuesta, a esta ausencia de indignación. El único
defecto que pone a Hitler la senadora por el PRD, rescatada de los
bajos fondos y la corrupción diazordacista, es que haya dejado vivos a
tantos judíos. Imagíne el lector esa frase en un senador
alemán. Imagínela en Francia, en Italia, en Argentina, en Brasil. El
terremoto político sería mayúsculo, habrían caído cabezas y
gobiernos. En México no pasó nada porque México pareció compartir esa
opinión. Dicen que el que calla otorga.
Otros antisemitismos
El antisemitismo no es ajeno a eso que llaman izquierda. Recuerde el
lector las pancartas del CEU contra el rector Saruján, a quien los
estudiantes democráticos supusieron judío, y por lo mismo levantaron
la nacionalista consigna donde exigían entregar la UNAM a mexicanos y
no a judíos. Como si no hubiera quien es judío y mexicano. No hubo
dirigente alguno del CEU que despedazara esas pancartas. ¿Por respeto
a la libertad de expresión? Otro elemento: también los pobres, cuando
la autoridad intenta poner orden al comercio ambulante, suelen atacar
a los dirigentes del comercio organizado del centro, en primer término
por judíos. El trasfondo es siempre el mismo: el judío no es
mexicano. Y otro más: recuerde el lector cómo nuestra prensa liberal
tomó el partido de Hussein. Al parecer basta que alguien vocifere
contra el PRI para que tenga todas nuestras simpatías. Y el mismo
favor otorgamos de antemano a quien esté contra Estados Unidos. Sea
quien sea. De ahí que en nuestro país la simpatía popular por Hitler
durante la Segunda Guerra Mundial haya sido abundante. Lo sé por
múltiples conversaciones con quienes entonces ya tenían edad para
opinar y para escuchar opiniones.
La parcialidad de los medios
Imagine el lector que esa simpatía por Hitler y esa opinión para la
que no existe adjetivo suficientemente duro, hubiera sido expresada
por un senador del PAN. Creo que ese partido, ahora tan maltrecho por
las ocurrencias de sus alcaldes y damas que los rodean, estaría ya
desaparecido. En este mismo sentido, aunque no se simpatice con el
PRI, ni menos aún con Del Mazo, tan de plástico, no puede uno dejar de
observar lo mismo que señaló Enrique Jackson: la absoluta parcialidad
cardenista de los medios. Otra vez un experimento mental: fue Del Mazo
quien no declaró un pisito en Madrid y unas cuentas en pesetas, y no
Cárdenas. Imagine las caricaturas de nuestro diario, los comentarios
editoriales, la tormenta, nuestros reporteros acumulando datos,
nuestros fotógrafos dándonos a conocer el domicilio, el interior, el
número de baños y los muebles. Las entrevistas a los vecinos por
nuestros enviados especiales. Otro fue Castillo Peraza, y no
Cuauhtémoc, quien traspasó rápidamente un departamento de 3 millones
de pesos en Polanco a su hijo. Imagine otra vez nuestras caricaturas y
comentarios y reportajes y fotografías. Pero ante Cárdenas la prensa
extiende un manto de silencio.
Las dos varas de medir
Pero no es preciso imaginarlo todo. Tenemos un ejemplo real; cuando
Diego Fernández apareció con propiedades de playa, exigimos investigar
su procedencia y nadie llamó a eso ``guerra sucia''. Por el contrario,
valerosos y democráticos reporteros se lanzaron a investigar. Se
peleaban la noticia, se arrebataban las novedades. Cuando la madre de
Cuauhtémoc resultó propietaria de terrenos cedidos años antes al
estado de Michoacán por un particular, la sola mención del hecho fue
llamada ``guerra sucia'' por los mismos reporteros, comentaristas y
caricaturistas. Desde este diario se lanzó el término y tuvo un éxito
fulminante. Al respecto, Cárdenas publicó una extensa aclaración. Debo
señalar que la leí tres veces un día y otras tres en su repetición al
día siguiente... y no entendí cómo ocurrió ese paso de propiedad
estatal a propiedad privada. Sigo sin entender.
Un voto por el PRI
Una sola vez en mi vida estuve dispuesto a votar por el PRI, y fue
para votar por Cuauhtémoc. Una noche coincidimos en casa de un gran
amigo común. Estábamos únicamente los tres. Cárdenas era todavía
gobernador de Michoacán y nada hacía prever que pensara abandonar el
PRI. En uno de los muchos silencios dije: ``Oiga, Cuauhtémoc, ¿y usted
nunca ha pensado en lanzarse a la presidencia de la
República?''. Nuestro amigo hizo gulp y creo que también el
interrogado. ``Es que, mire, algunos votamos por los candidatos de la
izquierda sólo como disciplina. Voté por Martínez Verdugo porque
estaba seguro de que no ganaría, y voté, aterrado, por Heberto,
cruzando los dedos por que no ganara. ¿Se imagina usted al Búho
de secretario de Gobernación? En cambio, si fuera usted el candidato
del PRI, muchos votaríamos por usted, aunque por primera vez en
nuestras vidas tuviéramos que votar por el PRI''. No articuló sonido
alguno. La tensión fue rota por nuestro amigo: ``Ay Lábaro, eres un
metepatas''. Lo que siguió es historia conocida; si la mancuerna
Heberto-Búho era de temer, no podíamos suponer que aún nos
faltaba la aberración que ahora vemos: Cárdenas-Tigresa.