A lo largo de junio se ha venido presentando por primera vez en la ciudad de México una selección de los mejores trabajos del Chicano/Latino/Native American Student Film and Video Festival. Esta muestra de cine y video chicanos se programó en la Cineteca Nacional, luego en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, más tarde en la Biblioteca México, y la semana próxima repetirá sus funciones en Cinemanía de Plaza Loreto.
Al ciclo de 13 cortometrajes y seis mediometrajes lo acompañan los comentaros de los organizadores, quienes al inicio de cada función sitúan el trabajo de video estudiantil chicano, latino y nativo-americano explicando el significado de cada categoría étnica, su relevancia cultural en Estados Unidos, y las repercusiones que la Muestra ha tenido desde su primera edición en 1994, cuando se programó en ambos lados de la frontera, en San Diego y Tijuana.
Las imágenes que el público de México retiene con mayor facilidad al oír hablar de cine chicano son por lo general épicas sentimentales al estilo de Mi familia (Gregory Nava, 95), Sangre por sangre (Hackford, 93), Santa Americano yo (James Olmos, 92), o Selena (Nava, 96), películas comerciales que señalan la paulatina incorporación en el mainstream fílmico (cine de mayorías) de propuestas que combinan el cuestionamiento social y la añoranza de los orígenes. Evidentemente hay antecedentes célebres, parteaguas en la historia del cine chicano: La sal de la tierra (1933), de Hebert J. Biberman, con Rosaura Revueltas, y Zoot Suit (Locura latina, 81), de Luis Valdez, animador del teatro campesino chicano.
Las propuestas estudiantiles chicanas insisten en los temas de la aculturación, la búsqueda de la identidad, la lucha contra el racismo y la segregación, la recuperación de la memoria colectiva y el rechazo de los estereotipos y clichés denigratorios. Cine/video chicano, expresión de estudiantes de origen mexicano nacidos en Estados Unidos; cine/video latino, filmes realizados por estudiantes de diversos países latinoamericanos (la muestra incluye un mediometraje colombiano, El reino de los cielos, de Patricia Cardoso); cine/video nativo-americano, expresión de otras minorías étnicas nacidas en o trasterradas a Estados Unidos: indios americanos, asiáticos, hindús, africanos. El propósito del festival es reflejar una realidad multirracial y de enorme diversidad cultural, aunque es evidente por la selección enviada a México que el grueso de la producción es de videastas de origen mexicano. Será interesante ver también, en una edición futura de la muestra, las expresiones fílmicas de las minorías asiáticas en California o las de grupos minoritarios dentro de las minorías, como los travestis chicanos y su vulnerabilidad frente a un doble racismo sexual, el de su propia comunidad y el de la cultura anglosajona.
Por el momento, la muestra exhibe ya cintas que señalan una gran diversidad de conductas y actitudes individuales y colectivas. En la revaloración de la identidad cultural hay expresiones fuertes y emotivas, como el relato de la amistad de un joven oaxaqueño que acaba de cruzar la línea fronteriza y un niño vendedor de cocacolas que se autodefine como ``el chingón más picudo de cualquier lado de la línea'' (Los pollos, Howard McCain, 92), o expresiones de la indigencia y el rechazo social (City rat, Failo, 96). Se presentan tres películas en 16 mm de Jeffrey Reyna: Regeneration, No cover y Brothers, interesantes confrontaciones de personajes en busca de una promoción/ sobrevivencia social en el caos urbano de Los Angeles o en el mercado laboral agrícola. En Distant water, de Carlos Avila, se evoca someramente la atmósfera de un barrio chicano angelino a principios de los años cuarenta; breve saga de una familia y su defensa de la propiedad; medio siglo después, el protagonista, un anciano abandonado y enfermo sigue defendiendo la tierra, patrimonio espiritual amenazado por compañías inmobiliarias. Paralelamente, un joven yuppie de origen mexicano toma conciencia del valor de su propia tradición cultural. Una de las cintas más interesantes (y divertidas) es La novicia, de Judy Hecht Dumontet, 95, fábula de la difícil conciliación de los reclamos de la carne y la vocación mística. Con un ligero tono almodovariano (Entre tinieblas), es el demonio de la sensualidad a la sombra de las novicias en flor. (La escena del refectorio, con las monjas frente a una inesperada delicia gastronómica, es un acierto humorístico. La posada, de Martín S. González, es el señalamiento de la intolerancia homófoba de un padre incapaz de soportar la cercanía de su hijo gay; en el marco de la fiesta popular del título, una familia aprende lentamente las leyes de la hospitalidad. Sabrosura, de Janelle Rodríguez, es un promocional del sexo seguro y su gran variedad de expresiones eróticas. Un corto sobre el sida que en cuatro minutos despliega toda la invención, humor y originalidad inimaginables en los diez años de campaña timoratas de Conasida en México.
Un ausente omnipresente: el WASP (White Anglo-Saxon Protestant), o en palabras de la Raza: el gabacho, el garbanzo, el gazpacho, la gestapo. El gabacho, impasible, ajeno, distante, siempre referente absoluto. Los videos estudiantiles chicanos favorecen el uso de la primera persona, la vocación testimonial, y son, en más de una ocasión, elogio de la memoria colectiva. Refieren inquietudes espiritules, aspiraciones muy diversas, a menudo contradictorias, y comentarios elocuentes, como el de la protagonista que afirma: ``Con dinero, la gente aquí no se fija en el color de la piel, ni en la estatura que tienes, ni en el apellido que llevas''.
La Muestra de Cine y Video Chicanos se proyectará en Cinemanía (Plaza Loreto) del 3 al 9 de julio