Antier alrededor de 240 mil jóvenes/niños presentaron el examen metropolitano para buscar ingresar a la educación media superior (al bachillerato propedéutico tradicional, al Conalep --que bajo determinadas reglas, es ya también un tramo propedéutico hacia la educación superior--, y a otras opciones técnicas menos significativas cuantitativamente).
Estos años decidirán la suerte que les depara a cada uno de éstos en breve lapso adultos mexicanos: ¿un científico destacado?, ¿un médico o un ingeniero, un maestro o un filósofo renombrado?, ¿un poeta?, ¿cajero en un supermercado?, ¿un carnicero?, ¿un mecánico?, ¿oficinista?, ¿tragafuegos o payasito?, ¿narcotraficante?
Una parte de los factores determinantes de lo que habrá de ser el futuro para cada uno, ya ocurrió: se amasó en el seno de una familia pobre, ignorante, de clase media, ilustrada, rica; fueron a qué escuela primaria y secundaria, qué maestros tuvieron enfrente; cuál es hoy su capital cultural, su autoestima, sus aspiraciones; cuál su gusto por la vida, cuál su entendimiento del mundo, cuáles sus resentimientos sociales.
En verdad poco es lo que a estas alturas habrán podido hacer por sí mismos. Para la gran mayoría, casi todo ha sido decidido ya por el lugar que el calidoscopio histórico de la sociedad le confirió a cada uno y a su familia. Y lo que a cada uno de estos jóvenes/niños ha dado es enormemente desigual.
En materia educativa, como en cualquiera otra atención necesaria al desarrollo del individuo, hay en los polos quienes todo lo han tenido y quienes de casi todo han carecido. Por eso la historia ha marcado ya un rumbo altamente probable y previsible para la mayoría de cada uno de ellos; porque en esa historia ha sentado sus reales de manera contundente la injusticia social, concentrando las oportunidades en los menos.
Entre 1984 y 1996 la eficiencia terminal media de la escuela primaria y secundaria, en la zona metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), fue de 88 y 78.5 por ciento, respectivamente. Dada una absorción de 98.4 por ciento en la secundaria de los egresados de la primaria, resulta que de cada 100 niños que ingresaron al primer grado de primaria, sólo 68 egresaron de la secundaria.
En ese mismo lapso, el bachillerato metropolitano absorbía al 69 por ciento de los egresados de la secundaria y, dada una eficiencia terminal media del bachillerato de 53.5 por ciento, sólo lograron egresar --por término medio--, 25.1 jóvenes de este nivel, de aquellos 100 niños que ingresaron a la escuela elemental, en el lapso examinado.
En una época que en el avance del conocimiento está convirtiendo a la licenciatura en un tramo propedéutico de los niveles de formación en los que puede alcanzarse el conocimiento de nuestros días en las diversas disciplinas, en la ZMCM hemos perdido, para una formación escolar de mayor alcance, de cada 100, 12 niños durante la primaria, 20 durante la secundaria, 43 jóvenes durante el bachillerato. Fuera de la zona metropolitana la tragedia educativa debe ser peor en general.
Una de las varias virtudes que tuvo la institucionalización del examen metropolitano fue unir lo que antes eran ``mercados'' segmentados de la educación media superior. Anteriormente, las familias de los egresados contaban con información limitada respecto de las distintas opciones hacia la educación media superior. Ese era un motivo por el cual el número de alumnos que ingresaban al bachillerato metropolitano era del orden de los 173 a 175 mil alumnos por año, incluyendo a las escuelas privadas. El primer examen metropolitano (el del ciclo 96/97) puso frente a los demandantes la información de todas las opciones posibles, de modo tal que la matrícula de primer ingreso, sólo al bachillerato público, se elevó a 206 mil 356 alumnos (a los que se agregan alrededor de 55 mil alumnos de primer ingreso a las escuelas privadas). La demanda al examen metropolitano en el ciclo 97/98 disminuyó un 9 por ciento respecto al ciclo anterior, pero todo parece indicar que el ingreso al bachillerato se ha establecido en un nuevo y más alto nivel: una proporción creciente de los egresados de todos los niveles, desea continuar estudios, hay una conciencia ampliada del significado de la educación.
Han crecido las oportunidades en el bachillerato y, por tanto, el conjunto del sistema de educación superior metropolitano ha de prepararse para recibir el impacto de ese crecimiento.
Pero falta el esfuerzo por la calidad de un bachillerato de mayor altura. Y falta también un esfuerzo sustancial hacia los niveles de la escuela elemental y secundaria. Falta mucho.