Marco Rascón
Los marranos y la alegría

A Germán List Azurbide, hombre de tres siglos

Alfredo del Mazo y Castillo Peraza tienen el privilegio de asimilar su derrota con anticipación. El hankismo será de nuevo derrotado en las urnas y Castillo Peraza acabó con la pretensión de Felipe Calderón de disfrazar al PAN de un partido ``de centro''. La esperanza en un fraude tiene ahora la desventaja de tener que pasar por encima del 100 por ciento de las encuestas, de decenas de actos públicos de Cuauhtémoc frente a cientos de actos cerrados, palestras solitarias, indigestión por comer tacos sin estar acostumbrados, cantar y enojarse, engolar la voz y fustigar a lo tonto. Al final, ambos utilizaron la vieja práctica del acarreo y en su ficción convirtieron la política en un casting para la filmación con extras de su exclusivo melodrama, que ya no es el de la ciudad ni el del país.

Apretujados en un rincón, rodeados de los mismos siniestros personajes, Del Mazo y Castillo Peraza tuvieron que cambiar de imagen y estrategia porque ellos mismos, en su crisis, ya no saben quiénes son. El mazo de Rodin, para aplastar con decisión al futuro del país, tuvo que ser cambiado por el único Del Mazo existente: demagogo, faccioso, corto de luces y que sólo dialoga con su esposa, la única testigo que conoce al verdadero Del Mazo y a la que ha expuesto también a la derrota. En su estrategia se pelearon con Salinas, de cuya mano comieron y al que aplaudieron; convirtieron la victoria de Las Chivas en su peor derrota política, justamente en la cima de su popularidad futbolística; los apoyó Zedillo abiertamente en contra de la prudencia de las formas institucionales; utilizaron al PAN como vanguardia de la guerra sucia y luego se sumaron a ella mediante su ya demostrada afición al video de la muerte de Colosio, el destape de Zedillo y la masacre de Aguas Blancas. A la estrategia de calumnias contra el PRD sumó a la revista Contenido y la propaganda pagada anunciando invasiones de propiedades privadas, violencia y manifestaciones, como si las últimas fueran un delito. El reformado PRI tiene de credibilidad la misma que su promotor, el lidercillo corrupto Oscar Levín, radical salinista, ex amigo de Raúl, empresario de giros negros, camachista y ahora al servicio de los Atlacomulcos.

Castillo Peraza pasó de golpeador y retador a convertirse en el hazmerreír -disputándose el título con Del Mazo- con su discurso de los ``de adentro y los de afuera''. Su máxima carta, Diego Fernández, lo hundió más e hizo trizas la estrategia panista que se sentía ganadora y gobernante, y se anunciaba como una fuerza de centro político para esconder la cola de la derecha. Se equivocó de ciudad, pues el PAN del norte responsabiliza de todos sus males a los chilangos, y aquí vino a ofender con su presencia intolerante al anunciar los malos gobiernos de allá como el futuro de acá.

Del Mazo y Castillo no se irán solos sino con Roque Villanueva, Diego Fernández de Ceballos, Oscar Levín, Campa Cifrián, Alatorre, Hank, Sarmiento, Ferriz de Con y Antonio del Valle, campeones de la suciedad política en estas elecciones; para bien del país fracasaron todos. No obstante, de la vileza sale una advertencia: son capaces de todo y están dispuestos a todo para recuperar el poder, pues para ellos la política es dinero, privilegios, imposición de decisiones. Su arma más importante será imponer de nuevo la tristeza, el gris que enferma a la ciudad, el gris al que nos condenaron a todos con el chantaje de que sin ellos vendría el caos. Los marranos consideran que el triunfo de Cárdenas es reversible y trabajarán a partir del 7 de julio durante todos los días y noches conspirando contra la ciudad, su gobierno y el país, pues su encono, básico y sin control, brinda un ingrediente que acrecentará sus errores y tonteras.

Contra la guerra sucia que se aproxima, es necesario reivindicar la alegría de ganar. Este triunfo no es obvio, como quieren hacerlo aparecer ahora, sino es un trueno en cielo despejado, cuando el cálculo de muchos era otro y se consideraba el gradualismo minimalista la única alternativa. La alegría es fundamental, porque si hay alegría ahora, difícilmente le podrán quitar a la ciudad y al país este momento que deberemos defender todos. La alegría es ahora un arma demoledora y por eso hay que celebrar por el futuro, por nuestros muertos, por la salvación del país, por la congruencia de haber sabido pelear como minoría.

Esa alegría no nos la puede quitar el triste reconocimiento de estos personajes ante el fin del régimen y la ruptura del viejo orden priísta y presidencialista, que a partir del 7 de julio tendrá izada su bandera a media asta (recién inaugurada).

PD. Domingo 6 de julio 7 pm. Insurgentes y Reforma, en el Cuauhtémoc.