José Blanco
Orgullo
Un tumulto de temas surge de la jornada electoral del pasado domingo. Gradualmente, buscando la mayor objetividad posible, será necesario ir recorriendo uno a uno sus significados, sus implicaciones, sus potencialidades. Acaso, sin embargo, los cinco toques de clarín más altos sean el nacimiento de un Poder Legislativo propiamente dicho; la consolidación del método democrático como la elección de los mexicanos para renovar a sus gobernantes y dirimir sus diferencias; la confirmación de nuestra indiscutible pluralidad; la consolidación también de un sistema de partidos tripartito, acompañado de un lugar marginal pero significativo para el PVEM; y el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en el Distrito Federal.
Diversas ramificaciones de asuntos derivan de esos temas cruciales, cuestión en la que seguramente se embarcarán numerosos analistas en las semanas que vienen.
Sin embargo, antes de darle la palabra al indispensable análisis sereno e informado, démosela a ese sentimiento que se palpa en el ambiente desde las primeras horas después de conocidas las tendencias fundamentales de los comicios: expresado como tal, o no, ese es el sentimiento de un orgullo legítimo, intenso, revitalizador, que está viviendo una parte muy extensa, seguramente mayoritaria, de la ciudadanía de este aporreado país, al que ya le hacía falta, como el agua, encender luces claras de esperanza, de expectativas de que podemos convivir en la diferencia, en la diversidad, de que podemos discutir, respetar nuestras diferencias, negociar y acordar, y abrirle las puertas al aire fresco, a la renovación de las soluciones para nuestra inmenso cúmulo de problemas.
El orgullo de contar, finalmente, con una base democrática institucionalizada, organizada, eficaz, para decidir a quienes queremos entregar la grave responsabilidad de gobernar. El orgullo de saber que los diferentes que somos, en números muy amplios, colaboraron para hacer posible este resultado que nos fortalecerá a todos como nación.
El Instituto Federal Electoral (IFE) ha funcionado a las mil maravillas. No esperamos menos del Tribunal Federal Electoral en todos y cada uno de los incidentes ocurridos en ésta de todas maneras jornada ejemplar.
El IFE cristaliza el resultado de un profundo acuerdo de reforma constitucional de todos los partidos y del gobierno, en particular del presidente de la República. Ahora podemos confirmar que acertaron. Podemos estar orgullosos de ello. Los consejeros ciudadanos y su complejo equipo llevaron a cabo una tarea transparente y eficaz. Es para enorgullecerse.
Los medios de comunicación, con todo lo que cada quien quiera señalar como insuficiencia o como sesgo particular, estuvieron por término medio a la altura de esta contienda cívica. Cientos de miles de ciudadanos mexicanos recibieron capacitación de técnicos del IFE que evidentemente cumplieron con su responsabilidad y ello permitió que fueran el soporte para hacer funcionar más 104 mil casillas. Cumplieron cabalmente, como a todos nos consta. Poco después de media noche sabíamos los resultados básicos de los comicios. Por mucho tiempo agradeceremos a todos ellos su trabajo con orgullo.
Los ciudadanos acudieron a las urnas en alta proporción tratándose de elecciones intermedias. Su voluntad plural y diversa ha quedado plasmada en los números de cada urna, de cada casilla, de cada distrito. Fueron distribuidas 500 curules de la Cámara de Diputados y 32 escaños de la de Senadores; fue elegido un jefe de gobierno para el Distrito Federal y fueron distribuidos 66 asientos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal; fueron elegidos seis gobernadores, fueron distribuidos 215 escaños de congresos de siete estados y 260 ayuntamientos. Todo ello de acuerdo a la voluntad plural de la gente de este país y de acuerdo a las reglas existentes.
Comenzamos a ser otro país. Y eso llena de orgullo. Como gustan de decir los franceses ``champán para todos''.