La Jornada Semanal, 29 de junio de 1997


REINVENTAR LA SOBREVIVENCIA

Miquel Adrià

ENTREVISTAS CON TEODORO GONZALEZ DE LEON Y FERNANDO GONZALEZ GORTAZAR

Miquel Adriá, coordinador de nuestra ``Página de arquitectura'', dialoga con dos protagonistas de la arquitectura en México. Miembro del Colegio Nacional y autor de edificios que redefinieron el perfil del DF (el Auditorio Nacional, el Museo Tamayo, el Colegio de México, el Infonavit), González de León es un apasionado defensor de los edificios ``que hacen ciudad'': construcciones que tienden puentes y abren plazas hacia la vida en común. Por su parte, González Gortázar combina la arquitectura con la escultura y ha procurado que la edificación sea un acto de intenso hedonismo. A continuación, los planos de la ciudad posible.



Reinventar la ciudad lacustre

Entrevista a Teodoro González de León


Acabas de regresar de Montevideo, donde estuviste invitado por el presidente Sanguinetti y diste dos conferencias: una sobre tu obra, en la Escuela de Arquitectura, y otra en el Museo de Artes Visuales, a la que asistió tu anfitrión. En esta última hablaste de la ciudad.

-Sí, la dediqué a Montevideo, que es una ciudad con una factura muy interesante; es una trama, un damero, pero instalado en una península con los ejes paralelos a los límites, de tal manera que las calles perpendiculares bajan y como están sistemáticamente arboladas con plátanos, como Barcelona, se hacen túneles y al fondo siempre ves el mar. Eso se repite en unas cincuenta calles, y todas ellas van a dar a una larguísima costanera al borde del océano que le da identidad geográfica a la ciudad, porque ganó su frente de mar. Todas las ciudades americanas que conocemos dan la espalda al río o al mar, excepto Montevideo y Río. En la cultura europea, en cambio, las ciudades dan a la ribera.

-¿Qué proponías en Montevideo?

-El presidente Sanguinetti quería que diera mi opinión sobre un proyecto en el que pretenden impactar un área de 40 manzanas con el reciclamiento de la vieja estación del ferrocarril y algunas instalaciones del puerto que han quedado obsoletas, construir ahí nuevos edificios y ganar el frente del viejo puerto. Recuperar las vías del ferrocarril que ya no se necesitan, como en Londres, Barcelona, Lille o Munich... En México no hemos pensado todavía qué hacer con toda la zona ferroviaria obsoleta, olvidada en el centro de la ciudad. México ha tenido un mal trato con sus ferrocarriles, y de hecho existen vacíos urbanos muy localizados en la ciudad, áreas centrales que podrían tener viviendas y parques.

-¿Qué necesita más la ciudad de México: parques o viviendas, pulmones o espacio urbanizado para vivir?

-Siguen llegando nuevas migraciones a la ciudad de México pero ahora ocupan la periferia. Creo que es importantísimo incorporar nuevas viviendas al Centro.

-¿Viviendas de interés social?

-Vivienda mezclada. La vivienda social siempre está dirigida a un sector de ingreso semejante y esos lugares son monótonos. Hay que salpicar el Centro con clases sociales distintas y muchas actividades mixtas: vivienda, comercio, oficinas, pequeñas industrias -no contaminantes, por supuesto-, talleres, etcétera.

-O sea que propones recuperar la ciudad tradicional...

-Sí, la mezclada, la de siempre. Creo que podemos encontrar bastantes huecos en la ciudad de México. Los parques de Buenos Aires y de Montevideo son magníficos; aquí, en cambio, nadie los cuida. Se planta cualquier especie porque el programa prevé que hay que plantar árboles, no como el viejo José de la Lama, quien sembró en el Parque México jacarandas sobre la avenida y escogió especie por especie, árbol por árbol. En el DF fue trágico cuando cada Delegación pasó a hacerse cargo de los parques y jardines. Ahora nos gobierna una gran incultura.

-¿No será que la incultura a la que te refieres es fruto de la velocidad; que si el crecimiento hubiera sido más lento, habría sido más ordenado?

-En parte sí, pero también la velocidad impidió que la gente se educara. Hubo personas que en los años cincuenta advirtieron que si en México no se educaba teniendo en cuenta el crecimiento acelerado que sufría, en poco tiempo iban a ocupar todos los puestos de poder y decisión individuos sin educación que no sabrían lo que es la ciudad, lo que es un jardín... Con cultura se puede ser cívico, urbano, y saber cómo cuidar un jardín o arreglar una fachada. Urbanismo viene de urbanidad_

-De hecho, las reacciones de participación vecinal responden a la oposición sistemática a cualquier propuesta. No se dan alternativas.

-El objetivo es evitar que otro haga algo, como la oposición al tren elevado o a los estacionamientos, que son propuestas totalmente lógicas a problemas reales, pero a la gente le parece que son atentados. Creo que es un problema de inmovilismo y de falta de educación. En nuestro país existe un gusto perverso por quedarse como estamos. En política, esto tiene su versión: el que no hace la hace.

-¿Es sólo un problema de educación, o simplemente la reacción a que siempre que se ha hecho algo se ha hecho mal o sin tener en consideración los intereses de los vecinos, de los inmediatamente afectados?

-Creo que ambas cosas son ciertas; prueba de ello es que las obras se realizan siempre al final de sexenio, no se terminan y el siguiente sexenio las maldice, y tampoco las acaba. Es una regla que viene desde el sexenio de Alemán: el único modo de que un nuevo gobierno tenga su propia identidad es maldiciendo el trabajo del anterior. Tiene algo de edípica esta reacción de matar siempre al antecesor del mismo partido, al padre de la misma sangre...

-La ciudad de México tiene algunos ejemplos recientes de nuevos centros de oficinas o centros comerciales aislados, que sólo responden a los intereses de la iniciativa privada. ¿Se puede privatizar la ciudad?

-Para evitar eso es necesaria la intervención sana del gobierno, que reúna en esfuerzos colectivos todas esas energías generadoras de ciudad y evite que se conviertan en guetos, o que sólo respondan a los intereses de unas cuantas empresas. Puesto que el gobierno puede llegar a todo, debería ser capaz de organizar los distintos propósitos, ya que la ciudad la hacen todos, la hace la gente. Tal vez se podrían aplicar algunas medidas ordenadoras, de control de altura y del paño de fachada, como en Montevideo o en Buenos Aires, continuando la calle corredor -que tanto abominaba Le Corbusier. Quizás algunas medidas de ese tipo en las partes centrales de la ciudad todavía son operables, y en las aledañas hay que buscar el ``contraste controlado''. Así podría ser la ciudad contemporánea, que aglutinara la pluralidad de aspiraciones, desde la plástica abstracta del movimiento moderno hasta los restos del posmodernismo, respondiendo a una sociedad plural.

-¿Hay alguna estrategia que permita controlar este desorden?

-En las nuevas áreas ese control, ese orden puede estar orientado a que los proyectos privados produzcan espacio urbano público, con pórticos, plazas y avenidas. El conjunto Arcos Bosque creó un espacio público muy generoso. La historia nos da muchos ejemplos: Bolonia, en la que todo el mundo hizo pórticos, suma ahora kilómetros de éstos. Munford decía que ahí el urbanismo se volvió generoso. Otra cosa es el Centro Histórico: las 400 manzanas que lo componen deberían ser respetadas por su valor histórico, y toda intervención que allí se produzca tendría que pasar por un filtro de calidad. Está el ejemplo de Montevideo, donde existe un comité totalmente honorario que revisa todos los planes, todas las obras que se hacen en el Centro y lleva 25 años trabajando con independencia del gobierno.

-¿No crees que si esta propuesta llegara a funcionar nos llevaría a una ciudad reaccionaria, muy conservadora, como el París de antes de Mitterrand, o el London Heritage del príncipe Carlos, en el que no se podía tocar nada ni construir ningún edificio que no se mimetizara con las arquitecturas del siglo XIX ?

-Depende, si esto lo controlan ciertos conservadores y restauradores del INAH, ya se fastidió. Este comité debería ser muy plural y participar en él algún representante profesional escogido por las escuelas de arquitectura, entre otros.

-Tú siempre propones que la ciudad se arme a base de elementos autónomos, pero ¿cómo conectas la ciudad?

-Siempre va a ser por el lado de la vialidad; a la ciudad ya no la vas a poder abarcar globalmente, como en el plan total lecorbusiano. Se puede atacar en puntos estratégicos siempre intercomunicados por una vialidad eficaz para coches, una buena estructura de Metro, unas zonas verdes que también estructuran la ciudad. La idea que quiero proponerle al nuevo regente es plantar jacarandas en el Zócalo, una escuadra de doble hilera que se convierte en un evento anual, distinto y poético en el Centro. Este tipo de intervenciones cambian la ciudad.

-¿El DF es una ciudad para vivir o para sobrevivir?

-Esta es una ciudad muy intensa que yo nunca dejaría. No es cierto que sea tan difícil vivir de un modo aceptable en la ciudad de México. La gente busca su acomodo, y trabaja y vive lo más cerca posible. En la medida que el transporte sea más efectivo, también hará más fácil esta relación. Creo que lo mejor es vivir lo más cerca posible de donde uno trabaja. Ganas tiempo de vida.

-¿Crees que se debe estimular el crecimiento de ciudades periféricas al DF para detener el crecimiento de la capital?

-La ciudad va a seguir creciendo a consecuencia del centralismo, por lo que hay que ordenar el crecimiento. A largo plazo, hay que prever una buena infraestructura vial, pero ahí nos topamos con el problema de los regímenes mexicanos que nunca se atreven a propuestas de largo plazo. Hank hizo el programa de los ejes viales en tres años, pues sabía que si no lo acababa nadie lo iba a continuar. Así, privilegió el transporte privado por encima del Metro. México es una ciudad policéntrica, con su Centro Histórico y otros centros tal vez no muy estructurados. Quedan las zonas de los ferrocarriles como posibles huecos a ocupar; tienes los cerros de la sierra de la Villa, que podrían ocuparse con parques urbanos y viviendas puesto que no son reservas ecológicas y están a tres kilómetros del centro de la ciudad; podría ser un lugar maravilloso. Creo que hay que revivir el proyecto de reconstrucción de los lagos: el Plan Texcoco. Fue una desgracia que ganara la propuesta del drenaje profundo, pero la propuesta de Nabor Carrillo preveía la ejecución de siete u ocho lagos grandes para distintos usos: unos para recoger el agua pluvial, otros para agua potable y otros más para reciclaje de aguas. Este valle no drenaba y el problema era cómo hacer los lagos. Finalmente, se vio que el sistema mas efectivo era deprimir el terreno por bombeos intensivos localizados. Imagínate con viviendas alrededor de los lagos... El proyecto no sólo se desestimó sino que ¡hasta se quemaron los ejemplares! Yo conservo uno que me dio Nabor. Prosperó el proyecto del drenaje profundo, que resolvía un problema pero creaba otro puesto que también sacaba el agua subterránea del valle.

El otro problema serio es el del abastecimiento de agua a la ciudad; el sistema de bombeo del agua existente en la periferia está llegando a su fin sin que exista una alternativa de largo plazo. Con el Plan Texcoco no tendríamos estos problemas puesto que de un modo natural los lagos almacenarían el agua del valle a 2,400 m de altura.

-Estamos analizando a la ciudad como una gran estructura en el valle pero hay algunas partes con carácter propio, como el Centro Histórico. ¿Piensas que por su calidad debe ser conservado tal cual?

-Hay que guardar las joyas que están allí, pero las construcciones que no sean monumentos históricos deben ser remplazadas por nuevas edificaciones. Lo que se debe crear en el Centro es nueva vivienda de calidad -con jardines y estacionamiento suficiente, respetando la altura y el paño de las calles- dirigida a las clases medias, e interviniendo en una zona lo suficientemente grande para generar síntomas de regeneración, como pasó en el Marais de París, donde después de 20 años se ha regenerado la estructura social y ahora ya es un barrio de ricos.

-¿Esta propuesta sería compatible con la ciudad monumental de los museos, los palacios y las iglesias?

-Pienso que sí. Es más, también tendrían que incorporarse nuevos edificios de oficinas y pequeños talleres, para recuperar los usos múltiples de la ciudad tradicional, en lugar de las viviendas de bajos recursos y los talleres de desechos que existen ahora.

-Ante esta oportunidad histórica de un posible nuevo gobierno y teniendo en cuenta la poca importancia que se da en todos los programas al tema urbanístico en general y arquitectónico en particular, ¿qué le recomendarías al nuevo regente?

-Yo diría que empezara revisando los programas de largo plazo y que se comprometiera con alguno, como el Plan Texcoco, el programa del agua, y algunos programas puntuales de áreas vacías, como las zonas de ferrocarril o la Refinería, que sigue entera. Pero apenas digo esto y advierto un problema de fondo: la próxima elección es sólo por tres años y los tres candidatos aspiran a la regencia como un paso a la presidencia. ¿Alguno podrá pensar en un plan ambicioso en estas condiciones?

-¿Cómo hará el nuevo regente para asesorarse con un equipo de urbanismo competente, no siendo una prioridad de ningún programa?

-Hay mucha gente, como Jorge Gamboa, que puede aconsejar muy bien; y a partir de ahí hay que ensamblar planes, y dar coherencia a ese desparramamiento con ligas que articulen áreas de la ciudad.

-¿Qué podemos hacer los arquitectos por la ciudad?

-La ciudad la hacemos todos; los arquitectos hacemos edificios, parques, y a veces participamos en proyectos de avenidas con ingenieros y otros especialistas. Los arquitectos le damos la última mano, la tercera dimensión, le ponemos fachadas.

-¿Y a quién le corresponde proyectar el futuro, decidir cómo queremos que sea el lugar donde vivimos?

-Deben participar muchas personas en estos planes; desde luego los políticos, que deben ver la viabilidad de cada propuesta; los ingenieros, los expertos en medio ambiente. Juntos, tenemos que resolver tareas tan urgentes como la recuperación de la identidad geográfica y revisar los límites del valle de México, la serranía, el Popocatépetl. La contaminación es grave para la salud pero también es muy triste que se pierdan los límites geográficos, la pertenencia a un lugar. Le Corbusier me decía una cosa muy bonita mientras cruzábamos el Sena: ``Mire las calles de París, son muy tristes, son deprimentes, pero la sensación de espacio que se obtiene al cruzar el río te salva el día.'' Estoy convencido que sólo los planes de gran aliento pueden entusiasmar a la población. Por la vía del Plan Texcoco podemos reinventar la ciudad lacustre...

-¿La ciudad de México, tiene solución?

-Por supuesto: vivimos en ella, trabajamos, vamos al cine, vemos a los amigos...

Más allá de la sobrevivencia

Entrevista a Fernando González Gortázar

Mafalda decía que lo urgente nunca deja tiempo para lo importante. ¿Qué propondrías al nuevo regente en temas de arquitectura y urbanismo, cuando lo urgente es resolver los problemas de seguridad y contaminación, pero el urbanismo formaría parte de lo importante en un proyecto de ciudad?

-Se me ocurre empezar por tomar conciencia de que la ciudad de México, con todos sus problemas, es producto de las torceduras políticas, del centralismo y su par, el presidencialismo. Esta concentración de poder ha conducido a una concentración de bienes y de males, de virtudes y defectos, y a una pavorosa concentración de personas. Eso no hubiera sucedido si hubiéramos tenido un poder político y económico mejor distribuido, si funcionara el federalismo. La gente ha inmigrado a una ciudad que está a 2,400 m de altura, hundida en un valle sin desagüe natural, rodeada de cerros que dificultan la renovación del aire; la gente ha venidoÊaquí no como un acto de libertad sino como un último recurso de sobrevivencia. Si esa gente tuviera en su lugar de origen el trabajo, la vivienda, la salud, la recreación, la cultura, la dignidad y los mínimos elementos para sobrevivir en condiciones mínimamente decorosas, se hubiera quedado allá. Muchos de los problemas que tiene la ciudad de México no se resuelven aquí, sino en todo el territorio nacional.

La gente que llega a la ciudad se da cuenta demasiado tarde de que aquí tampoco va a colmar sus deseos. No nos engañemos, hay problemas en esta ciudad que ya no tienen solución.

-¿Tú crees que existe un límite para el tamaño de la ciudad?

-Estoy absolutamente convencido. No podemos determinar cuál es ese límite, puesto que también depende del modelo de ciudad. Por ejemplo, Madrid y Guadalajara tienen más o menos los mismos habitantes, pero ésta es mucho mas extensa por ser una ciudad de un piso; en cambio, Madrid es una ciudad de cinco o seis pisos. Creo que un problema de nuestras ciudades es la escasísima densidad de población. Tenemos ciudades de uno o dos niveles que se extienden por kilómetros y kilómetros, multiplican las calles que hay que pavimentar, los kilómetros de drenaje que hay que construir, el territorio a iluminar, a vigilar, a recoger basura... Creo que uno de los propósitos en el DF debería ser densificar la ciudad, concentrando población en los lugares con mejores comunicaciones y servicios.

-¿Dónde intervendrías?

-Uno de los elementos que agravan las condiciones de esta ciudad, más extensiva que intensiva, es la enorme cantidad de terrenos baldíos mantenidos por intereses de especuladores inmobiliarios. Hay que forzar su ocupación mediante impuestos prediales que aumenten cada año mientras no se construya. Y luego están los agujeros negros de ``no-ciudad'' dentro de la ciudad, como la demolición del Templo Mayor o el gran terreno baldío detrás del Palacio de Bellas Artes donde se proyectó la Cámara de Senadores. Ya se desperdició la gran oportunidad que nos ofreció el terremoto de 1985 para enderezar ciertas cosas que se reconstruyeron tan mal como estaban antes.

-Esto nos daría un modelo de ciudad más complejo, multicéntrico.

-Siempre ha sido multicéntrica, puesto que al crecer fue engullendo pueblos, que han conservado su identidad. De hecho, la estructura de barrios me parece una de las mayores riquezas de la ciudad de México. Es la célula pequeña, la comunidad manejable, con singularidad cultural y que hay que preservar haciéndola autosuficiente. Uno de los barrios que contra todo pronóstico preserva su identidad es el Centro Histórico, por eso me parece aberrante que pertenezca a dos delegaciones políticas.

-¿Qué sucede con la mayor parte del territorio urbano que no tiene esa identidad de barrio, y cómo deben estar conectadas las células entre sí?

-Los ejes viales pudieron ayudar en este tema. Tuvieron un éxito parcial, y causaron daños que también fueron parciales, fracturando las unidades barriales. Desde luego, son grandes lazos que conectan a la ciudad, aunque hay que decir que el transporte individual jamás resolverá los problemas de comunicación de la ciudad. Creo que hay que poner el énfasis en el transporte colectivo.

-¿Qué otras estrategias se te ocurren para conectar la ciudad?

-Hay otras formas de ``conectarla'', y una de ellas es crear la idea de la ciudad de todos. Me refiero a los símbolos urbanos, como el Palacio Nacional, el Zócalo, o el çngel de la Independencia. Hay que reforzar la estructura simbólica de la ciudad, que es cada día más débil.

-Pero ¿no te parece que estos aspectos de representación simbólica de la ciudad deberían quedar en un segundo plano, cuando tenemos el problema de ubicar a mil nuevas personas cada día?

-Yo creo que la gran pregunta es si debemos hacer ciudades para vivir o para sobrevivir, si vamos a crear ciudades para personas completas o para seres mutilados. Nuestras necesidades van mucho más allá de la sobrevivencia. Estoy convencido de que la belleza es un artículo de primera necesidad, tanto como las tortillas y los frijoles, y sólo en ámbitos bellos se puede vivir de una manera plena. A sabiendas de que es una utopía, creo que hay que aspirar a la calidad de vida, los servicios, la vivienda, la educación, la cultura, el trabajo, la belleza, la identidad, el orgullo de ser.

-¿Dónde acaba la ciudad? ¿Cuáles son sus límites dentro del territorio?

-Me parece que debemos superar la idea de la ciudad como identidad aislada. La ciudad de México debe ser vista siempre como parte de una nación, pero sobre todo como el elemento más importante, pero no el único, de una enorme región que es su área de influencia. Si la ciudad de México fuera capaz de complementarse con las ciudades vecinas, funcionaría mejor.

-¿Te refieres a Puebla, Toluca, Cuernavaca?

-Sí, e incluso hasta Querétaro, con una buena y rápida estructura de trenes suburbanos e interurbanos que propicie la región multicéntrica. Desde luego, haciendo lo posible por evitar que estas células aledañas se conviertan en ciudades-dormitorio.

-¿Quiénes son los dueños de la ciudad: los ciudadanos o los gobernantes con derecho a vender o a privatizar la ciudad?

-Esta es una pregunta fundamental, ya que en este terreno se dan todas las torceduras, vicios y perversiones de nuestro sistema, el cual tiende a marginar a los ciudadanos de la sociedad y de su propio destino. La sociedad civil debe ser siempre más fuerte que las instituciones. Creo que son positivas las reivindicaciones que se están dando últimamente, aunque se han producido excesos de muchos grupos representantes de barrios que se han comportado con un egoísmo excesivo ante proyectos de estacionamientos subterráneos que les van a ocasionar molestias transitorias, teniéndoles sin cuidado los beneficios colectivos de largo plazo. Ha primado el interés particular por encima del colectivo. Sabemos que los logros de todos los planes urbanos son siempre parciales, pero los proyectos de futuro de nuestro hogar colectivo deben responder a los intereses de los ciudadanos, y ser ejecutados por sus representantes legítimos, y los especialistas como orientadores de éstos. Fíjate que me refiero a especialistas y no a técnicos, ya que entre los especialistas debería haber hasta poetas. Por ejemplo, los gobernantes deberían mantener a raya esa soberbia que los hace creerse omnisapientes, y crear consejos consultivos e informativos, e instrumentos legales para que los ciudadanos pudiéramos protegernos de los abusos de poder. Debería crearse una Comisión de Derechos Urbanos del Distrito Federal.

En cuanto a la privatización de la ciudad creo que ya se está dando, y me preocupa muchísimo. Me parece atentatorio de mis derechos el que los vecinos decidan cerrar su calle, o que las banquetas estén ocupadas por los restaurantes sin permitir el tránsito libre de viandantes.

-¿Y el agua, de quién es?

-El agua puede ser la futura causa de colapso de la ciudad de México, por encima del de la contaminación atmosférica. Imagínate lo que es subir agua a estas alturas para todos los habitantes del valle.

Otro problema grave es que la imagen de la ciudad se está privatizando con la proliferación abusiva y caótica de anuncios publicitarios. Todo remate visual, toda perspectiva interesante de la ciudad tiene sobrepuestos mil espectaculares. Esto impide el proceso de apropiación amorosa, la relación erótica del ciudadano con su ciudad. La imagen de la ciudad debe ser nuestro retrato y nuestro reflejo: es algo demasiado importante como para que se ponga a la venta del mejor postor.

-¿La ocupación sin control de la calle por los vendedores ambulantes es otro modo de privatización de la ciudad?

-Las funciones urbanas son eternamente mutables y la ciudad debe adaptarse continuamente a ellas. Creo que los tianguis y el ambulantaje son dos fenómenos cuyas causas rebasan cualquier capacidad de acción de nadie, y en lo personal no me parecen en absoluto perniciosos. Si ves estampas de la ciudad del siglo XVIII, ya están los tianguis en el Zócalo. Hace años me pidieron un proyecto de mejoramiento integral de la Avenida de San Pablo, entre el Mercado de la Merced y Pino Suárez. Las banquetas estaban ocupadas por puestos semifijos y mi planteamiento fue que eran de hecho un corredor comercial, y los puestos existentes parte fundamental del uso correcto de la vía, por lo que rediseñé la sección considerando el transito de vehículos y de peatones, y creando lugares dignos para substituir los puestos precarios con espacio para los árboles y dando una imagen digna para estas actividades. La labor de los urbanistas debe ser la de diseñar la ciudad para sus funciones reales. No negarlas, sino orientarlas y adecuarlas.

-¿Esta actividad es compatible con la ciudad monumental del Centro Histórico?

-Hay que hacerla compatible. Habrá zonas de un significado histórico o simbólico que deberán quedar libres, pero hay otras muchas en las que esta función podrá darse sin afectar ningún valor trascendente de la ciudad. Creo que debemos tratar de que las funciones de la ciudad estén mezcladas, y en la medida de lo posible también los grupos humanos. Debemos convocar a los mejores talentos para que lo intenten. Por ejemplo, en Berlín se está construyendo un enorme conjunto de oficinas en la Plaza Postdam, y por ley tuvieron que dedicar el 20% de la superficie construida para vivienda; aquí todavía somos capaces de proyectar un conjunto como Santa Fe, que sería el equivalente de aquello, sin mezclar funciones, y cuando se cierran las oficinas se convierte en una zona muerta.

-¿Cómo se puede incorporar al DF nueva vivienda social digna para absorber las continuas migraciones?

-No sólo para la gente que esta llegando sino para gente que no tiene vivienda, como los niños de las coladeras. En 1990, ya había unas 800,000 viviendas irregulares en condiciones de ilegalidad y sujetas a toda clase de extorsiones. Una de las grandes decepciones ha sido el total fracaso del Infonavit como rector de la vivienda masiva. Muchos tuvimos esperanzas de que pudieran hacerse planes de largo plazo para normalizar el desarrollo de estas grandes zonas, pero lamentablemente se convirtió en una simple actividad financiera y todas las esperanzas se vinieron abajo.

-¿Quién diseña la ciudad?

-En la ciudad el tiempo es un factor compositivo. También el azar, como bien dice Teodoro. En cuanto a la cultura arquitectónica, o mejor dicho, la conciencia de que la arquitectura es determinante para el bienestar (o para el malestar), ésta es precaria. Por ejemplo, me parece escandaloso que las autoridades concesionen la nueva ala internacional del aeropuerto de la ciudad de México y no se preocupen por exigir un mínimo de calidad arquitectónica en un edificio de tanta importancia colectiva, que resultó insuperablemente mediocre y vulgar. La arquitectura influye activa y positivamente en el ciudadano, por lo que todo edificio debe resolver no sólo sus exigencias funcionales sino que debe aportar a la comunidad valores trascendentes, crear cultura e identidad, ayudar a crear ciudad.

-¿Quién diseña los elementos que forman el común denominador de la ciudad: los parques, el arbolado...?

-Nadie. No se considera la relación entre el arbolado y las líneas subterráneas o aéreas. El DF tiene algo así como medio metro cuadrado de área verde por habitante y deberíamos de multiplicarlo por veinte para estar en un nivel mínimo aceptable. Los árboles no sólo embellecen la ciudad sino que aumentan la humedad, amortiguan el ruido y dignifican visualmente. A su vez, los parques son de los pocos lugares donde se crea sentido de pertenencia a una comunidad.

También hemos olvidado la quinta fachada de la ciudad: las banquetas, los pavimentos, el mobiliario urbano, los túneles, los puentes peatonales, que están en manos de técnicos poco talentosos que no ven el conjunto. La belleza no encarece el diseño urbano y la ciudad es algo tan importante que creo que no debemos conformarnos con menos que lo óptimo.

-¿Cómo se podría sensibilizar a los gobernantes?

-No recuerdo quién dijo que la diferencia entre un político y un estadista, es que el político piensa en las próximas elecciones y el estadista en las próximas generaciones. Necesitamos visiones de largo plazo, sujetas a adecuaciones constantes. La ciudad debe ser la suma de sus épocas, de sus grupos humanos; debe ser la memoria colectiva y su propio museo. La meta es que la ciudad propicie la felicidad de sus habitantes. Hay mucho que preservar y mucho que modificar. Hay que preservar el patrimonio, rescatar las áreas de importancia histórica, sin temer enriquecerlas con nuestra propia huella: la modernidad no es la negación de la tradición sino al contrario, es nuestro aporte a la tradición. Y al mismo tiempo, debemos aprender a dejar en paz al mundo, no querer modificarlo todo. Que ya dejen en paz al Paseo de la Reforma, así está muy bien, y que calmen las ansias de convertirlo en la versión construida del libro de texto. Que vuelva a florecer el arte urbano, que en algún tiempo puso a esta ciudad en la vanguardia del mundo. Que no perdamos la fuerza de proponer, el ánimo de dar batallas, el espacio para soñar.