VENTANAS Ť Eduardo Galeano
Soñares

Al fin de sus días, la abuela Raquel estaba ciega. Pero en el sueño de Helena, la abuela veía.

En el sueño, la abuela no tenía un montón de años, ni era un puñado de cansados huesitos: ella era nueva, era una niña de cuatro años que estaba culminando la travesía de la mar desde la remota Besarabia, era una inmigrante entre muchos inmigrantes. La abuela pedía a Helena que la alzara, en la cubierta del barco, porque el barco estaba llegando y ella quería ver el puerto de Buenos Aires. Y en brazos de Helena, veía.

Y después la abuela le decía que quería ver a sus queridos de toda la vida, y Helena se la llevaba volando y la abuela los veía, uno por uno veía a los biena-mados:

--¡Tanto tiempo sin verte! --gritaba la abuela, en plena volandería.

Y después de tanto ver, la abuela quiso verse:

--Quiero verme --pidió--. Quiero verme como yo era antes. Y en el sueño de Helena, Helena quiso, pero no pudo.