Luis González de Alba
¿ES MEXICO NAZI?

De caballos y tigras
El emperador Calígula hizo senador de Roma a su caballo; pero ni siquiera el presidente Díaz Ordaz, de negra memoria, se atrevió a humillar a México otorgando a su Tigresa tan alto honor como el de hacerla senadora de la República. Se limitó a enriquecerla. Para cumplir el capricho de la cantante admiradora de Hitler faltaban Aguilar Talamantes, que lo intentó sin éxito, y Cuauhtémoc Cárdenas, que lo consiguió. Un mundo sin principios, repulsivo. Váyanse todos al carajo. Y así van luego por el mundo buscando salpicaduras de salinismo en éste y en aquélla.

El que calla otorga
En Estados Unidos, por mucho menos que las públicas declaraciones prohitlerianas y antisemitas de la senadora, un partido y las campañas de todos sus candidatos se hunden en la más pavorosa ignominia. En México, la dirección del PRD las dejó pasar hasta que, urdida por la campaña y sólo por ese motivo, hizo un tibio deslindamiento sin mencionar nombres. Parecía como si respondiera a una mentira de Del Mazo. Pero las declaraciones de la cantante no son invención y fueron publicadas en unos medios y repetidas por otros... sin efecto alguno. Una pregunta que deberían hacerse la sociología, la psicología de masas y otras ciencias de la conducta humana, es la que se refiere a esta falta de respuesta, a esta ausencia de indignación. El único defecto que pone a Hitler la senadora por el PRD, rescatada de los bajos fondos y la corrupción diazordacista, es que haya dejado vivos a tantos judíos. Imagíne el lector esa frase en un senador alemán. Imagínela en Francia, en Italia, en Argentina, en Brasil. El terremoto político sería mayúsculo, habrían caído cabezas y gobiernos. En México no pasó nada porque México pareció compartir esa opinión. Dicen que el que calla otorga.

Otros antisemitismos
El antisemitismo no es ajeno a eso que llaman izquierda. Recuerde el lector las pancartas del CEU contra el rector Saruján, a quien los estudiantes democráticos supusieron judío, y por lo mismo levantaron la nacionalista consigna donde exigían entregar la UNAM a mexicanos y no a judíos. Como si no hubiera quien es judío y mexicano. No hubo dirigente alguno del CEU que despedazara esas pancartas. ¿Por respeto a la libertad de expresión? Otro elemento: también los pobres, cuando la autoridad intenta poner orden al comercio ambulante, suelen atacar a los dirigentes del comercio organizado del centro, en primer término por judíos. El trasfondo es siempre el mismo: el judío no es mexicano. Y otro más: recuerde el lector cómo nuestra prensa liberal tomó el partido de Hussein. Al parecer basta que alguien vocifere contra el PRI para que tenga todas nuestras simpatías. Y el mismo favor otorgamos de antemano a quien esté contra Estados Unidos. Sea quien sea. De ahí que en nuestro país la simpatía popular por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial haya sido abundante. Lo sé por múltiples conversaciones con quienes entonces ya tenían edad para opinar y para escuchar opiniones.

La parcialidad de los medios
Imagine el lector que esa simpatía por Hitler y esa opinión para la que no existe adjetivo suficientemente duro, hubiera sido expresada por un senador del PAN. Creo que ese partido, ahora tan maltrecho por las ocurrencias de sus alcaldes y damas que los rodean, estaría ya desaparecido. En este mismo sentido, aunque no se simpatice con el PRI, ni menos aún con Del Mazo, tan de plástico, no puede uno dejar de observar lo mismo que señaló Enrique Jackson: la absoluta parcialidad cardenista de los medios. Otra vez un experimento mental: fue Del Mazo quien no declaró un pisito en Madrid y unas cuentas en pesetas, y no Cárdenas. Imagine las caricaturas de nuestro diario, los comentarios editoriales, la tormenta, nuestros reporteros acumulando datos, nuestros fotógrafos dándonos a conocer el domicilio, el interior, el número de baños y los muebles. Las entrevistas a los vecinos por nuestros enviados especiales. Otro fue Castillo Peraza, y no Cuauhtémoc, quien traspasó rápidamente un departamento de 3 millones de pesos en Polanco a su hijo. Imagine otra vez nuestras caricaturas y comentarios y reportajes y fotografías. Pero ante Cárdenas la prensa extiende un manto de silencio.

Las dos varas de medir
Pero no es preciso imaginarlo todo. Tenemos un ejemplo real; cuando Diego Fernández apareció con propiedades de playa, exigimos investigar su procedencia y nadie llamó a eso ``guerra sucia''. Por el contrario, valerosos y democráticos reporteros se lanzaron a investigar. Se peleaban la noticia, se arrebataban las novedades. Cuando la madre de Cuauhtémoc resultó propietaria de terrenos cedidos años antes al estado de Michoacán por un particular, la sola mención del hecho fue llamada ``guerra sucia'' por los mismos reporteros, comentaristas y caricaturistas. Desde este diario se lanzó el término y tuvo un éxito fulminante. Al respecto, Cárdenas publicó una extensa aclaración. Debo señalar que la leí tres veces un día y otras tres en su repetición al día siguiente... y no entendí cómo ocurrió ese paso de propiedad estatal a propiedad privada. Sigo sin entender.

Un voto por el PRI
Una sola vez en mi vida estuve dispuesto a votar por el PRI, y fue para votar por Cuauhtémoc. Una noche coincidimos en casa de un gran amigo común. Estábamos únicamente los tres. Cárdenas era todavía gobernador de Michoacán y nada hacía prever que pensara abandonar el PRI. En uno de los muchos silencios dije: ``Oiga, Cuauhtémoc, ¿y usted nunca ha pensado en lanzarse a la presidencia de la República?''. Nuestro amigo hizo gulp y creo que también el interrogado. ``Es que, mire, algunos votamos por los candidatos de la izquierda sólo como disciplina. Voté por Martínez Verdugo porque estaba seguro de que no ganaría, y voté, aterrado, por Heberto, cruzando los dedos por que no ganara. ¿Se imagina usted al Búho de secretario de Gobernación? En cambio, si fuera usted el candidato del PRI, muchos votaríamos por usted, aunque por primera vez en nuestras vidas tuviéramos que votar por el PRI''. No articuló sonido alguno. La tensión fue rota por nuestro amigo: ``Ay Lábaro, eres un metepatas''. Lo que siguió es historia conocida; si la mancuerna Heberto-Búho era de temer, no podíamos suponer que aún nos faltaba la aberración que ahora vemos: Cárdenas-Tigresa.