La Jornada domingo 6 de julio de 1997

José Agustín Ortiz Pinchetti
Otra vez al filo del agua

Para mis amigos y compañeros de lucha Demetrio Sodi, Adolfo Aguilar Zinser y Santiago Creel por sus enjundiosas campañas

En esencia: Al filo del agua, la novela de Agustín Yáñez (que cumple 50 años de publicada) es una metáfora eficaz para esta víspera. ``Al filo del agua'' es una expresión campesina: significa, en sentido figurado, la inminencia de un gran suceso generalmente amenazante. La novela de Yáñez es conmovedora porque describe con precisión quirúrgica el mundo rural de Jalisco en 1910, como una esfera a punto de estallar. El sistema político está hoy al filo del agua. El suceso que podría desencadenar su desarticulación son las elecciones de este día. Coincido con el diagnóstico de José Woldenberg, presidente del IFE. En la madrugada del día 7 vamos a tener resultados electorales confiables y transparentes. No hay posibilidades de un fraude operado centralmente. Podemos amanecer con un México político plural que sustituya al hegemónico.

Si esto sucede así, las posibles consecuencias serían: 1) El PRI perderá el DF y virtualmente el control del Congreso; 2) Ganará cuatro o cinco de las seis gubernaturas disputadas por la oposición. 3) Mantendrá el control del Senado. 4) Se entrará en el apogeo de la transición. 5) Los partidos aceptarán los resultados y las reglas acordadas.

Este posible cambio provoca inquietud en millones. ¿Cómo será el perfil del México que surja de esta jornada? Soy optimista por los tiempos cercanos, pero estoy intensamente preocupado por un horizonte más profundo. Estos son mis puntos de vista:

1) Reforma del Estado. Los partidos de oposición tendrán ahora armas poderosísimas para negociarla y convertirla en un ensayo radical. El PRI y el gobierno podrán establecer contrapesos, pero ya no podrán detener el proceso de reorganización política.

2) La Presidencia de la República se verá claramente reforzada. Hasta hoy resulta veraz la afirmación de Lorenzo Meyer de que el Presidente parece no haber asumido la responsabilidad de dirigir el proceso de reacomodo de fuerzas. Sin embargo, no puede negarse que la reforma política propuesta por Zedillo quedará validada paradójicamente por las pérdidas contundentes de su propio partido. Será ya innegable su capacidad para controlar políticamente al país y disciplinar a los conservadores del sistema.

3) En los partidos políticos se producirá un efecto drástico de reestructuración. El centro-izquierda se verá fortalecido. El PRI tendrá las mayores desagregaciones. El efecto de la pérdida de la invencibilidad tendrá, además, graves consecuencias no sólo en los militantes sino en la imaginería política de la población. Surgirán nuevas personalidades, grupos y corrientes. El partido que sufrirá menos cambios será indudablemente el PAN, con una gran coherencia interna y tradición histórica, pero este punto fuerte no le dará ventaja mientras no tenga propuestas atractivas para las mayorías.

4. Economía. El gobierno tiene recursos para enfrentar un ataque especulativo contra el peso o procesos de desinversión. La iniciativa privada está asumiendo una actitud serena. Los datos financieros duros de hoy son buenos. En los próximos tres años no habrá un vuelco drástico en la política económica.

5. Los cambios en la cultura política. El paso de una básicamente autoritaria a otra plural y democrática es un proceso complicadísimo, pero alienta respuestas cada vez más intensas y ricas de la población en este proceso.

6. La prueba de fuego será la forma en que se integren los equipos de la transición en el DF y como el pueblo responda y las aportaciones que habrá de hacer para lograr verdadera seguridad pública y un incremento de los índices de empleo y bienestar. Aquí parece inevitable un acuerdo entre los poderes federales y los de la capital.

7. El factor externo. La transición mexicana a la democracia está recibiendo un silencioso, pero muy sólido apoyo (por primera vez en nuestra historia) del gobierno de Estados Unidos. Hay indicadores. El viaje de Clinton en las vísperas de la reforma mexicana; sus contactos con la oposición; sus elogios de los avances y las presiones específicas que oportunamente se hicieron dentro de los sectores más resistentes del aparato, son signos inequívocos.

Las mayores preocupaciones: Para que el proceso culmine en el año 2000, la base económica tendrá que ser sana. No es posible que el país continúe con una tasa baja de crecimiento y con una concentración acelerada del ingreso, y tendrá que reconstituir su capacidad de ahorro y de inversión. Pero el tiempo es breve, los problemas mayúsculos. Sin ayuda externa será imposible lograrlo. Sin una especie de Plan Marshall para las democracias emergentes de nuestra América, éstas terminarían en un fracaso completo. El autoritarismo volvería a levantar la cabeza.