La Jornada 26 de junio de 1997

El Ejército, único subordinado en el sistema político actual: Krauze

Patricia Vega/ I Ť Por su interés académico, Enrique Krauze (ciudad de México, 1947) se apega estrictamente a las reglas del historiador pero, al mismo tiempo, su interés político lo lleva al ensayo histórico a partir de su experiencia y de diversos testimonios reunidos. Y el resultado de esta fusión es una apasionante y apasionada crónica de la corrupción nacional que acabó por minar la legitimidad de un sistema político autoritario, cuya decadencia y muerte han sido largamente esperadas.

Con La presidencia imperial. Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940-1996) (Tusquets), Krauze concluye la trilogía que inició con Siglo de caudillos (1810-1910) y Biografía del poder (1910-1940). Es la tarea intelectual más ambiciosa emprendida, hasta ahora, por el historiador al proponer un estudio hermenéutico --un sistema político solar-- para explicar la tesis que hace tiempo sostiene: la historia política de México es una infortunada proyección de la biografía de sus gobernantes.

Historia y ensayo

En términos políticos, explica Krauze, ``la etapa de 1940 a 1970 es historiable no sólo por la presencia de testimonios confiables, sino porque existe también la suficiente distancia con respecto a los hechos. La distancia la da la propia crisis del sistema político mexicano. Ahora sabemos bien que el sistema nació con Calles, se corporativizó con Cárdenas, se desmilitarizó con Avila Camacho, y se convirtió en una empresa con Alemán. El empresario la dejó al contador (Ruiz Cortines) que la cedió al gerente de relaciones públicas (López Mateos) que la pasó al abogado penal (Díaz Ordaz).

``Sabemos cómo creció, se consolidó y llegó a su límite el sistema político mexicano, eso ya es materia legítima del historiador, pero de 1970 en adelante el libro se convierte en ensayo porque aunque lo intuimos todavía no sabemos con precisión cuál va a ser el fin del sistema. Sin embargo, ofrezco una imagen de Echeverría como el predicador y de López Portillo como la vuelta del criollo; en el caso de De la Madrid hay un elemento hamletiano de duda que hay que poner en su pasivo, y en cuanto a Salinas de Gortari, pues el título lo dice todo: el hombre que quiso ser rey''.

--Obviamente la parte testimonial es la más problemática en el sentido de que no hay la distancia ni las fuentes.

--Hay demasiadas fuentes. Todos están vivos, pero muy pocos quieren hablar y los que quieren hablar tienen opiniones muy distintas. Entre más cerca está la historia es más intenso el vocerío.

``Tampoco creo mucho en estas prevenciones con respecto a la distancia histórica. Los sesenta están muy cerca y sin embargo creo que ya se pueden estudiar si es que se emplean métodos adecuados. En ese periodo usé métodos de historia oral que, creo, funcionaron; busqué hemerografías, libros, memorias y obras monográficas. Y pienso que muchas de ellas ayudan, son elementos para construir una imagen verosímil del periodo.''

--¿Sabremos algún día toda la verdad sobre el 68?

--Nos falta mucho para acabar de conocerla. Yo pretendo dar en el libro unos pasos más en la interpretación, aportar algunos hechos, datos, algunas visiones sobre el 68, pero entre más respuestas encontraba más preguntas se me abrían. Creo que la verdad no la sabemos todavía.

``Creo que en la nueva era democrática que se empieza a abrir en México, habrá condiciones para que investiguemos la historia reciente, pero no con un sentido inquisitorial; es importante que las nuevas generaciones de historiadores y los mexicanos, en general, no perdamos más tiempo en recriminaciones, venganzas, odios. Crímenes más graves se cometieron en Chile y Argentina, por ejemplo, y ellos han optado sabiamente por vivir hacia adelante. No convirtamos la historia en un tribunal.''

--¿En qué consiste el modelo hermenéutico que propones?

--Ojalá esto ayude comprender ese invento mexicano que ahora da sus últimas patadas de ahogado. Está, desde luego, la importancia de lo que ya he dicho: el modo en que se transmite la biografía presidencial a la vida pública, pero también el sistema político se caracterizó, en tiempos de la presidencia imperial, por una especie de sistema solar que va de la mayor a la menor subordinación al sol presidencial-priísta.

``En el primer anillo de subordinación estaban los poderes corporativizados (obreros, campesinos, profesionistas), e incorporados al PRI; los poderes formales que lo fueron por muchos años (diputados, senadores, jueces, magistrados, gobernadores y presidentes municipales) y el poder real representado por el Ejército. En el segundo anillo, con un poco de distancia, estaban intelectuales, universidades, Iglesia y empresarios. Y en un tercer anillo, casi como Plutón o Neptuno, el PAN, el PCM, algunos pequeños grupos de izquierda e intelectuales independientes. Ese era el sistema político solar mexicano y, en los años cincuenta, todos estaban subordinados, hasta el furibundo izquierdista Siqueiros estaba pintando por encomienda presidencial sus murales en Chapultepec.

``En el libro voy siguiendo cada uno de esos protagonistas colectivos. Así, La presidencia imperial no únicamente trata de las biografías de los presidentes --como en Biografía de poder-- sino que también está la biografía del sistema en cada periodo mediante subcapítulos dedicados al Ejército, a los caciques, a la universidad, a los intelectuales, a los partidos de izquierda, al PAN... son todos los hilos que se van entrelazando. Pero después del 68 en vez de la gravitación centrípeta, cada planeta empezó a salir con un movimiento centrífugo: la prensa, los intelectuales y los poderes locales se volvieron más libres; la Iglesia se separó un poco; el PAN se empezó a volver importante; la izquierda entró al juego democrático y cada uno de esos planetas se fue liberando. Nada más el Ejército, por fortuna, está subordinado y creo que debe estarlo siempre.''

Reivindicar el voto, deuda con el PAN

--Como ciudadano, ¿cuáles son tus simpatías y antipatías?

--Como hijo de la generación de los sesenta, soy contestatario y libertario. Aunque no creo que deba desaparecer el poder ni el gobierno ni el Estado, sí soy de los que piensan que debe ocupar un lugar más limitado. No le tengo simpatía al sistema político mexicano; creo en la naturaleza instintiva pero democrática del movimiento del 68 y me siento un hijo de él.

``Mis simpatías están con los personajes que no se subordinaron y que pertenecieron al círculo más lejano al poder como Daniel Cosío Villegas, de quien fui discípulo y que aparece a través del libro como una especie de ojo crítico, vigilante, del proceso y del sistema político mexicano, de 1940 a 1976. Tengo simpatías inocultables por figuras de la izquierda democrática como Narciso Bassols, por reformadores como Heberto Castillo o por personajes entrañables como Carlos Monsiváis.

``Hay una simpatía por la trayectoria democrática del PAN: conocí a Gómez Morín y eso me hizo conocer más de cerca las entrañas de ese partido, la historia de esos profesionistas --algunos católicos, pero liberales-- que lucharon por la democracia en los años cuarenta, cincuenta y sesenta, a través de iniciativas de ley y candidatos en los gobiernos de los estados y municipios, de seguir luchando a pesar de que tenían el desdén y a veces la represión del gobierno. La defensa del voto no fue una reivindicación de la izquierda mexicana, es algo que el país le debe al PAN y yo se lo reconozco en el libro. Por supuesto que la parte doctrinaria y muchos de los actos de política internacional que propuso el PAN --la cercanía con el fascismo y su diferencia relativa con el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial--, la postura de ciertos panistas que casi colindan con el sinarquismo, me parecen repugnantes. Al mismo tiempo también me preocupan sus nuevos brotes de moralismo y la tentación de legislar sobre la moralidad privada, lo cual me parece de las peores lacras del PAN... Este es un poco el cuadro de mis simpatías y diferencias.''

(La presidencia imperial se presenta hoy, a las 19:00 horas, en el Museo Tamayo, con Miguel Angel Granados Chapa, Lorenzo Meyer, Carlos Monsiváis y el autor)