La Jornada domingo 29 de junio de 1997

José Agustín Ortiz Pinchetti
La transición en México capital

En esencia: parece inevitable el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en la competencia por la primera jefatura de gobierno de la capital elegida democráticamente. Ello rompe con expectativas e imágenes políticas arraigadas, y ha desatado especulaciones catastrofistas y repercusiones interesantes. ¿Podemos ser cautamente optimistas?

Uno. Si Cárdenas llega al poder, arribará a un buen acuerdo con el Presidente de la República para administrar con relativa paz al DF. En contra de lo que se piensa, al presidente Zedillo no le conviene aislar e intentar aplastar a Cárdenas. A éste no le conviene atacar a la Presidencia. La responsabilidad del buen gobierno del Distrito Federal no puede ponerse totalmente en los hombros de su primer gobernador democrático.

Si se intenta responsabilizar a Cuauhtémoc Cárdenas de la inseguridad, la quiebra financiera, el desempleo y la contaminación, el nuevo gobernador podrá acusar al PRI-gobierno de que todos esos problemas son sus herencias y legados. Contaría con el apoyo de la opinión pública nacional e internacional. Al Presidente no le convendría hundir la administración del Distrito Federal, porque éste es el eje de la rueda del país. Un desastre en la ciudad de México desquiciaría la economía nacional y haría imposible un final de sexenio sin crisis. Cárdenas necesita de los recursos financieros, del apoyo político y hasta de la buena voluntad de la Presidencia.

Esto no quiere decir que muchos grupos de interés, parte del PRI y corrientes conservadoras, no intenten atajar y golpear a Cárdenas para impedirle llegar a la Presidencia de la República. Pero yo creo que el ataque no será ordenado ni orquestado por el presidente Zedillo.

Dos. Cárdenas no podrá cambiar drásticamente la administración de la capital. Yo calculo que no tendrá más allá de 20 meses de gobierno efectivo (el año completo de 1998 y unos diez meses de 1999). Es casi seguro que impulse su propia candidatura a la Presidencia de la República y que renuncie a la jefatura de gobierno en el otoño del año anterior a la elección. No sólo estará corto de tiempo sino de recursos, y si bien no es de esperarse un bloqueo o sabotaje por parte del Presidente, no es posible que pueda realizar las reformas fiscales y financieras necesarias para desarrollar grandes proyectos. Sin embargo, el gobierno de Cárdenas puede terminar en un gran éxito si se concentra en unos cuantos proyectos que tengan que ver con las necesidades sentidas de la población.

Otra fuente inédita de recursos está en la capacidad de movilización y autogestión ciudadana. Puede apelarse al espíritu colectivo que demostramos los capitalinos a raíz de los terremotos de 1985. Podría movilizarse a la población en tareas de regeneración urbana, reforestación, autogestión y vigilancia. Por supuesto que requeriría de un buen programa y excelentes promotores, y no de retórica populista.

Tres. Vale la pena observar el efecto que está produciendo el auge opositor en el Distrito Federal. Parece que la rápida declinación de las preferencias electorales a favor del PRI en el resto de la República pudieran tener que ver con esto. Debemos recordar que en 1988 se produjo una precipitación semejante en las semanas y días finales de las campañas. El mismo PRI está exacerbando la malquerencia de los ciudadanos. Cada vez que repite en su propaganda que él es el autor de todo lo grande y bello que tiene nuestro país, crecen de modo automático las cuotas de voto de castigo