La Jornada 5 de julio de 1997

GALARDON A MASTRETTA

Arturo García Hernández Ť Por su novela Mal de amores, la escritora mexicana Angeles Mastretta (Puebla, 1949) obtuvo ayer el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, dotado con 60 mil dólares. El jurado estuvo integrado por los escritores Balle Jozet, de Brasil; Juan Gustavo Cobo Borda, de Colombia; Antonio Skármeta, de Chile; Javier Marías, de España; y Carlos Pacheco, de Venezuela. Dos horas de llanto le produjo la noticia a la escritora para quien --asegura en entrevista-- el galardón que lleva el nombre del escritor venezolano ``está lleno de significados''.

La novela de Mastretta fue escogida entre otras 182, de autores como Augusto Roa Bastos, Alfredo Bryce Echenique, Arturo Pérez-Reverte y Jorge Edwards. Uno de los finalistas fue el argentino Tomás Eloy Martínez con Santa Evita. Así, la también autora de Arráncame la vida es la primera mujer que obtiene el galardón, uno de los más importantes en lengua española, que antes han recibido Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Fernando del Paso y Arturo Uslar Pietri, entre otros.


La única respuesta a un galardón es seguir
trabajando.
Foto: Guillermo Sologuren

Contar historias de un modo original

Angeles Mastretta fue becaria del Centro Mexicano de Escritores en 1974. En 1978 publicó el poemario La pájara pinta y en 1985 su novela Arráncame la vida la hizo acreedora al Premio Mazatlán y ha sido traducida al alemán, inglés, italiano, francés, danés, turco, noruego, portugués, hebreo y holandés. Ha publicado dos libros de cuentos, Mujeres de ojos grandes (1990) y Puerto libre (1993). Mal de amores, su segunda novela, cuenta la historia de Emilia Sauri, de su familia y las vicisitudes que enfrentan en medio del levantamiento revolucionario de 1910 y ``los diferentes personajes cuyos temperamentos exaltados se entrecruzan en la vida de la protagonista''.

--¿Cuáles son tus primeras impresiones al recibir este premio?

--La emoción, la sorpresa y la angustia. Al principio dices: esto no me ocurre a mí. Me desdoblo y digo: es otra a la que le están dando el premio. Pero después me dio una gran alegría y mucha satisfacción.

--¿Tiene algún significado especial para ti ser la primera mujer que recibe el Rómulo Gallegos?

--¡Está lleno de significados! Lo que pasa con las mujeres de mi generación es que cosechamos el trigo que han ido sembrando otras mujeres. Recogemos el trabajo de muchas otras; el nuestro, por supuesto. Y el trabajo y la dedicación de muchas otras que hicieron su vida y dieron pelea sin reconocimiento y hasta padeciendo desprecio. (...) Me toca ser la primera mujer con este premio, entonces es una fortuna inmensa.

--¿Con un premio como éste aumenta la responsabilidad literaria?

--Aumenta la responsabilidad con el trabajo. La única respuesta a un premio es seguir trabajando y decir: a lo que me dedico es a escribir, lo que sé hacer son novelas y lo que debo seguir haciendo es escribir.

--En el camino para este premio se quedaron autores como Roa Bastos, Pérez-Reverte, Bryce Echenique, Tomás Eloy Martínez, Jorge Edwards. ¿Aumenta esto tu satisfacción por recibirlo?

--Mi satisfacción y mi desazón. Hay grandes escritores. ¡Yo no creo que se hayan quedado en el camino! ¡Nunca voy a ganarles! Ahora que un jurado se puso de acuerdo para premiar a mi novela, no quiere decir soy yo contra esos escritores. Decir eso sería una barbaridad. No soy yo midiéndome contra esos escritores. Es una fortuna inmensa, pero se debe a muchas cosas, no a que eres mejor que otros.

--¿Entre talento y suerte qué pesa más a la hora de que un libro triunfa o se gana un premio?

--Creo que es mitad y mitad. Porque yo sé de qué tamaño son los escritores que estaban en la mesa con mi libro. Y sé también que el premio no me hace ni mejor ni peor escritora. Me compromete más pero no cambia lo que sé y lo que puedo hacer.

--Desde Arráncame la vida y el Premio Mazatlán, Mujeres de ojos grandes, Mal de amores y el premio Rómulo Gallegos, ¿cambió tu concepción de la literatura? ¿En qué sentido?

--No sé si ha cambiado. Ha cambiado mi relación con la literatura: lo que sé cada vez más es que hay a mi alrededor grandes escritores, y que estoy contando historias al mismo tiempo que ellos y que tengo que contar historias de un modo original y apasionado; ese es mi quehacer. Pero yo sabía hace mucho que uno lo que tiene que hacer cuando escribe es contar una historia y contarla bien, tratar de que el lector no deje el libro. Eso no quiere decir que te sientes a escribir un libro que va a vender mucho. Nunca se sabe, siempre se escribe con miedo, pensando que no les va a gustar a los demás. El reto es poder seguir escribiendo libros que sean distintos uno del otro, que te pongan retos distintos. Si uno se pone a escribir el mismo libro se aburre y aburre a los demás.

--Háblame de los retos que hubo en cada libro.

--El reto en Arráncame la vida estaba claro: ¿me puedo dedicar a hacer literatura o no? Yo había hecho periodismo 10 años y era mi pasión. Las preguntas eran: ¿Puedo dejar una pasión por otra? ¿Me va a ir bien? ¿Me voy a poder comprometer un año con lo mismo? Estaba acostumbrada a escribir historias que empezaban y se acababan en un día y de pronto te tienes que comprometer todo un año con la misma historia. El reto de Mujeres de ojos grandes era sobrevivir al éxito de Arráncame la vida, que fue mucho y nunca me lo esperé. Escribí ese libro para los dos mil lectores que leen libros en México y para mis amigos. Después tuve que dar con una voz, porque la verdad es que la voz de Catalina Ascencio (en Arráncame...) no era mi voz. Fui una narradora que usó esa voz. No podía seguir así. El reto en Mujeres de ojos grandes era dar con mi voz. Y el reto de Mal de amores era contar una historia y dentro de esa, otra historia, como si fueran varias cajas: una historia en la que caben otras historias. ¿Cómo haces para que no se encimen ni se avasallen?

Ante la crítica, redituable ser oscura

--Este premio te instala de lleno en ``ligas mayores'', ¿significa que ahora cada libro que hagas tiene que ser bueno?

--Pues sí, pero eso era desde antes. Uno debe asumir que lo que escribe sea bueno. Eso no implica que lo consiga, depende de muchas cosas, es muy complicado.

--Necesariamente vendrán la admiración, la comparación y la envidia. ¿Te da miedo?

--Muchísimo. ¡Qué horror! La única manera de afrontarlo es, otra vez, seguir haciendo cosas. Lo que me toca es escribir libros y todas las mañanas levantarme, ponerme mis pantalones de mezclilla y mis tenis y sentarme frente a mi máquina de escribir y hacer como que no pasa nada.

--El que sólo te guste contar historias, ¿implica el rechazo a experimentar formalmente?

--No. Yo experimento. La verdad es que la diferencia entre Arráncame... y Mal de amores es un experimento, de forma. Lo que yo no sé hacer es ser oscura. Me empeño en ser clara, pero a lo mejor debería empeñarme en ser oscura porque frente a la crítica reditúa. Mi empeño está en la claridad. Puedo cambiar de estilo y comprometerme con las palabras, pero quiero que los demás entiendan lo que les digo.

--¿Vives este premio como reivindicación ante la crítica que te ha sido adversa?

--No estoy segura de tener reivindicación frente a esa crítica. La única reivindicación sería que esa crítica me pudiera leer sin prejuicio y simplemente dijera este libro me gusta o no. Lo que uno no puede hacer es cambiarle el gusto a la crítica. Los críticos son lectores y tienen su modo de descifrar la literatura y todo el derecho del mundo a decir que no les gustan unas cosas y que sí les gustan otras. Si yo he tenido la inmensa fortuna de tener tantos lectores, bueno, no puedo tener tantas fortunas. A veces duele que digan: ``esta señora es simple, hace literatura light, es fácil, no le cuesta trabajo, escribe deliberadamente para vender''. ¡No es cierto! ¡Eso no se puede! Hay muchos que no han leído mis libros porque son libros que se venden mucho y para ellos eso es suficiente: ``Se entienden y se venden mucho, deben ser una porquería''. A lo mejor ahora pueden tener una lectura distinta. A lo mejor no.