Jorge Legorreta
Elecciones y temores ciudadanos

En la recta final de la campaña, la ciudad vive una situación contrastante. La incipiente certidumbre electoral, lograda después de difíciles acuerdos políticos entre partidos y gobierno, contrasta con una capa de temor ciudadano que cubre la ciudad. Al finalizar una de las campañas más significativas de nuestra historia, la inseguridad es la mayor de las preocupaciones en la vida cotidiana de los electores. Se han ido aquellas añejas violencias de las contiendas electorales, pero continúa presente el temor y la inseguridad ciudadana.

La incapacidad mostrada por el gobierno frente a los crecientes índices de asaltos, hace pensar en una estrategía que más persigue fines políticos que delictivos.

En las últimas semanas, y en abierto desafío a la policía, el hampa organizada ha lanzado sus acciones más espectaculares durante el día. Atemorizar a la población a pleno sol parecería ser parte de una estrategia política que busca propósitos específicos, como generar durante el actual periodo electoral un clima de intimidación ciudadana.

Durante el día, verdaderos comandos armados asaltan tiendas comerciales y bancos, sometiendo sin mayor problema al personal de seguridad; voluminosos cajeros automáticos de las oficinas bancarias son desprendidos frente a las miradas atónitas de los ciudadanos; sujetos armados continúan asaltando impunemente a automovilistas en las calles aledañas a la colonia Buenos Aires. En horas pico y sobre el Periférico, hasta los policías judiciales con todo y sus patrullas asaltan con lujo de violencia a otros tantos automovilistas. Lo mismo pasa con los robos de automóviles y sus partes; a cualquier hora del día y sin importar la presencia de la gente, los asaltantes descienden de vehículos con visibles placas para robar y desvalijar autos.

La noche ya no es el refugio de la delincuencia; su presencia se hizo notoriamente pública. El día se hizo más inseguro que la noche.

El espectacular operativo policiaco registrado el martes pasado en varias colonias de Iztapalapa --bastiones electorales del PRI--, complementa, sin duda, el clima de intimidación. Para todos fue evidente que la descomunal presencia policiaca de casi mil efectivos tuvo ahí más fines políticos que resguadar la seguridad de los vecinos. Bien sabe la Inteligencia del General Salgado y sus asesores militares que el hampa organizada no actúa en esas colonias populares del poniente, sino en otras donde se concentra una parte de la riqueza; esto es, en los grandes almacenes, en los alrededores de los bancos donde se asalta a sus cuentahabientes, en las cajas automáticas y en zonas comerciales de sectores medios y altos. Ahí tendrían que dirigirse los operativos, si realmente el gobierno capitalino quiere brindar mayor seguridad.

A tal incertidumbre ciudadana se ha sumado otra de carácter electoral. Algunos altos dirigentes bancarios hicieron su contribución, lo cual resulta entendible frente al virtual triunfo del PRD. Pero desafortunadamente la estrategia de sembrar más temor ciudadano lo hacen algunos partidos políticos y organizaciones fantasmas vinculadas a intereses contrarios a la oposición. La postura defensiva del PRI, por ejemplo, le ha obligado en la recta final de su campaña a modificar el contenido de su propaganda. ``Por tu familia'' se lee y se escucha en los principales mensajes difundidos en los medios y en las calles.

``El PRD, brazo electoral del narcoterrorismo'' con una fotografía de Marcos saludando a Cuahtémoc Cardenas, dicen inumerables carteles firmados por un supuesto Movimiento de Solidaridad Iberoamericana. Seguramente no serán las últimas ni las únicas cartas con el propósito de incentivar los temores. Lo preocupante sería que dieran paso a acciones violentas antes o incluso durante las elecciones. Por eso, cualesquiera que fuera el origen de tales estrategias atemorizantes, el gobierno federal, más que el capitalino, tiene la responsabilidad de controlarlas y erradicarlas.

Garantizar la tranquilidad del próximo proceso electoral ha sido una promesa gubernamental. Pero no es suficiente. Hace falta generar mayor confianza ciudadana, controlando el hampa desafiante y desatada a la luz pública, suprimiendo los operativos policiacos en las zonas habitacionales y controlando las acciones provocadoras de grupos con fines desestabilizadores.

Son responsabilidades públicas que tendrá que ejercer el gobierno, si en realidad como sustenta su discurso, se compromete a garantizar un proceso electoral en paz. Veremos.