Con este pequeño volumen, Alfabeto pirandeliano, Ediciones El Milagro inicia una colección dedicada a textos teóricos acerca de cine y teatro, las dos líneas de su excelente tarea editorial. Si bien ya existen en nuestro país quienes se dedican a este empeño --Gaceta en primer lugar, y algún volumen del CITRU-- es bienvenida la nueva serie, por el cuidado que ponen David Olguín y Pablo Moya, en sus libros que tienen siempre una bella presentación y traducciones de primer orden: la de Alfabeto pirandeliano se debe al poeta Guillermo Fernández. Otros títulos ya definidos serán Lecturas desde fuera. Ensayos sobre la obra de Vicente Leñero, de la profesora de la Universidad de Cincinnati, Kirsten Nigro (quien busca impulsar en su país la dramaturgia mexicana, junto a la traductora de Alburquerque, Susan J. Jones, con planteamientos muy interesantes); Dirigiendo cine, de David Mamet, y Teatro de la esencia de Jan Kott.
Desde que fue presentada la edición de El honorable de Leonardo Sciascia, en traducción de Federico Campbell, se habló de la necesidad de dar a conocer este librito, en el que Sciascia resumió de alguna manera sus estudios de Pirandello y pirandelismo y Pirandello y Sicilia. Gran parte del volumen lo ocupa una muy enjundiosa introducción de Annuziata Rossi, a la que yo únicamente le reprocharía --por tratarse del inicio de una colección que habla de teatro-- ocuparse más del Pirandello narrador que del Pirandello dramaturgo. Sea como fuere, es muy difícil separar al uno del otro, el mismo Sciascia no lo hace en su alfabeto, y lo que se ejemplifica en la narrativa cabe muy bien para la obra dramática.
Annuziata Rossi nos habla en su prólogo de la reacción que tuvo Leonardo Sciascia al leer muy joven a Pirandello, con toda la problemática de la identidad y la relatividad que Sciascia asumió como suyas. De allí probablemente parta el gran interés de este escritor siciliano por el otro escritor siciliano, por lo que les es común, a pesar de las diferencias --sin duda la más grave el fascismo de Pirandello y la postura ideológica de Sciascia. El Alfabeto pirandeliano es una especie de mirada de soslayo hacia la obra del escritor de Agrigento; como muy bien dice la prologuista, la selección de temas dispersos, unidos sólo por el orden alfabético, nos dice mucho de las preocupaciones del propio Sciascia; su selección parece en principio deberse a algún caprichoso azar que mezcla anécdotas en apariencia banales con citas de profunda erudición. Al terminarse la lectura surge un acercamiento a los temas pirandelianos, a su irreductible individualismo, desde un punto de vista que los une a un entorno social --Sicilia en primer lugar, aunque no sólo Sicilia-- que acota, así sea de pasada, lo mismo el psicoanálisis freudiano que el feminismo y otros asuntos, como el cristianismo y el sentido de la religiosidad. De tal manera, el escritor profundamente preocupado por los temas civiles, como es Sciascia, ``socializa'' la temática del escritor individualista, angustiado por los problemas de la identidad. Rossi apunta en su introducción esta obvia diferencia entre los dos autores sicilianos, aunque no llega a esta conclusión mía, a lo mejor muy fallida y peregrina.
Es bien sabido que la obra de Pirandello no logró conmover a sus contemporáneos al principio. No fue hasta la irrupción de las corrientes irracionalistas, al final de la Primera Guerra Mundial, cuando el desconcertado mundo europeo de la posguerra supo identificar los temas de la identidad, del ser y el parecer ser, los contaminantes de ficción y realidad, que son las constantes del pensamiento pindareliano, con el que posiblemente se adelantó a su época. La conclusión de la imposibilidad de comunicarse entre sí los seres humanos tuvo su auge, en la segunda posguerra, con el llamado teatro del absurdo. En estos tiempos que corren muchas de estas obsesiones --identidad, alteridad-- están a la orden del día, por lo que es curioso que no se haya revisado la obra pirandeliana. Si su narrativa es sumamente importante, habría que recordar que fue en el teatro en donde abrió nuevos cauces, no sólo con su muy conocida Seis personajes en busca de autor --que suscitó memorable escándalo en su estreno-- sino con la introducción de temas que tocaban a los hombres de su época, aunque éstos todavía no lo supieran, muy alejados de las obras a lo D'Annunzio.