El conjunto de obras del artista portugués --cuya formación inicial fue de grabador-- se exhibe en dos recintos del INBA: el Museo de la Estampa ofrece una retrospectiva de su obra gráfica y la iconografía y el modo de figurar que en ella maneja difieren bastante de las obras sobre tela y las esculturas exhibidas bajo el título de Serie México en la Sala Antonieta Rivas Mercado del Museo de Arte Moderno, donde la noche del 24 de junio la curadora de la muestra, Ana Arez Brito, ofreció una conferencia que dio lugar a discusión.
Hace 35 años que Guimaraes desarrolla un proyecto ligado siempre a culturas ancestrales. Para su Serie México (parte de la cual ha sido exhibida en recintos europeos) eligió una sola línea temática dividida en apartados: la muerte en conjunción con la vida como ``esencia'' mexicana. De allí fue que partieron los puntos de vista diversificados. Guimaraes ha creado un alfabeto pictográfico que resulta ser sígnico en mayor medida que simbólico. Veo en sus composiciones, de inconfundible manufactura, reminiscencias de Dubuffet, algo del Grupo COBRA, afinidades con Niki de Saint Phalle, modos de hacer se emparentan con Julian Schnabel, vasta incursión del diseño, incluso en las pinturas y esculturas, además de algo que resulta muy cierto: hay ``unidad en la dispersión'' (frase de la curadora) y discurso más desmembrado que fragmentado, armado con base en morfemas. Esto es lo que da tónica de alfabeto a sus signos, que pasan de una composición a otra cambiando de escala, siempre atendiendo a una lógica combinatoria efectiva porque el artista busca a través de la complejidad en la factura, lograda con el uso de collages- efectos concretos, distinguibles como suyos, atractivos y de fácil aprehensión.
El público de la muestra viene dando cuenta de ello a través de comentarios escritos. Así, para Carmen Sanromán (UNAM) ``el color y las texturas, sobre todo en la escultura, se sienten, están vivos''. Cristina Rodríguez dice: ``color, color y más color. Una invitación a reír. A reírse de uno mismo. Gracias''. Si esto fuera cierto, la intención manifiesta por el artista y por su curadora, de hacer referencia al inframundo mesoamericano, estaría en contradicción con la percepción anotada por la espectadora en cuestión, con quien yo en parte coincido. Por desgracia no tenemos aún espectadores que como Alfredo López Austin, Mercedes de la Garza, Arturo Pascual o Beatriz de la Fuente, nos entreguen su sentir sobre estas cosas.
El inframundo en todos los casos es misterioso y la mayoría de las veces terrorífico porque no tenemos experiencia del mismo, salvo a través de sus representaciones o de la literatura creada acerca del tema. Las piezas de Guimaraes son vitalísticas, abundantes, alegres, aunque contengan muchas calaveras. Por eso resulta pertinente la observación escrita en portugués hispanizado por quien se firma María Sofía: ``Qué fácil captan o espirito mexicano. Muitas felicidades''.
De lo que se desprende esto: la Serie México está anclada en visitas al Museo de Antropología, a los sitios arqueológicos, al Museo del Templo Mayor, cosas que fascinan al autor, tanto como las celebraciones del Día de Muertos a las que ha asistido. Tendríamos así que décadas después abreva en la misma línea de aquellos artistas occidentales que desde principios de siglo acudieron a las culturas no occidentales. Lo que sobrevive de ellas a través de la fiesta, del folclor y de la artesanía interesa mucho a Guimaraes. Eduardo López lo entiende bien: ``eres similar a artistas que iniciaron la libertad creativa y expresiva en el arte plástico: Dubuffet, Miró, Klee, Tamayo...
Una sección tiene como eje los motivos ornamentales de los papeles de china picados. Puede parecer reiterativa, pero hay que poner atención en los métodos elegidos para evocarlos. En las obras de menor formato, las figuras, incluida La Catrina de Posada en diamantina como leit motiv ``pican'' el soporte, pues las figuras ostentan densa textura y el fondo queda liso. Podrían funcionar como posters. Lo contrario sucede en piezas de formato grande de la misma serie, donde las figuras ``de papel recortado'' están representadas mediante procedimiento pictórico. Son dos modos muy distintos de concebir el mismo tema e idéntica cosa ocurre con los goteados y chorreados que a primera vista unifican el conjunto de pinturas. El uso de azulejos despedazados (alusión directa a Portugal) es muy frecuente, a veces introduce estratégicamente sólo un toque y otras, por ejemplo en Malinche 1996, los azulejos construyen toda la figura. Quizá no se ha reparado lo suficiente en la comicidad patente en varias piezas, elemento éste que subyace en mucho de lo que el artista hace. Más que ``burla'' (como dijo un asistente a la conferencia de Ana Arez) hay irreverencia y el doble filo que caracteriza al witz, palabra alemana que no se traduce exactamente como ``chiste'', sino como ingrediente cómico que provoca placer. Véase por ejemplo la simpática e inteligente escultura Devorador de fuego (1996). Pero no sabemos si Guimaraes sea consciente de esto o si se tome las cosas excesivamente en serio. Además de sus exposiciones hay obra pública suya en la estación del Metro Chabacano.