La Jornada martes 8 de julio de 1997

Luis Hernández Navarro
Nueva geografía política

Para Cristina Payán

Una nueva geografía político-electoral emergió el pasado 6 de julio. En ella se refleja tanto el fin del mito del bipartidismo de nuestro sistema de partidos como una nueva redistribución territorial de las fuerzas electorales en el país.

Entre 1989 y 1995 los resultados electorales parecieron anunciar que el país se dirigía con rapidez a un esquema en el que los espacios dejados por el desgaste del PRI serían ocupados paulatina e inevitablemente por el PAN. Hoy es evidente que no fue así. El ascenso panista, sustentado en elementos reales como el de una larga tradición de lucha civilista, fue también inducido por la ingeniería electoral del salinismo, que favoreció su conversión en fuerza gobernante a través de las concertaciones y contuvo artificialmente el desarrollo del cardenismo.

El gran triunfador del 6 de julio es el PRD. Además de ganar el gobierno de la ciudad de México, obtuvo alrededor de 73 diputaciones de mayoría relativa, incrementó su votación en alrededor de 10% y se colocó como primera fuerza en la cuarta y la quinta circunscripción electorales. Además, tuvo un incremento importante en su votación en estados como Sonora o Campeche. Creció más allá de su zona de influencia tradicional: la cuenca cardenista. Su emergencia entierra la quimera bipartidista, como desde otra perspectiva lo hace también la consolidación de los verdes.

El triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas lo convierte en la segunda figura política más importante del país después del Presidente y en el principal líder opositor. No hay en el PAN un dirigente que pueda hacerle sombra en el corto plazo, ni siquiera Vicente Fox, que enfrentará muy pronto la ofensiva de los norteños dentro de su partido.

El PRI y el PAN disputan el título de los grandes derrotados de la contienda. El derrumbe del Institucional es serio y perdió el 6 de julio su gran objetivo estratégico: la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

Aunque el PAN obtuvo dos gubernaturas (hecho nada despreciable) no pudo conquistar la plaza clave de la política nacional, el Distrito Federal. No superó la barrera del 30% de la votación y será, dentro de la cámara, una minoría casi del mismo tamaño que la cardenista. Es primera fuerza sólo en la primera circunscripción. Perdió su gran apuesta: la de convertirse en fuerza cogobernante y prepararse para asaltar la Presidencia en el año 2000.

La nueva geografía electoral muestra, sin embargo, un desigual enraizamiento de los partidos. Una parte muy importante del nuevo liderazgo indígena hizo fuertes señalamientos críticos al actual sistema de partidos y a la forma en la que las campañas electorales se desarrollaron en esas zonas. El optimismo que los sectores medios ilustrados de la ciudad de México tuvieron en la contienda electoral y en las posibilidades de crear una nueva mayoría dentro de la Cámara de Diputados no tuvo eco en muchas comunidades indias. Más que motivo de descalificación, este desencuentro debería estimular la reflexión y la autocrítica de las direcciones partidarias. La provincia no es el DF.

En donde esta falta de sincronía entre partidos y ciudadanos fue mayor fue en Chiapas. Allí el gobierno hizo de los comicios no el espacio para nombrar diputados sino el terreno para medir fuerzas con el EZLN, tratándolo de achicar y mostrar que la presencia del Ejército es un factor de estabilidad en la entidad. Masivamente se difundió la idea de que los problemas electorales se reducían a 23 casillas y el mismo presidente Zedillo viajó a ese estado una semana antes de las elecciones. De nada valieron las múltiples advertencias de diferentes organismos y personalidades que señalaron la inexistencia de condiciones para la realización de comicios libres y justos en ese estado.

Los zapatistas respondieron con un comunicado elaborado el primero de julio en el que llaman a votar allí donde el voto representa una posibilidad de rebeldía y a no hacerlo donde es la vía para legitimar el autoritarismo. Como fuerza política autónoma diferente a los partidos tiene derecho a fijar su posición. Más aún a partir de lo que fue su táctica el 6 de julio: la resistencia civil activa en contra de la imposición impidiendo la instalación de más de 550 casillas y la demostración de que son una fuerza rebelde arraigada en una amplia franja del territorio chiapaneco. Así como tuvieron que levantarse en armas en enero de 1994 en contra de toda la sociedad política institucional, ahora organizaron una amplia protesta activa para reafirmar su existencia independiente y la falta de solución a sus demandas.

Una nueva geografía política ha surgido en el país. Es una geografía provisional que expresa la urgente necesidad de avanzar en la liquidación del viejo régimen. Y para ello se requiere de todas las fuerzas partidarias y no partidarias.