El presente parece empezar a hablar en voz alta, más allá de la transición política, de la transición de la sociedad. La conformación del Estado, del gobierno, del régimen político; las políticas económicas y sociales, al final de cuentas pasan por procesos políticos en los que la propia sociedad --a través de sus partidos y grupos organizados--, decide.
Un pensamiento pobremente enterado de la naturaleza de los procesos sociales, ve en las múltiples dimensiones adversas de nuestra realidad, un resultado del ``mal gobierno''. Pero ¿por qué ``nos tocó'' un ``mal gobierno''?, ¿qué ogro omnipotente volcó sobre nosotros sus inefables miasmas paralizantes y nos dejó en calidad de víctimas perpetuas?
El voto mayoritario a favor de Cuauhtémoc Cárdenas en el primer gobierno de elección del Distrito Federal y el cambio en la composición política de la Cámara de Diputados, tendrán lugar por la decisión de los ciudadanos actuando bajo reglas electorales democráticas. Estas nuevas realidades empezarán a mostrar a la sociedad que siempre fue así: su decisión colectiva determinó quién habría de gobernarnos. En otras palabras, y para decirlo pronto, la sociedad mexicana es la única y cabal creadora del PRI (no al revés).
Asumir este hecho histórico crea la posibilidad de formar una sociedad de adultos responsables. Somos los creadores del PNR-PRM-PRI. La transformación política de hoy expresa la transición de la sociedad, el cambio de sus valores culturales políticos. No ha habido un maléfico sino detrás nuestro: ha habido decisiones nuestras, inescapablemente tomadas desde el nivel de desarrollo cultural y educativo efectivos que en cada etapa pudimos alcanzar.
El PNR-PRM-PRI --máxima expresión posible de la historia política de la sociedad mexicana en su dilatado tiempo--, hizo y mucho por la propia sociedad. En 1940 la tasa de mortalidad era de casi 23 por cada 100, y en 1990 se ubicaba por debajo del 5 por ciento. La tasa de analfabetismo llegaba a 64 por ciento. La tasa de mortalidad infantil era de 125.7 por cada mil nacidos vivos (menos de 25 en 1990). Había en ese año menos de 20 mil alumnos en la educación superior, hoy supera 1 millón 200 mil. La esperanza de vida, que bordeaba los 40 años, es hoy superior a los 75. México dejó de ser un país predominantemente rural. Editoriales, cines, teatros, medios de prensa, televisión, informática, presentan un país que ya muy poco tiene que ver con los años cuarenta, pese a las graves desigualdades muchas veces documentadas en este espacio. Todo lo hizo la sociedad, mediado por su propia organización concentrada: el Estado de la Revolución.
Pero ese sistema político creado por la sociedad murió, entre otras poderosas razones debida a sus propios éxitos: una parte significativa de la sociedad surgida de esos éxitos quiere ahora una organización estatal con una forma diferente de estructurar las representaciones políticas y quiere hacerlo mediante procedimientos propios de la democracia. Quiere otras políticas económicas y sociales. No fue con Calles; es ahora que acaso nos dispongamos a inaugurar la era de las instituciones.
Recordemos a López Portillo diciendo: ``el mío es el último régimen de la Revolución Mexicana''. Si Salinas pudo parecer un presidente omnipotente, no fue porque poseyera una poción mágica que hiciera de él un factótum irresistible: el régimen consistía de dos factores clave: un presidente con poderes constitucionales y metaconstitucionales inmensos y un partido omniabarcante (corporativo) --partido casi único--, organizado a fondo; pero el partido --en época de Salinas y ayudado por éste--, estaba convirtiéndose con rapidez en un cascarón vacío que no podía ser ya contrapeso ninguno del presidente. Las miriadas de hilos que unían al régimen con la sociedad, venían rompiéndose desde fines de los años sesenta.
El PRI histórico, pues, no existe más. La crisis y las políticas de ajuste acabaron cerrándole la válvula del oxígeno mínimo necesario. Vivimos su fantasma en pena. El 6 de julio comenzará un cambio quizá profundo. Podríamos ver, no las finales exequias del PRI, pues es previsible el esfuerzo de ciudadanos y políticos intentando rehacer las cosas, organizados bajo esas siglas. Durante 1997-2000 no se dormirán en sus laureles, pero los contenidos políticos efectivos de ese PRI serán otros. Otra será su forma de relación interna, otro su programa. Otra es la sociedad que vemos emerger. Una que sin pensarlo mucho producirá la alternancia, porque pronto también se dará cuenta de que no cometerá matrimonio hasta el día del juicio final, con ningún partido. Así está el mundo.