La Jornada 30 de junio de 1997

El ``sol'' opositor, tema recurrente en todos los discursos

Arturo Cano Ť Si nos atenemos a las encuestas, nunca se vio cargada más inútil que este domingo de Zócalo priísta. Todos quieren subir al gigantesco templete y se parten el alma en el intento. Muy pocos lo consiguen. Arriba las batallas del PRI son todavía más rudas: ya no contra esas ganas de estar o ser notado por el señor candidato o simplemente de no figurar en el mismo plano de las esforzadas bases. La nueva batalla priísta, la decisiva en esta hora tal como definen los discursos de Roberto Campa, Humberto Roque y Alfredo del Mazo, es contra ``los inventores de la noche prolongada que ellos alumbrarán no con el sol, sino con fuegos fatuos''. Contra el PRD, pues.

Las huestes de José González Molina, líder de la Unión de Billeteros, están en primera fila. Cargan unos aros de los que cuelgan cencerros cobrizos. Cada vez que los priístas de arriba, candidatos y funcionarios, aplauden el discurso de Alfredo del Mazo, las señoras menean rítmicamente los cencerros.

--¿Dónde los consiguieron?

--¡Uuuuy! Estos son de toda la vida, para todos los candidatos desde que Sarita Ornelas los compró.

Arriba, el candidato Alfredo del Mazo ha dejado de ser El Pensador de Rodin priísta de sus carteles para convertirse en un orador seco que tropieza en la lectura, un orador feroz contra los ``partidos que recogen los cartuchos quemados y por arte de magia los convierten en candidatos''.

Aplauden los de arriba y las bases hacen lo suyo. Suenan los cencerros de los billeteros, las latas de manteca hechas sonajas de los taxistas, las bocinas portátiles de los vendedores ambulantes y los megáfonos de los cetemistas de Joaquín Gamboa Pascoe. El PRI autocrítico, legado de Luis Donaldo Colosio, según Del Mazo.

El escenario

El cierre de campaña del PRI. Un Zócalo tapizado de sillas. Un enorme templete con la leyenda ``Todos hacia la victoria''. El estratégico acomodo de los contingentes según su lealtad, su disciplina y el número de esforzados militantes gritones disponibles.

Aunque en materia de ruido los vendedores ambulantes no tienen rival, la parte central se reserva para el sector más cercano al candidato: las bases de la cetemista Federación de Trabajadores del Distrito Federal, sección 23. La deferencia no impide que a Leonardo Rodríguez Alcaine, el novísimo secretario general de la CTM, lo hayan puesto a 15 lugares de Alfredo del Mazo. ¿Alguien puede imaginar a Fidel Velázquez sentado junto a Oscar Levín y más allá de Enrique Jackson? La disposición de los contingentes tiene su chiste. Al frente están los grupos con mayor capacidad de, digamos, participar activamente en el mitin. Las primeras cinco filas son de priístas entregados que gritan los ``¡duro, duro!'' cuando se requiere, de priístas diestros en el manejo de cencerros y cornetas. Atrás, si acaso, se agitan las banderas.

Las bases priístas no se prenden ni siquiera cuando Roberto Campa Cifrián, su líder capitalino, define la contienda electoral en dos opciones: ``La nuestra y la que ofrece un tiempo en que salga el sol''.

Vaya, de algo sirvieron los anuncios televisivos de los ``vendedores de papitas''. Al menos para que los dirigentes del PRI se esfuercen en hacer inspirados discursos de memorables figuras y metáforas.

Así desfilan lagartijas y caudillos tropicales en el discurso de Del Mazo. Así se lanza Campa Cifrián contra el partido que promueve ``hasta la guerra entre los mexicanos: vanidosos y miopes que no se dan cuenta de que el sol sale todos los días''.

Lo secunda Humberto Roque, a una velocidad de 30 ademanes por minuto: ``Ese sol no sirve más que para quemarse''.

Cuando calienta el sol el PRI saca sus armas. Y están aquí sus sectores, con sus usos y costumbres. En las mantas y los gritos, los líderes no representan sino el apoyo de sus bases: así nos enteramos que la señora Marcelina, presidenta de los mazahuas, está con Del Mazo, que Benita Chavarría hace lo propio, que Antorcha (a secas, no campesina) se la juega con el candidato, que Federico del Real trató de colar muchos carteles. Ya entrados en gastos, y en virtud de que ni Luis Miguel ni Juan Gabriel llegaron a un arreglo para el concierto de cierre de campaña, los priístas sacan a brillar a todas sus figuras la soleada mañana de domingo que antecede a los comicios donde podrían perder la capital del país y su histórica, inmemorial, mayoría en la Cámara de Diputados.

Los presentes

Y es así como desde el templete se anuncia la presencia de figuras como el Coque Muñiz, Tito Guízar, Carlos Mercenario y, para demostrar que las tradiciones nacionales son del PRI y de nadie más, el Sargento Pedraza y Enriqueta Basilio, ``la atleta que encendió el pebetero olímpico en 1968''.

Ellos ganaron lugar arriba. Los demás siguen luchando, antes de la llegada de Del Mazo, en las escaleras del templete. Luchas cuerpo a cuerpo. Algunos las libran con sus leales ayudantes, como uno que grita: ``¡Es el senador Monroy!'' Y allá va el senador, casi en vilo, rumbo a la tarima donde una hora después participará en el grito que, tomados de las manos, lanzan Roque, Campa y Del Mazo: ``¡Vamos a ganar, vamos a ganar!''

Y con decisión se trenzan a golpes cuatro contingentes distintos mientras Del Mazo llega al centro del escenario. En un extremo del templete vendedores ambulantes contra guaruras; en el otro, los colonos del Campamento 2 de octubre contra los cetemistas.

Parado el pleito, las huestes de la Unión Cívica de Comerciantes se echan para adelante: ``¡Se ve, se siente...'' ¿Del Mazo? No, qué va, ``¡Silvia está presente!'' Y por ahí anda Silvia Sánchez Rico, la hija y heredera de todo el poder de Guillermina Rico, al frente de sus huestes, delmacistas como fueron camachistas.

Aplacadas con los discursos, las bases de ambulantes se suman a la ovación cuando Del Mazo festeja ``la sangre tricolor que llevamos en las venas la inmensa mayoría de los mexicanos'' y más cuando clama que Luis Donaldo Colosio sigue vivo entre los priístas.

Un tono suave y el resto del espectáculo

Apañado en la memoria de Colosio, Del Mazo reitera su promesa central de campaña: ``No me temblará la mano para tomar las decisiones que hagan falta''. Sigue el recuento de promesas, la repetición de ofertas, incluidas las que lo enfrentaron al gobierno en turno del DF. Nada de corrupción, mejores salarios, empleos y agua de calidad. ``Juntos podemos construirla (la nueva ciudad)'', se toma prestado el candidato priísta el lema de campaña de Cuauhtémoc Cárdenas.

Vivas a México y a Colosio cierran el Zócalo priísta. Alfredo del Mazo sale lentamente en medio de un tumulto. Un joven trepado en los hombros de su compañero grita y grita: ``¡Alfredo, Alfredo!'' Cuando cree tener la atención del candidato, resume en un grito el Zócalo priísta del 97: ``¡Alfredo, vamos a darles en la madre a los del PRD!''

Con el DF en riesgo, los poquitos priístas que se quedan aplauden de nuevo y hasta bailan con el conjunto Campeche Show. Allá, por lo menos, las encuestas dicen otra cosa.