Hasta el momento de escribirse este artículo, no se sabe quién o quiénes han patrocinado la reproducción y distribución de cientos de miles de videos falsos que, a la par con otros medios de difusión, pretenden sustituir a la confrontación civilizada de posiciones políticas, de alternativas de solución a los problemas, con lo que se ha llamado la guerra de lodo. En momentos anteriores de la campaña, los que siguieron este camino, todavía no en violación de las leyes, lo hicieron de manera directa, publicándolo en su órgano oficial y mediante declaraciones de los candidatos.
Tanto en la primera etapa como en esta más reciente, lo estimulante ha sido que las preferencias de voto se han orientado en contra de los lanzadores de lodo y no en contra de quienes fueron blanco de ataques o calumnias. El electorado está dando prueba de que no se deja llevar por ese tipo de recursos. Es más, muestra que rechaza estos métodos.
Si, como indican las encuestas, los promotores de estos métodos de lucha electoral reciben, el 6 de julio próximo, un rechazo contundente de la ciudadanía, cabe esperar que todos aprovechemos la experiencia y la lección. Deberíamos poder esperar que en futuros procesos electorales, ya que el actual está por culminar, la competencia electoral se dé mediante la confrontación y el análisis de las propuestas de los partidos, y que sirva no sólo para ver quién gana, sino para que las propuestas más débiles de los contendientes se vayan quedando por el camino, gracias a la discusión y al análisis abiertos; y para que los puntos de mayor aceptación y solidez deban ser adoptados por los contendientes y, gane quien gane, lleguen al día de la elección convertidos en compromiso del ganador con los votantes.
En una semana, que es lo que falta para el día de las elecciones, es posible que no haya muchos cambios en relación con las encuestas de los últimos días. Tal vez una parte de los reportados como indecisos, se decidan; tal vez otros no vayan a votar o a lo mejor ni son tan indecisos sino que no quieren revelar su preferencia a un encuestador desconocido. Puede ser que haya alineamientos de última hora; pero es extremadamente difícil que cambien resultados en los que las diferencias son enormes. Y si así sucede, el proceso electoral dará como resultado un esquema político más claramente plural que el que está por concluir.
Una Cámara de Diputados que requiera de consensos al no haber un partido con mayoría absoluta, y la existencia de gobernantes de diferentes partidos en diferentes niveles de gobierno, incluso en la capital de la República, nos llevan a una nueva situación. Esto implica que una relación más política y menos destructiva entre las fuerzas precisamente políticas, no es algo que deba esperar hasta la siguiente elección, sino que debería darse en cuanto se conozcan los resultados de la que estamos viviendo.