Los resultados de las elecciones del domingo anterior todavía tienen aspectos poco explorados y sorpresas de todo tipo. Sin duda, la mayor sorpresa fue la derrota de Fernando Ortiz Arana en Querétaro. La larga experiencia del ex líder de la Asamblea de Representantes y las cámaras de Diputados y Senadores permitían suponer que tendría un nuevo éxito al conquistar la gubernatura de su natal Querétaro, lo cual era su más caro anhelo como político.
Como figura política de dimensiones nacionales, Ortiz Arana literalmente ``arañó'' la candidatura presidencial del PRI en 1994, después del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Ese fue tal vez su momento de esplendor y, de manera natural, el principio de su caída, porque los simpatizantes del actual presidente Ernesto Zedillo nunca olvidaron que los hechos lo convirtieron en su principal rival. El experimentado político, al cual se atribuían posibilidades de convertirse en candidato presidencial desde el palacio de gobierno de Querétaro, quedó en el intento. Lo sacó del camino un novel en las lides, que además es su pariente: Ignacio Loyola, prácticamente sin antecedentes y casi recién llegado a las filas del PAN.
Carros completos
Son contrastes que sólo se encuentran en estos terrenos. Algo parecido, aunque no tan doloroso, le sucedió al presidente del PRD, Andrés Manuel López Obrador, ya que sus grandes victorias en casi todo el país se empañaron porque su partido fue arrollado en su natal Tabasco. Por esas situaciones extrañas que ocurren en materia electoral, los ciudadanos de Tabasco votaron en gran medida por el PRI y se constituyeron en el estado con mayor porcentaje de simpatías en favor del tricolor (51 por ciento), partido que conquistó todas las diputaciones federales. En ese estado el PRI venció en los 17 municipios, incluidos los cuatro gobernados por el PRD. Un triunfo total. Muchos priístas, tal vez inclusive los mismos tabasqueños, hubieran cambiado alguna de sus victorias en ese estado y en algunas otras entidades por un solo triunfo en el Distrito Federal. Como en los deportes, una sola diputación local o federal se hubiese convertido en la de la ``honrilla'', pero ni esa satisfacción alcanzaron los priístas. Por cierto, como sucedía en las grandes historias épicas, el capitán se inmolará después de la derrota. Con insistencia se dijo que Roberto Campa Cifrián ya había presentado su renuncia y que sólo esperaba a que el mando nacional de su partido decidiera cuándo convoca a reunión del Consejo Político para designar a su sucesor. Ya antes habíamos dado cuenta de que también se espera el relevo de Humberto Roque Villanueva en el CEN del tricolor. Su probable sucesor es el ex secretario de Gobernación Esteban Moctezuma, aunque también se mencionaba a la secretaria general de la CNC, Beatriz Paredes Rangel. Del estado mayor priísta en la capital del país el único que tendrá que mantenerse en la primera línea de enfrentamiento, con un diezmado equipo de colaboradores, es el ex regente y ex director del ISSSTE Manuel Aguilera Gómez, quien tiene seguro su sitio en la Asamblea de Representantes y tendrá el dudoso honor de ser el primer coordinador de la fracción priísta en la oposición.