Con justa razón, Carlos Monsiváis balconeó la burda intentona priísta de aprovechar las críticas a la moralina de sus contrincantes panistas, para tacharlos de neonazis en su periódico La República.
Más allá de las pugnas electoreras, no podemos negar la amenaza que significa el conservadurismo inherente a Acción Nacional para con las libertades individuales, la libre expresión artística e intelectual, y para con la tolerancia hacia las minorías sexuales, religiosas y otros sectores de la sociedad que ya no son tan minorías, pero que la tradicional doble moral así las quiere ver, es el caso de los enfermos de sida o los consumidores de drogas prohibidas, por ejemplo.
Hace unos meses me encontré con el excelente violinista Román Revueltas (hijo del escritor y combativo luchador social de izquierda José Revueltas), quien para mi sorpresa ahora es uno de los principales asesores culturales del candidato panista Carlos Castillo Peraza. En esa ocasión le manifesté respetuosamente mi incredulidad ante su inclinación partidista, pero también porque en febrero de 1992, en un texto publicado en el periódico Generación, Román debutó en el periodismo explicando lo que para él significaba el legado social que le transmitió su padre: ``la conciencia viva ante el egoísmo y el absurdo. La conciencia que lleva a la rebeldía y a resistir los embates de un mundo cuyo proyecto actual de sociedad hace una virtud del egoísmo social, basándose en una competencia despiadada y olvidándose de los destinos individuales en aras de los nuevos objetos de culto: la productividad, la eficacia, la rentabilidad. De un mundo que desecha la cultura e implanta de manera imperceptible pero eficaz nuevos valores que nos alejan cada vez más de nuestra esencia humana y nos convierten en perseguidores eternos de objetos que ni siquiera nos llegan a satisfacer medianamente (...)''
El motivo del mencionado encuentro con Román Revueltas fue una conferencia en la que se denunciaron varios ejemplos de censura e intolerancia panista para con la cultura, se habló desde luego de las famosas fotografías prohibidas en Aguascalientes por el ayuntamiento panista; de los absurdos argumentos para suspender obras de teatro con escenas de desnudos en dos ciudades gobernadas por Acción Nacional y de los intentos de la delegada en Benito Juárez, Esperanza Gómez Mont, quien sin razón alguna pretendió (o aún pretende) despojar de su sede a la Asociación de Escritores de México.
Román escuchó pacientemente todo lo que ahí se dijo y al final respondió que los casos mencionados eran excepciones, pues en los programas de trabajo del PAN no estaba contemplada la censura y que además su jefe, Carlos Castillo Peraza, era un hombre muy culto y por tanto no sería capaz de prohibir una exposición de desnudos.
Esperamos que la ``conciencia ante el absurdo'' que le heredó su padre ahora sí se haga efectiva al conocer la noticia de cómo el muy culto Carlos Castillo Peraza avaló, ante corrillos burlones de los estudiantes de la Universidad Iberoamericana, la censura de las fotografías exhibidas en Aguascalientes e incluso se manifestó abiertamente contra el uso del condón, por considerarlo ``contaminante''.
Lo que deberíamos aceptar, no sólo Román Revueltas, sino en general todos los que deseamos vivir en una ciudad respetuosa de las libertades individuales y tolerante ante las diferencias de toda índole, es que prohibir el uso de minifaldas, censurar exposiciones de desnudos, negar la urgencia de incrementar los programas de información en torno del sida y al uso del condón, no se trata sólo de ``casos aislados'', sino de ejemplos de lo que nos espera bajo el gobierno del PAN, un partido que confunde las diferencias entre gobernar a ciudadanos y ``salvar'' almas; entre moral pública y privada; entre libertades individuales y restricciones moralistas; entre educación sexual y el catecismo de Ripalda.
El problema no es que alguien sea conservador sino que pretenda que los demás lo seamos. Es urgente que la comunidad artística se manifieste en su conjunto al respecto, para poner las cartas sobre la mesa e invitar al PAN a que también lo haga en torno de su postura real ante la libertad de expresión.
Queremos saber si el muy culto Carlos Castillo Peraza se puede comprometer a no prohibir que los bailarines y actores hagan desnudos, que en las escuelas de pintura se utilicen modelos, que en las novelas y cuentos se narren escenas eróticas, que en las películas de la tv no haya un eterno ``piiiii'' censurador o silencios incongruentes, que los jóvenes puedan besarse en la calle y usar condones ``contaminantes'' y, finalmente, si podremos externar nuestras diferencias para con la doble moral establecida, sin correr el riesgo de ser arrestados por faltas al ``pudor'' y a las ``buenas costumbres''. Lo veo difícil.