Fallidos ataques para confinar a jesuitas: López Barrio
Salvador Guerrero Chiprés /I Ť Los ``ataques, amenazas y calumnias'' provenientes ``de grupos dentro de la Iglesia'', así como de intereses contrarios a la defensa de los derechos humanos y de la justicia social y distributiva en México, no consiguieron confinar la actuación de los jesuitas a las actividades exclusivamente religiosas y privadas, afirmó el provincial de la Compañía de Jesús en el país, Mario López Barrio.
Esos métodos también son rechazados por una sociedad que apoya, como esa congregación, ``la información, participación ciudadana y la conciencia sobre esos derechos'', agregó.
En un contexto de reacomodos en la sociedad y en la Iglesia católica, la congregación encabezada por el papa negro Peter Hans Kolvenbach ratifica su identificación con ``la lucha contra la injusticia reinante''. A poco menos de dos años de que el clérigo asumió el cargo, López Barrio, directivo de la congregación que llegó a la ciudad capital el 28 de septiembre de 1572 - otros datos dicen que fue en 1577-, acepta que este año electoral reaparecen los ataques y calumnias contra los jesuitas.
Provienen, señala a pregunta expresa, de actores eclesiásticos y laicos nacionales e italianos pero, asegura, ``no nos han afectado sustancialmente''.
Se ha presentado el caso, menciona, que hasta un grupo de Legionarios de Cristo acusa a los jesuitas de haber estado detrás de ``la campaña'' contra el superior general de esa orden, Marcial Maciel, ``cuando nosotros presionamos para que no saliera el programa de televisión sobre él''.
La época actual es conocida en medios eclesiásticos progresistas ``como una etapa delicada y de vigilancia'' impuesta por los sectores predominantes en El Vaticano. De ella rehusa hablar López Barrio. Se dice ``sujeto a la instrucción del obispo de Roma''.
Algunos jesuitas que piden no ser citados señalan que personajes como Gerónimo Prigione, proclives ``más al poder que a la labor pastoral'', ``golpearon'' pero no impidieron la continuidad de proyectos educativos, parroquiales y populares de las congregaciones cercanas a los pobres.
Para ellas se acerca ``una nueva época'' en al cual el retiro físico de Prigione es un elemento central, pero no el único.
Los jesuitas, afirma López Barrio, rechazan la llamada ``lucha armada'' representada en organizaciones como el EZLN y el EPR, pero no pueden evitar comprender que ese es ``un último camino'' después de descuidos y agresiones que han afectado a amplios sectores de la población marginada.
Defiende la tesis de que ``esos grupos deben ser escuchados para impedir mayor violencia''.
López Barrio plantea a La Jornada que los jesuitas ``están a la expectativa'' ante la posibilidad de que la pendiente reglamentación de la Ley de Cultos y Asociaciones Religiosas pueda implicar ``un excesivo control''.
Señala que la administración de Carlos Salinas de Gortari y la gestión del nuncio Gerónimo Prigione --especialmente entre 1988 y 1992-- sin mencionarlos explícitamente, representó precipitación en ``una negociación cupular''' de la nueva relación Iglesia-Estado, la cual ignoró al sentir y las inquietudes de ``las bases'' de una Iglesia católica que se atribuye más de 90 por ciento de los creyentes mexicanos.
Cuidadoso, el ex rector del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), y del Instituto de Ciencias de Guadalajara, reivindica el compromiso jesuita de trabajo pastoral en Chiapas y lamenta que ``como táctica'', terratenientes y ``otros actores'' hayan tratado de vincular a los jesuitas con el EZLN ``para confundir''' y, a largo plazo, inhibir la tarea de defensa de los derechos humanos y la promoción y educación popular realizada ``en medio de las convulsiones sociales de nuestro país'' como definió esa congregación en octubre de 1996 su tarea, en uno de los momentos de mayor presión.
En noviembre de 1996, al presidir en México una reunión de provinciales de América Latina de la Compañía de Jesús, Peter Hans Kolvenbach, superior general de la congregación, ratificó que los jesuitas continuarían en su ``compromiso por la justicia y la denuncia de la pobreza en el continente''.
--¿Cuáles son los ejes de la actividad de los jesuitas en los años por venir?.
--En realidad no es que haya un cambio sustancial; no es que se haya interrumpido o haya que plantearse de otra manera, es una línea de continuación, no hay algo que nos haya afectado esencialmente. En el caso de la ley, ésta no vino a plantear nada sustancial y distinto para a nosotros. Afecta de una forma general a toda la Iglesia, no solamente a los jesuitas.
La ley ``necesita perfeccionarse, me parece que no estábamos preparados; no era el momento, especialmente por la forma como se hizo. No se tomó en cuenta a las bases; no se preparó al pueblo ni a la misma Iglesia. Nos hubiera gustado mucho un proceso más largo de preparación. Esta primera etapa ha sido quizá de un reconocimiento oficial donde se nos invita a reuniones, a diálogos, pero no es algo que esté todavía en la conciencia de la población cristiana en general''.
--¿Hubo precipitación de las cúpulas del gobierno, el Episcopado y la nunciatura en la negociación de la ley de culto?
--Sí, pienso que sí.
--¿Cómo se debería vivir en la base de la Iglesia esta renovación?
--Tuvo que haber habido consultas, informaciones, de tal manera que se pudieran prever una serie de consecuencias que podrían ser negativas si no se prepara a la gente. Hasta hoy vamos caminando, creo que el contar con un reconocimiento jurídico nos ha facilitado ejercer el derecho de ciudadanos. Trabajamos abiertamente sin necesidad de ficciones jurídicas como antiguamente se hacía, que no podíamos enseñar abiertamente en colegios y escuelas. No sabemos cómo vaya a resultar, estamos a la expectativa.
--¿Consecuencias e imperfecciones como cuáles?
--Por ejemplo, podría darse un excesivo control. Antes no teníamos un reconocimiento, pero sí suficiente libertad. Ahora pudiera darse el caso de una injerencia excesiva de parte del gobierno en nuestra vida interna. Podría surgir también algún tipo de alianzas entre algunas iglesias que no son tan benéficas para el pueblo como ya ha sucedido en la historia. Tenemos que continuar y yo diría que con mucha prudencia, apertura, diálogo, dejando muy claras las tramas y los elementos respecto de los propios derechos y obligaciones de cada uno.