Acto de fe priísta, con burócratas y jóvenes en vez de obreros
Hermann Bellinghausen Ť Acordándose de Colosio, pero no de Fidel (como si nunca hubiera existido), el PRI salió a las calles a retar a las encuestas. Por Madero retumba: ``Los vamos a madrear'' un mismo coro de trabajadores de una delegación que borda sobre el leit motiv de este cierre de campaña, ``vamos a ganar'', otras variantes como ``los vamos a apalear''.
El jingle de campaña, una rola totalmente juvenil, suena una y otra vez en las bocinas de la plaza: ``Tenemos el hombre justo/ para vivir en paz''.
Desde las 8 de la mañana las arterias gordas de la ciudad, como Tlalpan e Insurgentes Norte, vieron surcar en peseras un ambiente de futbol americano, con las huestes politécnicas listas, pero este reportero es nostálgico y echó de menos los virtuosos manejos de muchedumbre del movimiento obrero. Su ausencia la subrayó la poca concurrencia de matracas. Vinieron al Zócalo comerciantes, taxistas, colonos, comités distritales, pero no obreros ni campesinos. Eso sí, toda la burocracia del DDF, que de por sí es mucha.
Los adictos al zocalómetro dirán que la Plaza de la Constitución se llenó; primero de sillas, miles de ellas, y luego de gente. Banderas blancas, camisetas blancas, gorras blancas que uniforman a la gente ``con sangre tricolor'' (ese hallazgo hematológico de Campa Cifrián del que todavía no se reponen los científicos).
``Que nadie se extrañe de nuestro triunfo'', advierte Campa en su discurso, y asegura: ``Alfredo del Mazo va a ser el mejor gobierno en la historia de nuestra ciudad''.
Luego dicen que uno es subjetivo, pero me da la sensación de estar más en un mitin del partido que del candidato. Como que los propios priístas se necesitan convencer de que las cosas van bien. Por eso, Humberto Roque Villanueva, enfático en todo, enfatiza que tiene un ``extraordinario candidato'', a quien así diferencia del rival (el único rival perceptible en el Zócalo priísta), ``aquel que lleva el cencerro por veredas'', del partido ``del sol que sólo sirve para quemarse''.
También Campa, en su pieza oratoria, dedicó un buen tramo a caracterizar al priísmo de cara al ``otro partido, que estimula el encono y la guerra entre mexicanos''. En el ambiente nunca parecen existir los demás partidos; digamos, el PAN. Explícitamente, el PRI se prepara a resistir al PRD. (Lo mismo le pasó ayer al PAN aquí: sólo existía el PRD como rival).
El característico estilo de Roque, muestra de que aprovechó muy bien sus clases de oratoria, da para mirar alrededor de la plaza, llena de mantas y casi idéntica a una concentración del gobierno. Su pulgar arriba y al frente, es la seña de la huella digital, y un ademán de darse ánimos. Hay que ver el uso que da a sus brazos, no los desperdicia un segundo. Y consigue infundir ánimo a la plaza para que tome la palabra el candidato tricolor.
La gran tribuna, llena de priístas distinguidos, y sobre todo de candidatos, tiene atrás una gran lona gris que cubre por completo el Palacio Nacional. ``Hacia la victoria'', dice.
Del Mazo, de impecable traje negro, se pone de pie y alza los hombros un poco caídos. Se acomoda el nudo de la corbata, extrae sus cuartillas y se adelanta al podio de acrílico transparente. Sonríe por convicción, y mientras inicia su discurso, las campanas de Catedral repican, se alza un rumor, la gente habla, silba, sopla las cornetas y de momento el sonido no permite entender las palabras del candidato.
``¿Te quedas?'', pregunta una mujer comerciante a su compañera de colonia mientras enfila con sus hijos rumbo a la calle.
``No, vámonos yendo'', responde su amiga, y se alejan, para encontrar en las orillas de la plaza que nadie puede salir hasta que termine de hablar el candidato.
Los usos y costumbres priístas contemplan la forma de ``cumplir'' con la asistencia, sea a fiesta nacional, acto de campaña o jornada electoral. Hoy muchos cumplieron y desde antes de las 11 de la mañana (hora anunciada para el acto) se retiraron. Como sea, hubo una verbena desde las 9, así que la mañana dominical ya rindió.
El propio Alfredo del Mazo, quien a las 11 hacía su arribo al acto por Madero, se cruzó con decenas de los que ya habían cumplido y llevaban sus gorras y pancartas y banderas rumbo a los parques. Pasaron a su lado.
¿Por quién doblan las campanas?
Llegaban por las cuatro direcciones los aparatchik, envueltos en las bases priístas que coreaban:
--¿Quiénes somos?
--Los del PRI
--¿A qué venimos?
--A ganar
--¿Cómo?
--Duro, duro, duro.
Y proclamaba que su partido ``será el campeón''. Esteban Moctezuma topó, al llegar al Zócalo, con los azucareros despedidos de Tabasco que andan pidiendo cooperación y no van a desaprovechar otro lleno. Otro candidato, además actor y torero, Raymundo Capetillo, iba sonriente y bien acompañado, igualito a como sale en los carteles que tapizan avenida Cuauhtémoc.
Antes del mediodía tomó la palabra el aspirante a jefe de gobierno del Distrito Federal y habló como candidato típico, o sea, hizo promesas (130 mil empleos cada año, 120 mil casas nuevas, ``100 por ciento de agua de calidad a todos los hogares) en ``este momento supremo'' de la ciudad de México, ``más viva que nunca''. Se refiere a las campanas, que lo acompañaran a lo largo de su discurso:
``Las campanas de la Catedral suenan por la victoria de nuestro partido''. También las llama ``las campanas de la libertad'', y ``de la sangre de la inmensa mayoría de los mexicanos''.
No obstante, en los corrillos de la FTDF dicen que las campanas las están tocando perredistas. Entonces no queda claro si es una provocación o un himno a la libertad, o una intromisión de la Iglesia de Roma.
El candidato del partido que gobierna México dice a sus correligionarios: ``he contemplado de cerca esa esperanza, que no se cumple pero no se apaga''. También compartió durante su campaña ``ilusiones y desesperanzas''.
Asegura: ``no me temblará la mano para tomar las decisiones que hagan falta'' y reconoce que ``la corrupción y el burocratismo son un lastre'' que se debe erradicar.
Recuerda que el PRI es ``el auténtico heredero de la historia de México''. Habla de Morelos y Zapata, Hidalgo, Madero y Juárez, quienes como bien se sabe fueron del PRI.
Termina y se oyen aplausos. Yo no diría que una ovación. Regresa a su lugar, y de allí Roque lo jala otra vez al podio, le levanta el brazo y ambos gritan al micrófono: ``Vamos a ganar'', mientras Roque agita su famoso pulgar.
Cantan el Himno Nacional y el presidium se dispersa con las notas del jingle Sí, sí, o como se llame. Talina Fernández entona para sí, entusiasta, México es una estrella. Y ésa, una canción pegajosa.
Los trabajadores de la FTDF (Federación de Trabajadores del DF), de camiseta roja, corean ``Vamos a almorzar'' y dejar allí los cadáveres del tequila, el ron, el brandy y el vodka que les amenizó la asoleada.
Del Mazo se retira, lo abrazan, lo aprietan. Su sonriente esposa se pega a él. Se le ve contento, pero ni de lejos se parece a esos candidatos priístas de antes, que iban por el mundo con cara de haberse sacado la lotería.
Esto ha de ser la famosa ``incertidumbre de la democracia'' a la que tan poco acostumbrado había estado el Institucional. Vinieron hoy a darse ánimos. Los van a necesitar.