La Jornada 27 de junio de 1997

Desigualdad, la constante respecto a infraestructura cultural capitalina

Renato Ravelo Ť En materia de infraestructura cultural el Distrito Federal es tierra de todos y tierra de nadie. Son muchos distritos federales: el de una delegación que cuenta con una sola casa de cultura que carece de lo básico, el de una casa de cultura que ejerce un presupuesto de un millón 100 mil pesos anuales, el de dos delegaciones que concentran 83 de las 101 galerías que tiene la capital del país, el de una Casa de la Música que a falta de transformador hasta el año pasado tenía un diablito conectado al alumbrado público, el de un Museo José Luis Cuevas que recibe del DDF 900 mil pesos anuales, el de los 118 teatros, 51 foros y 50 casas de cultura.

En la ciudad de México están detectados 50 ``grandes centros'' promotores de cultura, pero sólo siete dependen de manera total o parcial del gobierno capitalino. Esto significa que cualquier proyecto de ley de fomento a la cultura o de Instituto de Cultura para el Distrito Federal, requerirá de un diagnóstico de todos los recursos de la ciudad de México.

La presencia de la iniciativa privada es importante con fundaciones: lo mismo la de Banamex, que la del Instituto Cultural Domecq. Hay seis asociaciones civiles, un centro cultural de Televisa, una plaza comercial que es también cultural (Plaza Loreto), Casa Lamm y hasta la asociación cultural de la cooperativa de los trabajadores de Pascual.

También lo es la presencia de los institutos Francés de America Latina, Italiano de Cultura, Cultural Helénico y Goethe; la Biblioteca Benjamin Franklin de la embajada de Estados Unidos, así como la Casa de Cultura México-Japón, entre otras agrupaciones que tratan de ser un vínculo con el extranjero.

Sin embargo, es del lado de lo que se podría llamar oficial, del cual el próximo gobierno tendrá que pactar: siete centros universitarios, dos centros que dependen de los gobiernos de Veracruz y estado de México, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), incluso la propia Secretaría de Hacienda que cuenta con dos centros culturales y, por supuesto, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), que hasta la fecha se ha desarrollado como un poder sin contrapeso.

Al IMSS pertenecen 12 de los 118 teatros que hay en el DF; sus cursos y talleres cuentan con un público cautivo, como los del ISSSTE, y en determinadas circunstancias resultan más económicos que los que se pueden ofrecer en una casa de cultura. Sin embargo una casa de cultura podría, en casos concretos donde hay un alto nivel de sus maestros, elevar el nivel de los cursos del IMSS y el ISSSTE.

Por una ley de cultura

Arturo Sastré trabajó año y medio en Socicultur, cuando se quiso restablecer la dirección cultural, que Manuel Camacho Solís desapareció. Participó en la elaboración de un intento para diagnosticar cuantitativa y cualitativamente la infraestructura cultural dependiente de Socicultur, así como en el anteproyecto de ley de cultura para el Distrito Federal. Cuenta con una promotora cultural independiente y opina: ``no hay un diagnóstico de lo que el Distrito Federal tiene como recursos culturales. Es inequitativa la distribución de casas de cultura y desde el punto de vista cualitativo no se cuida el nivel académico del profesorado. Para la burocracia una casa de la cultura es como cualquier otra oficina burocrática''.

Sastré está en favor de la propuesta de crear un Instituto de Cultura, que satisfaga las necesidades de la población y que se creen las condiciones apropiadas a los artistas y administradores de bienes culturales: ``deben conocerse las necesidades de la población, hay que conocer de arte pero también del radio de acción; cuántos niños, cuántas escuelas cercanas, qué criterio poblacional. Aunque jurídicamente la promoción cultural es responsabilidad del gobierno capitalino, su estructura jurídica no lo obliga. Además, el gobierno comparte competencia con entidades federales. Los apoyos a la cultura a nivel gobierno local actualmente se dan a discreción de los delegados''.

En cuanto a la situación de las casas de cultura y centros que dependen del DDF, Sastré sostiene que la mayoría se encuentra en estado precario: ``sucede, por ejemplo, que la Casa de la Música no contaba, hasta 1996 que yo estuve, con un transformador y se colgaba del alumbrado público con un diablito. Los presupuestos de los centros que dependen del DDF son bajos: la Orquesta Típica recibía cuando yo estaba, entre 1995 y 1996, 453 mil pesos anuales, es decir 37 mil mensuales para un grupo de 36 personas con necesidades de instrumentos y vestuario''.

No para todos, sin embargo, fue bajo el presupuesto: el Museo Cuevas, en ese mismo lapso, recibió del gobierno capitalino 900 mil pesos, mientras el Museo de Historia Natural, uno de los más visitados, contó con un presupuesto anual de 488 mil pesos.

Al plantearle lo anterior, Sastré sostuvo que con la revisión de la legislación tendrá que desaparecer esa discrecionalidad, así como la aberración de la captación de recursos que no aportan beneficio a la comunidad o impiden el desarrollo de exposiciones al cobrar entre 240 y 360 pesos diarios por prestar una sala de exposición.

Casas de cultura: tres casos

En la delegación Tláhuac hay una sola casa de cultura. Tiene cuatro aulas, una sala de usos múltiples de 10 metros cuadrados, una oficina y baños. Funcionaba relativamente bien en sus ocho talleres hasta que hace dos años la Secretaría de Finanzas, del Departamento del Distrito Federal, decidió que la cultura debía costar y las casas de cultura producir. Ahora tiene un promedio de cuatro alumnos por taller, carece de salón para teatro y baile regional, tiene desde hace años los mismos instrumentos de banda y depende del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, así como de las gestiones delegacionales, para ofrecer conciertos a la población. Como todas las casas de cultura, que dependen del DDF, no tiene un peso de presupuesto para actividades. Los directivos ganan alrededor de 900 pesos quincenales.

Al sur de la ciudad de México, en la Plaza San Jacinto, el Centro Cultural Isidro Fabela tiene actividades importantes por lo menos tres veces por semana, lleva a cabo nueve exposiciones al año, realiza --aparte de los tradicionales talleres-- concursos de pintura y en ocasiones ha recibido a Germán Dehesa, según informa su directora Ana Luisa Valdez. En cuanto a personal, el CNCA tiene unas plazas básicas, aunque buena parte del personal depende del fideicomiso en el que participa el gobierno del estado de México. Anualmente ejerce un presupuesto de alrededor de un millón 100 mil pesos.

Obtenida como sede de la Asociación de Escritores de México, como parte de una negociación política, la Casa de la Cultura Luis G. Basurto es un caso atípico. Leticia López Villa, su directora, explica que tienen 36 talleres en función, con un mínimo de seis personas. El mantenimiento de la casa sale del pago de 50 a 100 pesos mensuales por persona participante en el taller. Mantener el inmueble cuesta mensualmente aproximadamente 4 mil 500 pesos incluyendo teléfono. La principal diferencia con otras casas de cultura, además de que se imparten talleres de biografía para los ancianos, es que quienes imparten los talleres de artes, por ejemplo, son egresados de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. El sueldo de la directora es de 2 mil pesos mensuales, arriba de los 200 pesos que gana un maestro de casa de cultura.